La historia oculta entre el
Vaticano y la élite capitalista
Joseph Ratzinger (Benedicto XVI): el Papa de Bush
Joseph Ratzinger, conocido
hoy como el papa Benedicto XVI, es el descendiente natural (Y el sucesor
preferido) de Juan Pablo II. Durante el largo pontificado de Karol Wojtyla,
Ratzinger actuó como su mano derecha y hasta se lo sindicaba como el real
"cerebro" del papado de Juan Pablo II, quien entre 1978 y 2005 habría
tenido suficiente tiempo como para designar su sucesor al haber nombrado, en
esos 27 años, una abrumadora mayoría de los cardenales que lo elegirían.
Obviamente, Juan Pablo II eligió cardenales filosóficamente afines a su agenda
conservadora, factor que ha hecho perder ascendencia a la Iglesia Católica
sobre sus fieles, la mitad de los cuales se concentra hoy en América latina, y
una parte importante restante en Europa. Esa pérdida de ascendencia es un hecho
muy deseado por la elite, socia y creadora de las sociedades secretas, dado que
una Iglesia muy cercana a la gente podría resultar un enemigo muy digno de la
agenda globalzadora que representan, principalmente, Estados Unidos y la Union
Europea.
Los pueblos de muchas
naciones latinoamericanas y europeas podrían canalizar buena parte de su
disgusto contra la globalización a través de una institución como la Iglesia,
la cual, si estuviera muy cercana a las poblaciones bien podría constituirse en
un poderoso factor antiglobalización. En vez de ello, durante la era de Juan
Pablo II, más allá de sus frecuentes viajes apostólicos, la persistencia casi
obsesiva del Vaticano en negarse a dejar de lado algunos de sus dogmas más
anticuados como la grave situación de pecado mortal para quienes acepten
mecanismos anticonceptivos, alejó a muchísimos fieles. Como se observa, el
catolicismo no es (Mejor dicho, no era hasta hace décadas) precisamente el tipo
de religión más consonante con las reglas de Leo Strauss, al haber sido algo
mucho más que una religión: Una verdadera institución terrenal con el poderío
suficiente para disputar durante casi veinte siglos el poder de los más
importantes reyes europeos. Pero ésta también resultó muchas veces una
maquinaria recaudatoria de dinero mediante nefastos mecanismos como la
Inquisición o diversos impuestos, cuyas víctimas resultaban precisamente los
incipientes miembros de las burguesías, hermanados en sociedades secretas.
Que la agenda de Ratzinger
iba a ser aún más conservadora que la de su antecesor quedaba claro tan sólo
con el dato, muy difundido, de que en su adolescencia perteneció a las
Juventudes Hitlerianas. Sin embargo, hay un dato clave acerca del cardenal
alemán que casi no fue divulgado por la prensa, pero que muestra muy claramente
dónde está situado en este milenio, más allá de lo que haya hecho o pensado en
la década de 1940.
Como se recordará, en
noviembre de 2004 se desarrollaron los comicios presidenciales en los Estados
Unidos en los cuales, tras una dura lucha inicial, George W. Bush (de fe
bautista y antiabortista) logró su reelección ante John Kerry, católico
apostólico romano, pero de pública afiliación a los movimientos
"pro-choice", o sea abortistas. Pocos meses antes de las elecciones,
Joseph Ratzinger envió un memorando confidencial a todas las diócesis católicas
estadounidenses en el que decía textualmente:
"Aparte del juicio
individual de una persona sobre su calificación para recibir la Sagrada
Comunión, el sacerdote puede encontrarse a sí mismo en una situación en la que
debe rechazar distribuirla, por ejemplo en los casos de excomunión,
interdicción o una obstinada persistencia en manifestar pecado grave (...) El
sacerdote no debe hacer un juicio subjetivo sobre la culpabilidad de la persona
sino reaccionar ante la pública incapacidad de la persona en cuestión, debido a
una objetiva situación de pecado."
La posición abortista de
Kerry era conocida en todos los Estados Unidos, y la Iglesia Católica, con la
firma de Ratzinger, le retiraba todo el apoyo de sus propios círculos
norteamericanos, mientras que Bush gozaba del de los influyentes círculos
protestantes.
Pero en ese memorando,
vergonzosamente confidencial a fin de que las masas católicas de fuera de los
Estados Unidos no se enteraran del apoyo del Vaticano a Bush, mientras que los
católicos norteamericanos más influyentes estaban muy al tanto, el entonces
cardenal Ratzinger fue aún mucho más allá, y escribió: "No todos los temas
morales tienen el mismo peso moral que el aborto y la eutanasia. Puede haber
una legítima diversidad de opinión, aun entre católicos, sobre las
declaraciones de guerras o la aplicación de la pena de muerte, pero no con
respecto al aborto y la eutanasia.
O sea, Ratzinger no sólo
intervino políticamente retirando todo apoyo a John Kerry, sino que en forma
abierta proclamó a sus fieles estadounidenses que el Vaticano no consideraba
los actos más salvajes de George W. Bush como las guerras de Afganistán e Irak,
o su récord de condenas a muerte como gobernador de Texas, como actos reñidos
en sí mismos con la moral de la Iglesia Católica.
En suma, el cardenal
Ratzinger, con el permiso del entonces papa Juan Pablo II (Que no podía
desconocer la cuestión y a quien Ratzinger pretende nombrar santo en tiempo
récord) bendijo la candidatura de Bush y condenó la de Kerry.
Y adivinen ¿Quién fue el
principal diseminador en los Estados Unidos de esta misiva electoral del
cardenal Ratzinger? Nada más y nada menos que el cardenal Avery Dulles,
pariente de los famosos hermanos Allen y John Foster Dulles, jefes de la CIA y
del Departamento de Estado en la era Eisenhower. El cardenal Dulles proviene de
una familia totalmente protestante, entonces ¿cómo se dio su conversión al
catolicismo al punto de llegar a ser uno de los cardenales más influyentes de
los Estados Unidos? ¿Por obra y gracia del Espíritu del Santo Dinero?
Lo cierto, sea como fuere, es
que Benedicto XVI se convertía en una gran ayuda, dentro de la comunidad
católica norteamericana, para George W. Bush, al igual que Vladimir Putin, el
fallecido Osama bin Laden (tres días antes de las elecciones en su video muy
probablemente trucado) y Silvio Berlusconi, quien no dudó en brindar también
toda su colaboración a la candidatura, deseándole el triunfo. La
intencionalidad política del memorando de Ratzinger es indiscutible, porque fue
emitido 90 días antes de las elecciones. En otras palabras, ni a Ratzinger ni a
Wojtyla parecían importarles demasiado las posiciones abortistas de John Kerry
antes de que éste se convirtiera en un candidato con posibilidades de derrotar
al mandatario norteamericano.
Ratzinger expresó, en su
homilía navideña Urbi et orbe de 2005, una extraña llamada a un "Nuevo
Orden Mundial", al igual que lo hizo años antes su antecesor Juan Pablo II
y, entre otros, también lo había hecho George Bush padre, este último
significativa o casualmente el día 11 de septiembre de 1990, en un famoso
discurso.
Muchos otros personajes
"poderosos", como Gorbachev, pronunciaron
"coincidentemente" esa misma expresión muchas veces, en público y
frente a toda la prensa. "Nuevo Orden Mundial" es la frase que está
en latín(No vus Ordo Seculorum) en el reverso del billete de un dólar, bajo la
pirámide partida en su cumbre con y por el "Ojo que Todo lo Ve",
característica de las sociedades secretas y sobre todo de los Illuminati de
Baviera, por lo que remite directamente a ellas. ¿Cómo pueden haberla dicho entonces
Juan Pablo II y Benedicto XVI?
Pero si todo esto no bastara
para levantar grandes dudas acerca de quién es en realidad el papa, hay que
recordar que eligió nada menos que el 11 de septiembre de 2006 para pronunciar
aquel polémico discurso, en el que no sólo citó una frase pronunciada por el
emperador bizantino Manuel Paleólogo II en siglo XIV, la ahora conocida:
"Muéstrame qué es lo que
Mahoma ha traído de nuevo, y solo encontrarás cosas malas e inhumanas, como su
creencia de imponer la fe por la espada."
Benedicto XVI fue mucho más
allá en ese discurso de Regensburg, pronunciado en esa fecha clave, porque
dijo, tal como lo refleja el New York Times del 12 de septiembre de 2006 (Pero
muchos medios silenciaron), una frase indeleble, mucho más que significativa:
"La violencia, encarnada
en la idea musulmana de la Jihad, o guerra santa, es contraria tanto a la razón
como al plan de Dios, y Occidente está obligado a razonar que el Islam no puede
entenderlo."
Si esto no es un tácito
llamado a una especie de "cruzada", ¿Qué es? ¿Qué significa que
Occidente está obligado a razonar que el Islam no puede entender su naturaleza
violenta? ¿Estamos obligados a darnos cuenta de que todos los musulmanes no
pueden entender que son irracionales y que se oponen al "plan de
Dios"? ¿Quién es el papa para hablar en esos términos? ¿Cree el papa ser
el vicario de Cristo, o acaso Dios mismo para hablar así?
Para colmo de males, la frase
fue dicha durante la permanencia ilegal de los Estados Unidos y el Reino Unido
en Irak, las amenazas permanentes de los Estados Unidos a Irán, la invasión y
destrucción de El Líbano por parte de Israel y las crecientes tensiones
occidentales contra Siria. Nada dijo Ratzinger acerca de las permanentes
agresiones e intromisiones de los Estados Unidos en terceras naciones,
generalmente islámicas y donde se concentran los recursos petrolíferos y
gasíferos, ni contra la globalización, empobrecedora creciente de las masas
populares de países pobres y ricos, ni sobre la acumulación de capital en manos
de la elite globalista que aumenta su poder día a día. Las posteriores
"disculpas" del Vaticano no pueden borrar el mensaje, mucho menos
porque fue leído y no improvisado.
Juan Pablo II: el Papa de
Ronald Reagan y Bush padre
La CIA, con William Casey a
la cabeza, elaboró a principios de los años ochenta un plan detallado para
provocar la caída del Muro de Berlín y la disolución del imperio soviético. Ese
plan incluía la provocación de un gran clima de agitación social en Polonia,
iba a ser llevado a cabo por el sindicato Solidaridad dirigido por Lech Valesa
y debía ser financiado por la CIA. El problema era que la CIA no contaba con
medios humanos para sostener los grandes movimientos sociales que se
desarrollarían en Polonia. La agencia no podía girar fondos a un banco polaco
para que un agitador los retirara porque en Polonia, en aquella época tras la
"Cortina de Hierro", había control de cambios y los fondos podían ser
fácilmente identificados por las autoridades monetarias. El apoyo de la CIA
debía ser secreto. Para ello debía encontrar un socio que sigilosamente ayudara
a ingresar los fondos y los distribuyera, y la Iglesia Católica era el
candidato ideal. El papa polaco Karol Wojtyla habría dudado en un principio
acerca de si debía prestarse o no a esa maniobra, pero tras el atentado que
sufrió en 1981, atribuido erróneamente a la KGB (Cuando en realidad habría sido
planeado por la propia CIA con intención de herirlo solamente) habría decidido
colaborar con la CIA, cosa que no debe extrañar porque Juan Pablo II coincidía
con la posición de Reagan y Bush padre en el sentido de que el comunismo era el
peor de los males que asolaban a la Tierra.
De esta manera, los fondos se
habrían distribuido a través de miembros afines a la Iglesia Católica polaca,
factor que fue predeterminante para el posterior desmembramiento de Europa
Oriental de la URSS.
Pero la colaboración de Juan
Pablo II con la elite globalista no se limitó solamente a la asociación con la
CIA para desestabilizar al régimen soviético. A lo largo de su pontificado, el
papa dio cada vez más privilegio al Opus Dei, elevando a la categoría de santo
a su fundador Josemaría Escrivá de Balaguer. El Opus Dei se ha constituido en
una entidad de gran poderío económico y financiero en América latina, España y
los Estados Unidos, donde varios de sus miembros ocupan puestos muy prominentes
en Wall Street. Asimismo, nombró a muchos de sus sacerdotes como cardenales, y
su actuación fue determinante a la hora de elegir a Joseph Ratzinger como nuevo
papa.
En realidad, Karol Wojtyla
era un agente del Opus Dei desde mucho tiempo atrás. Mucho antes ya de la
muerte de Paulo VI pertenecía a una sociedad del Opus Dei llamada Priestly
Society of the Holly Cross (Sociedad Fraternal de la Santa Cruz). Cada vez que
Wojtyla viajaba a Roma por asuntos religiosos como arzobispo de Cracovia, desde
años antes de su llegada al papado, pasaba la noche en una de las sedes del
Opus Dei en esa ciudad, donde tenía la oportunidad de conversar e intercambiar
pareceres con algunos de los más importantes miembros de esa organización,
quienes así comenzaron a estrechar lazos con él, a quien podían ver cada vez
más como un potencial papable.
Durante el papado de Paulo
VI, la organización había obtenido algunas ventajas dentro de la jerarquía
católica, pero era aún un sector muy minoritario, y el propio Paulo VI parecía
desconfiar de ella, y le negaba, cada vez que podía, el estatus de prelatura
personal. Por lo tanto, los miembros del Opus Dei consideraban que debía ser
sucedido por algún cardenal muy afín a su visión conservadora y tradicionalista
en lo religioso, pero librecambista y privatista en lo político y económico.
Durante su papado, Juan Pablo
II no se quejó (Más allá de lo meramente declamatorio) de los excesos visibles
de pobreza, marginalidad y desempleo que la globalización provocaba
crecientemente. Tampoco (Más allá de cortas declaraciones formales) trató de
impedir las guerras en que los Estados Unidos incursionaron durante su
pontificado, y ni siquiera se refirió a la serie de guerras desatadas en
Yugoslavia durante toda la era Clinton. Quizás, en buena medida, por ello tanto
George Bush padre como Bill Clinton asistieron a su velorio.
Se limitó a viajar
incesantemente a países pobres, buscando el aplauso fácil de las masas
católicas, llevando mensajes de fe vacíos de contenido efectivo. Esos viajes,
generalmente de contenido propagandístico, ayudaban a reforzar la fe católica
en las masas empobrecidas, pero Juan Pablo II, en vez de condenar las políticas
liberales con toda crudeza e insistentemente (Lo que habría radicalizado los
sentimientos antiglobalizadores de vastas poblaciones) se limitó a intentar
renovar la fe de la feligresía con su mera aparición en recónditos lugares del
planeta.
Su política era estar,
sonreír, mostrarse y bendecir, sin hacer ni decir de más. Recordemos que su
verdadera vocación de juventud estaba relacionada con ser actor, según él mismo
expresó en varias oportunidades.
Hay algo más acerca de Juan
Pablo II que sigue siendo una gran incógnita: Su origen, su infancia y su
juventud permanecen en una verdadera nebulosa. Veamos qué dice acerca de su
ingreso al sacerdocio la obra Quiénes gobiernan al mundo actual:
"Terminados sus estudios
secundarios se trasladó con su padre, en 1938, a Cracovia. Allí comenzó sus
inquietudes intelectuales que lo llevaron a escribir poesía, practicar deportes
y salir periódicamente a esquiar o de campamento, mientras trabajaba en una
fábrica de productos químicos. Durante la ocupación alemana mientras desempeñaba
sus tareas habituales organizó un grupo amateur de teatro. En 1941 murió su
padre en la guerra y poco tiempo más tarde resolvió dedicarse a la carrera
religiosa ingresando a un seminario clandestino en el arzobispado de Cracovia,
mientras continuaba trabajando. En 1942 desapareció de su lugar de trabajo y
reapareció recién a finales de la guerra, habiendo completado sus estudios
sacerdotales. Fue ordenado el 1o de noviembre de 1946 y enviado a Roma, donde
obtuvo el Doctorado en Filosofía.
"Quiénes gobiernan al
mundo actual, Florencio Hubenak, Eudeba, 1981.
¿Poesía mientras Hitler
amenazaba a sus compatriotas polacos y a millones de judíos con perseguirlos en
toda Europa? ¿Poesía? ¿Práctica de deportes, esquí y campamentos en Polonia en
1938 a sólo un año de la Segunda Guerra Mundial? ¿Asalariado deportista de una
empresa química devenido líder de aspirantes a actores? ¿Organización de un
grupo "vocacional de teatro" en plena ocupación nazi de Polonia?
¿Suena esto piadoso y religioso? ¿Seminario clandestino en lo que aún en guerra
era un arzobispado? ¿Clandestinidad y desaparición justo en Cracovia, la ciudad
polaca menos atacada por los nazis, con sus antiguas iglesias intactas?
¿Desaparición durante tres años, justo de la ciudad más segura en Polonia para
un católico, con total desconocimiento de su paradero? ¿Carrera sacerdotal en
la clandestinidad? ¿Es posible, es creíble? Para colmo: ¿Mientras Pío XII era
"amigo" de Hitler, del cual recibía financiamiento? ¿Reaparición
súbita al final de la guerra tras tres años de silencio sin ninguna información
sobre su paradero? ¿Ordenación sacerdotal inmediata tras su reaparición?
¿Posterior envío en el acto a Roma, con nada menos que Pío XII aún en el
papado? Demasiados puntos oscuros, increíbles puntos oscuros, o quizá no tanto.
¿Se tratará de una biografía oficial y "armada"?
¿Quién fue en realidad Juan
Pablo II, o Karol Wojtyla, a quien Ratzinger, su mano derecha y el Papa de Bush
pretende santificar en tiempo récord? ¿Por qué santificarlo en tiempo récord,
violando los propios reglamentos vaticanos? Dudas, enigmas, misterios y
clarísimas sospechas de que tras la historia de Juan Pablo II hay importantes y
quizá muy oscuras cosas que desconocemos. Por citar algunas más, cabe mencionar
sus dos viajes a los Estados Unidos mucho antes de ser papa, el primero de
ellos a Boston en 1969. Durante el mismo, como miembro de un autodenominado
comité norteamericano-polaco de buena voluntad, almorzó (Langosta incluida),
con políticos y clérigos estadounidenses. Entonces, su anfitrión bostoniano, el
cardenal Buczko, "predijo" durante esa estadía que llegaría a papa. Y
luego uno en 1976, en el que asistió a la Catholic University of America (CUA)
situada en la capital arquitectónica de la masonería: Washington DC.
En dicho viaje, Wojtyla trabó
estrecho contacto con el decano Dougherty, quien en 1978 también
"predijo", curiosamente, que llegaría a papa.
Como vemos, los papados de
Benedicto XVI y Juan Pablo II han sido funcionales al poder financiero de Wall
Street, las megacorporaciones y las sociedades secretas tan odiadas por el
Vaticano en otras épocas, e incluso han servido a los sectores más aferrados
del Partido Republicano estadounidense. Para entender cómo es posible que esto
ocurra es necesario sumergirse en el papado de Paulo VI y en la rara y
prematura muerte de su sucesor, Albino Luciani (Juan Pablo I).
"Por alguna grieta, el
humo de Satanás ha ingresado al Vaticano":
Como hemos visto en el
título, en 1972 el papa Paulo VI había pronunciado una extraña frase, con mucha
amargura, en medio de una homilía. La referencia a Satanás tiene un significado
inequívoco para los estudiosos de las sociedades secretas y la masonería. La
acusación más sonora que se les hace es la de practicar el satanismo o
luciferianismo. Ésta tiene poco de raro si se tiene en cuenta, por dar sólo un
ejemplo, que el masón más poderoso del siglo XIX, el general sureño y
cofundador del Ku Klux Klan Albert Pike, hacía referencias inequívocas en sus
escritos a la preeminencia de Lucifer (El príncipe de la luz) en el universo.
De tal manera, la frase de Paulo VI cobra su sentido si se entiende que estaba
diciendo que las sociedades secretas se habían infiltrado en el Vaticano, y
varios de sus miembros ocupaban altos puestos dentro de él.
Sin embargo, debe hacerse
notar que Paulo VI fue papa hasta 1978, y no volvió a expresarse con tal
claridad al respecto desde 1972, ni a ampliar sus declaraciones contrarias a
las sociedades secretas y a su infiltración vaticana. Esto puede resultar muy
llamativo, dado que Paulo VI estaba declarando que el enemigo mortal y
ancestral de la Iglesia ya estaba dentro de ella.
Lo cierto es que a su muerte,
el poder político y financiero de los Estados Unidos y Londres deseaba que
accediera al papado un cardenal conservador que bloqueara los avances de la
Teología de la Liberación, que se consideraba "filomarxista", en
América latina, región muy densamente poblada por católicos. Se trataba
justamente del momento en que era funcional a esos centros de poder la existencia
de dictaduras militares en todo el continente, las cuales por obvios motivos
mantenían excelentes relaciones con los sectores más conservadores de la
Iglesia, y aplicaban teorías económicas neoliberales.
A su vez, los cardenales
sindicados como masones infiltrados (En una lista de miembros de la logia P-2
publicada en Il Giornale de Turín por el periodista Mino Pecorelli, un renegado
de la misma que luego fue asesinado, eran nombrados Jean Villot y Paul
Marcinkus, y otras fuentes señalan a Poletti, Baggio y Casarolli) deseaban
evitar a toda costa cualquier atisbo de renovación en el Vaticano. No solamente
compartían los intereses ideológicos de sus nuevos socios, los núcleos
protestantes de poder en Nueva York, Washington DC y Londres, sino que necesitaban
evitar que se destapara un gran escándalo financiero con la banca relacionada
con la Santa Sede y en parte, propiedad del Vaticano. Lo peor es que esa
relación financiera involucraba a la Iglesia en lavado de dinero de la droga y
tráfico de armas, fondos de la mafia, y más aún.
Varios de esos cardenales que
habrían sido masones dirigían las finanzas vaticanas. El Opus Dei también
reclamaba un candidato conservador, y estaba alineado, por una confluencia de
factores, con la CIA y la masonería. A la muerte de Paulo VI, el candidato de
estos sectores era el "ultraconservador" Siri, y su oponente,
Giovanni Benelli, era un progresista nato. Pero había un empate técnico y
ninguno podía llegar al papado. Era necesario encontrar un tercer candidato y
fue gracias a la incesante actividad de Benelli que surgió como papa Albino
Luciani, llamado Juan Pablo I, quien era un progresista que quería depurar a la
Iglesia de los miembros corrompidos que habían afectado, y peor aún, ensuciado
al catolicismo con rarísimos movimientos financieros. También quería extender
la actividad de los "teólogos de la liberación" en América latina,
dado que consideraba que la Iglesia debía aproximarse a la gente. El obispo
John Magree (A quien se señaló en su momento como quien descubrió el cadáver de
Luciani) declaró mucho tiempo más tarde (los medios de comunicación no lo
reflejaron) que Juan Pablo I le confesó varías veces que su papado sería muy
corto y su sucesor sería "El Extranjero" (Wojtyla estaba sentado
casualmente justo frente a Luciani en el cónclave que eligió a este último como
papa).
Luciani sabía de la
connivencia de los sectores más reaccionarios y conservadores de la Iglesia con
los oscuros centros de poder de la CIA, la masonería y el Opus Dei y las altas
finanzas. Es claro que entreveía su próxima muerte, y muy probablemente su
reemplazo por Wojtyla, dado que no estaba dispuesto a ceder en sus convicciones
y sabía muy bien el tamaño formidable de los intereses a los que se estaba
oponiendo.
Más precisamente lo sabía
desde mucho antes de que tuviera una muy agria discusión con Marcinkus, cuando
lejos aún de ser papa era Patriarca de Venecia, dado que aquél había vendido la
Banca Cattolica del Veneto, la cual hasta entonces daba pequeños préstamos a
las clases medias y bajas venecianas y de zonas aledañas. Marcinkus vendió ese
banco católico al siniestro Banco Ambrosiano, y de nada sirvieron las arduas
intervenciones del cardenal Luciani por evitarlo, pues actuaba como un
banquero, y no como un cardenal y Luciani lo sabía muy bien desde hacía muchos
años.
No lo iba a dejar pasar si
alguna vez llegaba a papa. El cardenal Benelli, enrolado en la línea de
Luciani, también lo sabía muy bien. Pero Luciani no tenía la fuerza de Benelli,
y el "bloqueo" a su nominación como papa por los partidarios del
cardenal Siri había arruinado las oportunidades de que el cardenal italiano más
progresista (Verdaderamente fuerte y sagaz) llegara a la silla de San Pedro.
Quizás otra hubiera sido la historia.
Al menos Benelli, moviéndose
con sagacidad, pudo lograr el nombramiento de Luciani, dado que en ese mismo
cónclave ya se manejaba la posibilidad muy seria de que Wojtyla, un
incondicional del grupo CIA-Opus Dei-Masonería, fuera firme candidato al puesto
ante el "bloqueo" del propio Benelli y su archienemigo Siri. Por eso
Luciani se había referido a la brevedad de su papado y al
"Extranjero".
Pero la situación puede
comprenderse aun mucho más allá de los elementos ideológicos y geopolíticos
involucrados en la conformación de esa "extraña" y non sancta alianza
tripartita, si se entiende en detalle lo que estaba ocurriendo en forma
específica con las finanzas vaticanas. Ocurre que los ingresos del Vaticano
venían cayendo en relación con su incremento en los gastos. Como el Vaticano no
genera ningún "producto de exportación", la financiación de los
déficit se tornaba difícil. Después de todo, ¿para qué prestarle fondos a una
institución como la Iglesia, que no puede generar recursos genuinos que
garanticen el pago de las deudas? A fin de facilitar el financiamiento de esos
déficit, Paulo VI había nombrado al arzobispo de Chicago, Paul Marcinkus, como
jefe del Banco Vaticano (IOR). Marcinkus tenía fuertes vinculaciones con la
banca internacional, y se suponía que podía hacerse cargo con mayor eficiencia
de las finanzas vaticanas. Era el precio que había que pagar para obtener
financiamiento, dada la membresía de muchos de los más prominentes banqueros
occidentales respecto de las sociedades secretas. De otra manera no estarían en
sus puestos en muchos bancos, pues las sociedades secretas y otras discretas
(como el CFR) son las asociaciones mediante las cuales la elite
financiero-petrolera toma contacto con personas con características promisorias
y elige a los directivos de sus empresas.
Obviamente, si "el humo
de Satanás" había ingresado al Vaticano, en buena medida era porque el
propio Paulo VI lo había dejado ingresar. Pero volviendo específicamente al
tema, desde mediados de los años setenta el Vaticano se habría prestado a un
acuerdo con el socio italiano de la banca estadounidense: la Mafia siciliana,
que no es más que otra sociedad secreta, pero dedicada exclusivamente a
negocios ilegales e inmorales sin entrar en consideraciones geopolíticas,
geoestratégicas, ni de cualquier tipo que no tengan que ver con el dinero
contante y sonante. Cabe agregar además aquí que la Mafia ya venía colaborando
estrechamente con la CIA desde finales de la Segunda Guerra Mundial (cuando la
CIA se llamaba OSS) dado que Mussolini la perseguía tanto como a los aliados.
El acuerdo, entonces, de
manera mas simple habría sido el siguiente: El Vaticano prestaba su banco (IOR)
para que la Mafia pudiera girar fondos al exterior (sobre todo a Suiza) al ser
el único banco italiano exento de las duras restricciones a la fuga de
capitales que había en aquella época en Italia, y a cambio podría quedarse con
una muy generosa comisión sobre los fondos girados. Al poco tiempo, el acuerdo
se complementaría con otro mucho más estrecho, dado que por medio del mismo el
Banco del Vaticano se asociaba a capitales provenientes de bancos occidentales,
especialmente de la Mafia y de la logia masónica Propaganda Due (P-2), manejada
por Licio Gelli (que era un socio de la CIA), a fin de manejar por partes
iguales el Banco Ambrosiano. El acuerdo podría representar muy buenas fuentes
de ingresos para la Iglesia, pero los directivos del Banco Ambrosiano vaciaron
al mismo en los años setenta, de modo que cuando el Banco de Italia auditó sus
cuentas descubrió un faltante de cientos de millones de dólares, factor que
precipitó la intervención oficial del Banco Ambrosiano y su posterior
liquidación.
Pero la investigación oficial
no terminó allí, sino que llegó hasta el propio Banco Vaticano (IOR), de tal
manera que la conexión entre el Vaticano y la Mafia para lavar dinero de la
"Cosa Nostra" quedó al descubierto, como también el hecho de que
parte de los fondos del Vaticano provenía del crimen organizado. Albino Luciano
(Juan Pablo I) no sólo estaba muy al tanto de todo desde mucho antes, como hemos
visto, a raíz de aquella rara venta de la Banca Cattolica del Veneto al
masónico Banco Ambrosiano, y sus protestas cayeron en saco roto, dado que Paulo
VI era involuntario prisionero de los crónicos problemas financieros de la
Santa Sede.
Luciani también sabía que el
Vaticano estaba operando como una suerte de "paraíso fiscal" por
medio del cual la Mafia y la logia P-2 podían sacar de Italia cientos de
millones de dólares sin control alguno, dado que su banco era extraterritorial,
y sin pagar impuestos ni ser afectado por las regulaciones del mercado
cambiario que en aquel momento la Banca de Italia establecía sobre todos los
movimientos de capitales desde y hacia el país.
Lo cierto es que el Vaticano
había dejado en manos de sus nuevos socios, los miembros de la P-2, el manejo
del Banco Ambrosiano. Al quebrar éste, se encontró de la noche a la mañana,
merced al fraude hecho por sus directivos Michele Sindona y Roberto Calvi, con
un pasivo imprevisto de 500 millones de dólares de la época, por el cual debía
responder. La situación financiera era sumamente difícil para la Iglesia, que
poseía las riquezas que Bernardino Nogara había dejado a través de su
"pragmática" serie de inversiones en grandes empresas de Wall Street,
pero no tenía ni un céntimo más, a no ser que se decidiera a hipotecar la
Ciudad del Vaticano con la Capilla Sixtina incluida. Ese asunto parece haber
dañado severamente la salud de Paulo VI y precipitado su muerte. El
"agujero negro financiero" fue finalmente cerrado merced a préstamos que
obtuvo el cardenal Casarolli gracias a sus excelentes contactos con importantes
bancos y sociedades secretas (no olvidemos que se lo sindicaba como uno de sus
socios), pero los préstamos son eso: deudas que un día hay que pagar. El
Vaticano había postergado (Y no solucionado) un grave problema.
Cuando murió Paulo VI, el
Vaticano ya habría estado virtualmente en manos de los prestamistas y sus
asociadas: las sociedades secretas. Cuando se eligió como papa a Albino
Luciani, quien tomaría el nombre de Juan Pablo I, se pensaba en la posibilidad
de convencerlo para que continuara manteniendo en secreto la precaria situación
financiera y la enorme serie de "trapos sucios". Pero Luciani, lejos
de mostrarse como el clérigo sumiso y dominable que muchos pensaban que era,
parece haber decidido depurar a la Iglesia de sus miembros masónicos, expulsar
a Marcinkus y ventilar ampliamente a la prensa la situación.
Iba a comenzar, para ser mas
precisos, el día posterior a su muerte.
El té que le sirvieron a
Luciani la noche anterior a lo que habría sido su envenenamiento, determinó que
no lo pudiera hacer, y también un brusco cambio en la historia tanto del
Vaticano como de sus relaciones con el mundo, la Mafia, la CIA, el Opus Dei, la
masonería, y hasta con la propia Unión Soviética y el nacimiento de la
globalización, si se lo mira bien, dado el advenimiento de Wojtyla.
Tras la muerte de Luciani era
necesario elegir un sucesor que se prestara a seguir tapando la complicada
situación y, a la vez, se hacía imprescindible conseguir financiamiento para
salir de la ruinosa situación financiera. Allí entró a jugar el Opus Dei y su
candidato, el polaco Karol Wojtyla, como el propio Luciani previó. El Opus Dei
podría brindar el financiamiento que la Iglesia Católica necesitaba merced a
sus estrechos lazos con Wall Street, pero el problema sería qué hacer con la
"vieja guardia" masónica, que ocupaba prominentes puestos en el
Vaticano. En aquellos tiempos el Opus Dei, tradicionalista a pie juntillas,
seguía la doctrina oficial de la Iglesia y no soportaba escuchar hablar de la
masonería y las sociedades secretas que eran sus enemigas. No hay que olvidar
que el Opus Dei nació en la España de Franco, con el apoyo tácito del
Generalísimo, que estaba empeñado en una verdadera cruzada antimasónica. Pero
todo alejamiento puede arreglarse cuando la necesidad aprieta, y mucho más
precisamente cuando la misma viene del bolsillo, porque, a diferencia de lo que
el refrán dice acerca de Dios, el bolsillo no sólo aprieta, sino que también ahorca.
Fue en ese momento, entre la
muerte de Luciani y el advenimiento del cardenal polaco con vocación de actor
como posible sucesor, cuando se produjo un "pacto perverso" entre el
Opus Dei y la masonería: El Opus Dei proveería de financiamiento constante al
Vaticano y respetaría los puestos de los cardenales y otros religiosos masones.
Además, el asesinato de Luciani no sería investigado, se lo taparía como una
muerte natural. A cambio, el Opus Dei obtendría el papado con un cardenal muy
afín, coparía una serie de altos puestos y dictaría la línea oficial de la
Iglesia alejándola de cualquier actitud progresista. Y todos contentos: El Opus
Dei, la masonería infiltrada al más alto nivel, y por supuesto la CIA, con la
"vía libre" para lanzar sus proyectos en América latina, incluir a
los nuncios papales entre los "influyentes" que respaldaban a los
dictadores e incluso comenzar a influir en la Unión Soviética para derribarla
del todo.
Cuando posteriormente, en
1982, el libro de David Yallop titulado "¿Por voluntad de Dios?"
destapó el hecho del envenenamiento de Juan Pablo I, acerca de lo cual
circulaban ampliamente rumores por lo bajo en toda Italia, Juan Pablo II, quien
habría decidido tomar ese nombre precisamente para mostrar continuidad con su anterior
y ayudar a tapar el tema de su muerte, no mandó hacer ninguna investigación
seria al respecto. A Juan Pablo I no se le practicó autopsia.
Al contrario: Con fines
periodísticos contrató al autor John Cornwell (Quien había escrito acerca de la
presunta sociedad del papa Pío XII con Hitler bajo el sugestivo título de
"El Papa de Hitler" y por lo tanto había ensuciado a la Iglesia en la
época en que masones y curas eran rivales a muerte), para que escribiera una
obra acerca de la muerte natural de Juan Pablo I. Cornwell, que con su antiguo
libro había sido funcional a los fines de las sociedades secretas en el sentido
de desprestigiar a la Iglesia Católica, volvía a escribir ahora sobre temas
vaticanos, pero de una manera más "benévola" que la de Yallop, dado
que su nueva obra "A thief in the Night: the mysterious death of pope John
Paul I" (Un ladrón en la noche: la misteriosa muerte del papa Juan Pablo
I), daba una versión un tanto rosa de la muerte de Juan Pablo I, contradiciendo
la obra de Yallop y explayándose sobre supuestos problemas coronarios, que no
sólo nadie había "visto" en la curia romana, y "olvidando"
que la familia de Luciani declaró que jamás los había tenido.
Además, tres semanas antes de
su muerte los médicos habían dictaminado que estaba en excelente estado de
salud. Finalmente, hay algo como para pensar: Tras muchos años, el
"vaticanólogo" Cornwell escribió una tercera obra, nada menos que una
edulcorada biografía de Juan Pablo II.
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