Fundación Mi Casa
Fundación Mi Casa fue fundada por el Padre Alfredo Ruiz-Tagle Jiménez el año 1947, iniciando su labor con sólo 11 niños en Santiago, llegando a tener bajo su protección a aproximadamente 6.000 niños a nivel nacional.
El Padre Ruiz-Tagle nació el 13 de septiembre de 1911.
Su educación primaria y media la realizó en el Instituto de Humanidades Luis
Campino, posteriormente estudió Filosofía en la Universidad Católica y Teología
en el Seminario Pontificio Mayor de Santiago, ordenándose como sacerdote el 21
de diciembre de 1935.
Escribir de Fundación mi casa es sin duda una nostalgia
inseparable, porque perpetuamente estaremos ligado a ella los que vivimos en
ella y dejamos historias, testimonios, la huella imborrable del dolor y la esperanza
y las ganas de salir a delante en el tiempo, no queriendo de ninguna manera
cortar este cordón umbilical que nos ligará por siempre al hogar que nos reunió
por años y que hoy no existe por la incompetencia, inmoralidad, la codicia y la
falta de apoyo por autoridades que consideraron no necesaria más ayuda para
nuestros hermanos que aún permanecían en esas cuatro paredes, testigos fieles
de cuantos hechos e historias forjadas con el fragor de la lucha y en donde
nadie más que sus propios protagonistas podemos descifrar y analizar con el
criterio que queramos, pues seguro dejaremos secretos que morirán con cada uno de nosotros y nadie nos los podrá
sacar jamás porque están tatuados como un código de lealtad.
Extrañamos a nuestros tíos que nos dejaron enseñanza,
que nos dejaron un perfume agradable de sus vidas en las nuestras y que vivía
en ellos una vocación innata de servicio y de amor por cada uno de nosotros.
Atrás quedaron los Colegios, las horas de estudios, los
juegos tradicionales, los desafíos y la destacada vocación y talento de muchos
que brillaron en su momento, no buscando fama ni fortuna, sino el humilde
aplauso de sus hermanos que brillaron como verdaderas estrellas en medio de la
humildad y la pobreza…
Pronto estaremos en las Ruinas que yacen plácidas y
dormidas; recordando el grito de los niños, sus juegos y risas y que rondan en
sus cortezas y paredes que aún quedan y que se niegan a olvidar y que de seguro
nos recibirán felices, ya grandes, adultos, pero con los mismos secretos y hermandad
de siempre, ese amor que ha perdurado en el tiempo y que no deja de sorprender
al viajero que pasa por nuestras veredas y recuerda el murmullo de los niños que
estuvimos allí y que felices éramos juntos cantando, jugando, riendo y seguros
de que nada nos faltaría, ni el caleo, ni el mar, cielo y tierra y a veces más
de algún recache al son todos del mismo grito, Joteeeeeeeeeee !!!