*EL DIEZMO ¿QUÉ DICE LA BIBLIA?
LO QUE LA BIBLIA DICE
RESPECTO AL DIEZMO
Un análisis a la luz
de las escrituras
“Nunca se aparten de ti la misericordia y la verdad; Átalas
a tu cuello, escríbelas en la tabla de tu corazón; y hallarás gracia y buena
opinión ante los ojos de Dios y de los hombres” (Proverbios 3. 3-4)
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN
- ¿DE DÓNDE NACE LA
COSTUMBRE DE OFRECER EL DIEZMO?
- ¿QUIÉNES
OFRECIERON DIEZMOS?
- ¿QUÉ SE
DIEZMABA?
- ¿QUIÉNES DEBÍAN
DIEZMAR?
- ¿SI EL DIEZMO
ERA PARA ISRAEL, UN TIPO DE OFRENDA, TENÍA OTRAS MANERAS DE OFRENDAR?
- EL DIEZMO ¿ES UN
MANDAMIENTO PARA LA IGLESIA CÓMO LO FUE PARA ISRAEL?
- ¿SI EL DIEZMO ES UNA FORMA DE OFRENDA Y NO
TODA OFRENDA ES - EL DIEZMO, CUÁL ES PRINCIPIO Y CUÁL ES LEY?
- ¿QUÉ SE DEBE
ENSEÑAR A LA IGLESIA, A DIEZMAR U OFRENDAR?
- ¿POR DÓNDE SE
DEBE EMPEZAR A OFRENDAR?
- ¿QUÉ COSAS
ORDENÓ EL SEÑOR A SU IGLESIA, Y PRÁCTICAMENTE NO SE GUARDAN EN LA ACTUALIDAD?
INTRODUCCIÓN:
Antes de abordar este delicado aspecto de la doctrina que
trata acerca del diezmo, debemos entender que es un tema que no podemos evadir
ya que, en los últimos tiempos este asunto ha adquirido un exagerado énfasis
por sobre otros aspectos fundamentales del mensaje evangélico. Así que, en
primer lugar, es necesario saber que debe ser considerado con mucha reverencia.
Y en segundo lugar, escudriñando las Escrituras con especial atención atentos a
lo que dice muy claramente, ya que por este motivo se ha generado una gran
controversia en donde opinan defensores de su observancia en la actualidad,
opositores a dicha práctica, e incluso gente del mundo que, sin conocer
absolutamente del tema, también opinan inmiscuyéndose en algo del cual no
forman parte. Debido a este fenómeno, es necesario que el genuino creyente, es
el único que no puede tener dudas al respecto y sepa con certeza que dice la
Biblia y actuar en consecuencia de acuerdo al compromiso con quien redimió su
alma. Debe conocer las demandas específicas que el Señor ha determinado para su
Iglesia.
Así es como ante tantas opiniones, es necesario su estudio
de manera que pueda elaborar una conclusión firme mediante un análisis
despojado de todo preconcepto y apropiarnos del espíritu con que nos convoca el
texto del encabezamiento.
A través de la historia de la iglesia –desde sus comienzos–,
los apóstoles tuvieron que luchar en dos frentes para poder llevar a cabo su
ministerio evangélico. En ningún momento satanás ha querido aceptar que pueda
llevarse a cabo aquel propósito divino del Señor que es redimir y edificar una
Iglesia santa y gloriosa para Él. Por eso es que, no sólo se ha esmerado en
atacarla desde afuera sino también desde adentro; y como no tiene cabida dentro
de la Iglesia del Señor, ha ideado la forma para infiltrarse en las
congregaciones de distintas denominaciones y usar miembros débiles, carnales e
ignorantes de su Palabra con el propósito de contaminar y debilitar la pureza
de Su doctrina.
Como el basamento de la Iglesia es LA ROCA inconmovible de
los siglos, el Señor Jesucristo, y sus cimientos están perfectamente
consolidados por medio del fundamento apostólico; es de esperarse que el
maligno, como único recurso que le queda, trate de desviar y aun corromper a
los que sobreedifican llevándolos sutilmente por caminos engañosos. ¡¡CUIDADO!!
Si en verdad creemos que pertenecemos a la Iglesia del
Señor, “cada uno mire cómo sobreedifica” (1 Corintios 3.10)
¿De qué manera intenta satanás socavar, desde adentro, la
Iglesia del Señor? Indudablemente, a través de falsas doctrinas. Hace dos mil
años que el maligno viene aplicando la misma fórmula tratando de lograr su
objetivo. Pero mientras quede un remante fiel, la Iglesia del Señor permanecerá
en pie, inalterable por medio del Espíritu, hasta su venida.
El apóstol Pablo dice
al respecto en santa indignación:
“Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado
del que os llamó por la gracia de
Cristo, para seguir un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay
algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. (Gálatas
1. 6-7).
Presta mucha atención, el único evangelio eficaz, en el que
debes creer, aceptar y sostener es el EVANGELIO DE LA GRACIA SOBERANA, no te
dejes engañar. En la actualidad sigue
siendo un problema los judaizantes dentro de la iglesia; todavía no han
desaparecido. Desde aquellos primeros judíos convertidos al cristianismo que
sostenían como “doctrina” que los gentiles convertidos del paganismo al
cristianismo debían circuncidarse, guardar ciertos ritos religiosos, como así
también algunas exigencias de la ley, hoy están aquellos que siguen
confundiendo aspectos fundamentales de la doctrina. Por ejemplo, confunden Ley
con Gracia, Israel con la Iglesia, el día de reposo con el día de adoración, el
reino milenial con el estado eterno y lo que es “ofrenda” con “diezmo”. Por
supuesto, todo esto es porque ignoran los distintos propósitos de Dios para con
el hombre a través de los tiempos; es decir, confunden las distintas
dispensaciones, los pactos y los períodos.
Esto es muy grave para aquellos que han asumido la
responsabilidad de enseñar la Palabra de Dios.
Esta confusión, que pareciera haber pertenecido sólo al
pasado, se manifiesta aún hoy dentro de nuestras iglesias; por un lado, como
consecuencia de malas enseñanzas, bien intencionadas o no. Por otro, no
menos grave, se debe a la inapetencia del creyente de las cosas
espirituales; es decir, no anhelan “crecer en la gracia y el conocimiento de
nuestro Señor Jesucristo”.
Esta situación ha sido propicia para que en estos últimos
tiempos prolifere una gran cantidad de “iglesias” que en el nombre del Señor,
sostienen y predican que sus miembros –e incluso aquellos que no lo son-, deben
ofrendar el diezmo de sus ingresos bajo el cargo de que el Señor les retirará
sus bendiciones si no lo hacen. Esta prédica sistemática y persistente ha
impactado de tal manera en el ánimo de tanta gente que, por temor e ignorancia,
ofrenda sin la más mínima idea de lo que ese acto representa verdaderamente.
Por otro lado, se descuida el mandato de Cristo: predicar el
evangelio y hacer discípulos. Hoy, salvo raras excepciones, no se predica el
verdadero evangelio ni se instruye como es debido acerca de lo que el Señor ha
demandado específicamente para su
Iglesia.
Esta manipulación de las personas, ha logrado el nacimiento
de verdaderas empresas en donde se manejan fuertes capitales y cuyo fin
primario, por no decir exclusivo, es el de llenar las arcas de “falsos
pastores” que un día tendrán que dar cuenta de sus actos delante del Señor. En
consecuencia, creo que cada uno debe examinarse a sí mismo.
Antes de entrar en el tema debemos saber dos cosas
fundamentales: la primera es que la Biblia dice lo que quiere decir, ella es la
Palabra “viva y eficaz”. Doy gracias a Dios porque he entendido que su Palabra
se presenta con una claridad meridiana cuando se dirige a un espíritu
predispuesto a recibirla. La segunda cosa es la que tiene que ver,
precisamente, con la predisposición de nuestro espíritu. El creyente debe
dejarse guiar por su Santo Espíritu para acceder y entender Su verdad, cosa que
no a todos es revelada.
Ahora, entrando de lleno en el tema del Diezmo será
interesante confrontar lo que algunos sostienen, con lo que la Biblia dice.
Éste es el único procedimiento válido para traer luz sobre cualquier aspecto
que trata la Palabra de Dios, pues ella es “la palabra profética más segura, a
la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar
oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros
corazones” (2 Pedro 1. 19)
Luego, después de estas preguntas elementales que nos
haremos, cada uno deberá sacar sus propias conclusiones y tome una posición al
respecto.
¿DE DÓNDE NACE LA COSTUMBRE DE OFRECER EL
DIEZMO?
Algunos sostienen
que:
Nace con los antiguos Patriarcas; otros que es una costumbre aún más antigua, y de
pueblos no hebreos.
La Biblia dice:
Que únicamente en dos casos se menciona la ofrenda del
diezmo antes de que Dios estableciera la ley: éstos son los de Abraham y de
Jacob.
Conclusión:
La Escritura hace referencia del diezmo sólo dos veces antes
de que sea regulada la ley; a su vez, lo hace en forma circunstancial, no como
tema específico. En consecuencia, no es posible considerarlo, por el momento,
como principio, norma o ley; sencillamente porque no se puede partir de dos hechos aislados que nada
tienen que ver con el diezmo según el concepto de la ley; como tampoco, las
excepciones hacen la regla.
Los diezmos que ofrecieron Abraham y Jacob no sólo fueron
hecho por motivos diferentes, sino que además diezmaron el producto de
distintas cosas y a distintas personas. Por lo tanto, para que el diezmo pueda
considerarse como principio, norma o ley, las motivaciones, el tipo de ofrenda
y a quién se ofrenda, debe responder a un mismo patrón claramente determinado.
Este, debe ser el punto de partida para tener una idea correcta acerca de la
práctica del diezmo.
Sin embargo, y aunque el diezmo hoy no tiene vigencia, deja
una profunda enseñanza como principio; y es: “el cumplimiento de la ordenanza,
pero con buena y generosa disposición en gratitud y alabanza al único, y
soberano Dios”.
¿QUIÉNES OFRECIERON DIEZMO?
Algunos sostienen
que:
Abel, Caín, los Patriarcas Abraham y Jacob, y el pueblo de
Israel.
La Biblia dice:
*Que Abel y Caín“ofrendaron” (Génesis 4. 3-5), no dice:
“diezmaron”.
*Abraham dio el “diezmo de todo” (su botín) a Melquisedec,
Rey de Salem y Sacerdote del Dios altísimo (Génesis 14. 20)
*Jacob prometió el diezmo a Jehová, bajo condición: si Dios
lo bendecía, y según en lo que lo bendijera, le haría ofrenda. (Génesis 28.
18-22)
*Por último, La Biblia dice que Dios mandó a diezmar al
Pueblo de Israel por determinados y específicos motivos establecidos en el
pacto de la ley.
Conclusión:
En primer lugar, ofrenda y diezmo no es la misma cosa. El
diezmo es una de tantas formas de ofrenda; pero la ofrenda no necesariamente
debe ser el diezmo.
En segundo lugar, el diezmo que ofreció Abraham fue
voluntario y a su vez, ofrendó del producto de un botín de guerra, no del fruto
de la tierra como lo exige la ley del diezmo; pues ésta, todavía no había sido
promulgada. Y cuando diezmó, aunque no lo sabía, lo hizo conforme a su corazón y al propósito eterno
de Dios que habría de revelarse en la epístola a los Hebreos capítulo 7, mucho
tiempo después.
Al respecto, es importante destacar que el argumento que da
el escritor de la carta a los Hebreos, no es como lo interpretan algunos
diciendo que, como Melquisedec (tipo de Jesucristo) recibió el diezmo; de la
misma manera el creyente, como Abraham, debe dar el diezmo a Cristo. En
realidad, lo que se está exponiendo es un argumento mucho más sublime y
claramente literal; es decir, el propósito de este pasaje es exaltar la
importancia suprema y eterna del sacerdocio de Cristo según el orden de
Melquisedec por sobre el sacerdocio de Aarón.
“Y esto es aún más manifiesto, si a semejanza de Melquisedec
se levanta un sacerdote distinto, no constituido conforme a la ley del
mandamiento acerca de la descendencia, sino según el poder de una vida
indestructible” (Hebreos 7. 15-16)
En síntesis, para entender porque se habla del diezmo
solamente en el libro de Hebreos capítulo 7, es imprescindible su lectura en
forma completa para comprobar que no está referido al hecho de diezmar. No hay
doctrina, en ningún lugar de la Biblia, y mucho menos en el Nuevo Testamento,
que diga directa o indirectamente que la Iglesia debe diezmar (aunque la Biblia
nunca habla en forma indirecta)
¿QUÉ SE DIEZMABA?
Algunos sostienen
que:
Se debe ofrendar el diez por ciento de los ingresos, por
ejemplo de cada diez pesos billete, un peso billete o en su defecto, el diez
por ciento de los bienes materiales, sin aclarar lo que específicamente exigía
la Ley al respecto.
La Biblia dice:
“Y el diezmo de la tierra, así de la simiente de la tierra
como del fruto de los árboles, de Jehová es; es cosa dedicada a Jehová”
(Levítico 27. 30)
“Y todo diezmo de vacas o de ovejas, de todo lo que pasa
bajo la vara, el diezmo será consagrado a Jehová” (Levítico 27. 32)
“Indefectiblemente diezmarás todo el producto del grano que
rindiere tu campo cada año. Y comerás delante de Jehová tu Dios en el lugar que
él escogiere para poner allí su nombre, el diezmo de tu grano, de tu vino y de
tu aceite, y las primicias de tus manadas y de tus ganados...” (Deuteronomio
14. 22-23.)
Conclusión:
El espíritu del mandamiento es claro, no habla de ofrendar
oro, plata, cobre, etcétera, como en el caso de la construcción del tabernáculo
Éxodo 25. 1-9, sino que deja bien claro que la ley del diezmo es una medida
reguladora en cantidad y calidad de productos específicos obtenidos de la
tierra. En ningún lugar de las Escrituras se encuentra que Dios demanda el
diezmo de dinero. No obstante, tenemos el caso del publicano en la parábola de
Lucas 18. 12, quien, exagerando lo que él creía una virtud, dijo: “doy diezmo
de todo lo que gano”.
Se cita este único caso registrado en el Nuevo Testamento a
fin de disipar dudas; porque, lo importante es lo que el Señor ordena y no lo
que uno quiera hacer. Dios mandó que se debía diezmar determinadas cosas, no lo
que el hombre quisiera dar.
Sobre la base de esta aclaración, es importante recalcar que
es lo que se diezmaba; porque los que sostienen que la iglesia debe diezmar, no
enseñan que es lo que específicamente se debe diezmar según la ley. Aunque hoy
la Ley, no compromete a los que viven bajo la Gracia.
¿QUIÉNES DEBÍAN DIEZMAR?
Algunos sostienen
que:
No solamente el pueblo de Israel debe diezmar, sino también
la iglesia, argumentando que el diezmo es un principio.
La Biblia dice:
“Estos son los mandamientos que ordenó Jehová a Moisés para
los hijos de Israel, en el monte de Sinaí” (Levítico 27. 34)
Conclusión:
Evidentemente no hay mucho que pensar, su orden es clara y
explícita: éstos son mandamientos que ordenó Jehová Dios para el pueblo de
Israel. No se encuentra en el Nuevo Testamento que esta misma ordenanza haya
sido dada también para la Iglesia. Es decir, “el diezmo” es un mandamiento, es
ley y lo fue para Israel.
Ahora bien, en ese conjunto de ofrendas voluntarias,
incluyendo el diezmo, Levítico 27, se puede observar que muchos de estos
mandamientos son de orden moral y tienen vigencia perpetua; otros, aunque eran
ceremoniales y particulares a la economía judía, tienen un sentido espiritual e
instructivo para nosotros. Precisamente el diezmo, deja en forma indirecta una
enseñanza para la iglesia y es ésta: Las ordenanzas deben cumplirse. Sobre todo
cuando proceden de Dios y; aún más, cuando se ha asumido el compromiso de
obedecerlas.
¿SI EL DIEZMO ERA PARA ISRAEL, UN TIPO DE
OFRENDA, TENÍA OTRAS MANERAS DE OFRENDAR?
Algunos sostienen
que:
Israel tuvo otras formas de ofrendas; sí, lo reconocen, pero
no le dan la importancia que le dan al diezmo.
Esa postura, parcial y antojadiza, es la que no les permite
acceder al conocimiento del valor que tenían los otros tipos de ofrendas.
La Biblia dice:
Que Israel tenía varias formas de ofrenda y cada una
respondía a un motivo específico. Entre ellas estaba la ofrenda de paz, la
ofrenda por el pecado, ofrenda vegetal, ofrenda de expiación, ofrenda mecida,
ofrenda de la mañana, ofrenda encendida, ofrenda de las primicias, etc.
El conjunto de todas ellas es figura de la Suficiencia de
Cristo en su oficio mediador entre Dios y los hombres.
Fundamentalmente en los libros de Levíticos y Números, se
pueden encontrar cada una de ellas y su propósito.
La ofrenda del diezmo no debía ser cruenta y consistía
tanto, en el ofrecimiento de productos de la tierra como así también de
animales; es decir, para el pueblo de Israel representaba lo que hoy conocemos
por “impuesto” o “tributo”. Una
imposición no tiene nada que ver con un acto voluntario. Su propósito
espiritual disciplinarios era:
“Para que aprendas a
temer a Jehová tu Dios todos los días” (Deuteronomio 14. 23).
Y su propósito
práctico específico era:
“Cada tres años sacarás todo el diezmo de tus productos de
aquel año, y lo guardarás en tus ciudades. Y vendrá el levita, que no tiene
parte ni heredad contigo, y el extranjero, el huérfano y la viuda que hubiere
en tus poblaciones, y comerán y serán saciados; para que Jehová tu Dios te
bendiga en toda obra que tus manos hicieren”
(Deuteronomio 14. 28-29)
Conclusión:
Evidentemente el diezmo fue uno de los tantos tipos de
ofrenda ordenada únicamente para el pueblo de Israel.
La Iglesia pertenece a otra dispensación, la de la Gracia,
“EL NUEVO PACTO”.
En este punto, es sumamente importante destacar la gran
diferencia que existe respecto a la relación entre Dios y los hombres que están
bajo el antiguo pacto, el de la ley (obligación humana) y los que están bajo el
nuevo pacto, el de gracia (bendición divina) Y es tremendamente notable este
contraste cuando se compara el principio de la Ley con el principio de la
Gracia.
Cuando Dios presenta primero la obligación humana, la
bendición divina depende del cumplimiento fiel de esa obligación, es pura Ley y
en conformidad a ella.
Tomemos por ejemplo el pasaje que tenemos en Malaquías 3.10
EL MANDAMIENTO BAJO
EL ANTIGUO PACTO
Primero, estaba la
obligación humana:
“Traed todos los diezmos al alfolí (al granero, no al arca
de las ofrendas)y haya alimento (no-dinero)en mi casa; ...”
Segundo, la bendición divina actuaba si se cumplía la
obligación humana:
“...y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos,
si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros
bendición hasta que sobreabunde.”
EL MANDAMIENTO BAJO
EL NUEVO PACTO
Ahora bien, cuando se presenta primero la bendición, y la
obligación humana le sigue, todo es de pura gracia y obra en conformidad a
ella. Veamos este ejemplo
Primero, se pone en
acción la bendición divina:
“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no
de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.”
Segundo, debe ponerse
en acción la obligación humana como resultando:
“... Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para
buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en
ellas” (Efesios 2. 8-10)
Tomemos otro ejemplo
del NUEVO PACTO DE GRACIA, éste más referido al tema:
Primero, la bendición
divina:
“según haya prosperado” (Esto es, todas las provisiones
materiales - aparte de las espirituales - que el Señor nos concede por pura
gracia)
Segundo, la
obligación humana:
“Cada primer día de
la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo” (no dice diezmo); y agrega
“como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama
al dador alegre.” (No según EL registro de una determinada iglesia).
La gran diferencia que existe entre estar “bajo la Ley” y
estar “bajo la Gracia” puede notarse en estas simples palabras; la Ley dice “si
bien hiciereis te bendeciré”, “haz y vivirás” y la Gracia dice “te he
bendecido, has pues ahora el bien” “vive y haz”.
La Ley comienza con lo que se debe hacer, la Gracia comienza
con lo que Dios ya ha hecho.
Bendito sea nuestro Dios que nos ha escogido para gozar el
privilegio y la responsabilidad de vivir bajo su Gracia.
EL DIEZMO, ¿ES UN MANDAMIENTO PARA LA
IGLESIA COMO LO FUE PARA ISRAEL?
Algunos sostienen
que:
El diezmo es un mandamiento para la Iglesia de la misma
manera que lo fue para Israel. Más aún, también pregonan que se lo debe tomar
como “principio” de lo que es “ofrenda”; y a su vez, predican que el diezmo
debe ser dinero y/o bienes materiales, desconociendo lo que establece claramente
la Ley: el fruto de la tierra o animales, todo lo que pase bajo la vara.
La Biblia dice:
Que el pueblo de Israel es quien debía dar el diezmo, y no
lo dice con respecto a la Iglesia. Sin embargo, si habla específicamente de
ofrenda, pero bajo conceptos muy distinto a los que tenía el diezmo para el
pueblo de Israel.
Este nuevo concepto,
está basado en el conocimiento del valor que posee la gracia.
“El que siembra
escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente,
generosamente también segará. Cada uno dé como propuso en su corazón: no con
tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre”
(2 Corintios 6. 20)
“En cuanto a la ofrenda para los santos, haced vosotros
también de la manera que ordené en las iglesias de Galacia. Cada primer día de
la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado,
guardándolo, para que cuando yo llegue no se recojan entonces ofrendas” (1
Corintios 16. 1-2 y ss.)
Obsérvese que dice “ofrenda” y no diezmo; y en el versículo
siguiente, el apóstol habla de “donativos”. No habla de la décima parte de lo
prosperado.
Conclusión:
Bajo ningún punto de vista tiene cabida hablar del diezmo
como manera de ofrendar en la iglesia. Los motivos son obvios: porque
básicamente es ley y no principio, porque es para Israel y no para la Iglesia.
El que quiera diezmar debe sentir toda la libertad de hacerlo; y si lo hace,
debe ser voluntariamente y con discernimiento. Pero, lo que no se debe hacer,
es predicar “el diezmo” como doctrina para la Iglesia porque no lo es.
Ahora bien, si consideramos que el diezmo representaba la
ofrenda de una parte proporcional de la prosperidad recibida era,
indudablemente, equitativa y no gravosa para nadie. Hoy, bajo la libertad de la
Gracia (cuando “líderes” y “pastores”, muchas veces no tienen en cuenta la
condición económica de cada miembro de la Iglesia y donde, además, no se enseña
que el diezmo es una parte proporcional del fruto obtenido de la tierra)
quieren imponerlo como ley, y es una carga
injusta porque al más pobre le sería muy gravoso y al más rico, quizás
no le represente nada. Esto, si lo consideramos desde un punto de vista
material, pero si lo consideráramos desde el punto de vista de la Palabra donde
sugiere que “cada uno dé como propuso en su corazón” o sea voluntariamente; y
además, lo analizáramos desde una posición puramente espiritual, comprobaríamos
que la ofrenda es un compromiso mayor que el diezmo y su porcentaje en términos
numéricos, sería relativo.
Por otro lado, desde el punto de vista doctrinal, hay otros
principios importantes de la Ley y, sin embargo, se dejan de lado
irresponsablemente.
Obsérvese que el
mismo Señor Jesús les advierte a los judíos que estaban bajo la Ley:
“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque diezmáis
la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la
justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer
aquello. ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito, y tragáis el camello!” (Mateo
23. 23-24)
Si esto le reclamaba a aquellos que todavía no habían
gustado el beneficio de la gracia, cuanta más vigencia tiene para nosotros esta
advertencia; que, dejando de lado muchas veces los verdaderos principios de la
ley tales como: la justicia, la misericordia y la fe, algunos “sugieren” como
obligación tener que “diezmar”.
Por todo lo expuesto anteriormente, los grandes y
reconocidos siervos de Dios a través de la historia de la Iglesia no se
dedicaron a predicar sobre el diezmo. No se encuentran registros que lo hayan
hecho, sean estos: Apóstoles, Padres de la iglesia, Calvino, Lutero, Moody,
Spúrgeon y tantos otros. Sólo se ha encontrado el testimonio de que fuero
ellos, quienes comenzaron por ofrendarse a sí mismos.
En síntesis: Es más importante ejercitarnos en los
principios fundamentales de la Ley a través de lo que nos revela el espíritu de
la letra, que caer en el mismo pecado que los escribas y fariseos.
¿SI EL DIEZMO ES UNA FORMA DE OFRENDA Y NO
TODA OFRENDA ES EL DIEZMO, CUÁL ES PRINCIPIO Y CUÁL ES LEY?
Algunos sostienen
que:
El diezmo debe tomarse como principio para ofrendar a Dios
porque sostienen que no nace con la Ley dada a Moisés, sino que es parte del
pacto de Dios con Abraham.
Además, sostienen que el principio de esta práctica rige
para el sostén económico de la obra del evangelio, pues argumentan que Pablo
dice: “ordenó el Señor a los que anuncian el evangelio, que vivan del
evangelio” (1 Corintios 9. 11–14)
La Biblia dice:
Muy claramente dos
cosas que descalifican a los argumentos anteriores:
En primer lugar, no nace del Pacto de Dios con Abraham; pues
el pacto concertado con Abraham es incondicional en todas sus partes y trata
acerca de lo que Jehová hará a favor de Abraham y mediante él. En consecuencia,
en ningún momento Dios le ordena a Abraham que como contrapartida de las
promesas recibidas tenga que dar el diezmo; véase Génesis 12. 1-3; 13. 14-17;
15. 4-21; 17. 4-8. Sin embargo, es importante destacar que Abraham halló gracia
delante de Dios porque le había obedecido en todo, antes que existiera el Pacto
de la ley:
“Por cuanto oyó
Abraham mi voz, y guardó mi precepto, mis mandamientos, mis estatutos y mis
leyes” (Génesis 26. 5)
En segundo lugar, no cabe ninguna duda que Dios se estaba
dirigiendo, expresamente, al pueblo de Israel cuando dice:
“Estos son los estatutos, ordenanzas y leyes que estableció
Jehová entre sí y los hijos de Israel en el monte de Sinaí por mano de Moisés”
(Levítico 26. 46)
Es decir, en el momento que Dios dio la Ley y no antes, dejó
instituida la ofrenda del diezmo.
Conclusión:
En primer lugar, para disipar toda duda, es necesario tener
conocimiento del significado de algunas palabras:
LEY: Regla de
acción impuesta por una autoridad superior.
LEY DE MOISÉS:
Mandatos o reglas que dio Dios al pueblo de Israel por medio de Moisés.
OFRENDA: Dádiva o
servicio en muestra de gratitud y amor.
PRINCIPIO: Entre otras acepciones significa, idea o mandato
particular que sirve para que uno se rija. En referencia a los principios
divinos, éstos tienen vigencia eterna.
Considerando la definición de estas palabras, se deduce que
el diezmo es ley para el pueblo de Israel.
Ahora bien, cuando se argumenta que la práctica del diezmo
es para sostén de la Iglesia, debemos saber que el diezmo no se instituyó para
cumplir esa función: primero, porque cuando se estableció no había Iglesia;
segundo, porque cuando hubo iglesia dejó de tener vigencia como ley. En otras
palabras, el propósito del “diezmo” era para satisfacer otro tipo de demanda.
Por otro lado, también se pretende insistir con la idea del
“diezmo” como sostén para los que viven para evangelio argumentando lo que dice
el apóstol en 1 Corintios 9. 11-14 sin considerar en profundidad el
espíritu de la letra. Dios autoriza a que los que vivan “para” el evangelio,
que vivan “del” evangelio, no del diezmo. El evangelio en ningún lugar proclama
que hay que diezmar para asegurar un sostén para el que lo predica. Ésta no es
norma que el Señor ha impuesto para Su Iglesia. Veamos: “Si nosotros sembramos
entre vosotros lo espiritual, ¿es gran cosa si segáremos de vosotros lo
material? Si otros participan de este derecho sobre vosotros, ¿cuánto más
nosotros? Pero no hemos usado de este derecho, sino que lo soportamos todo, por
no poner ningún obstáculo al evangelio de Cristo. ¿No sabéis que los que
trabajan en las cosas sagradas, comen del templo, y que los que sirven al
altar, del altar participan? Así también ordenó el Señor a los que anuncian el
evangelio, que vivan del evangelio”. Y no se menciona el resto del contexto que
continúa hasta el versículo 19. Justamente, conocer el resto del pasaje hasta
el final que, deliberadamente o no, no se menciona, nos aportará una enseñanza
más acabada sobre el asunto. Considerarlo es clave, porque en él, Pablo
confiesa lo que siente como Apóstol de Jesucristo por mandato de Dios a
predicar Su evangelio. Esta actitud es digna de ser tenida en cuenta de cómo
debería obrar, si es posible, todo aquel que ha asumido el mismo compromiso:
“Pero yo de nada de esto me he aprovechado, ni tampoco he escrito esto para que
se haga así conmigo; porque prefiero morir, antes que nadie desvanezca esta mi
gloria. Pues si anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me es
impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no anunciare el evangelio! Por lo cual, si
lo hago de buena voluntad, recompensa tendré; pero si de mala voluntad, la
comisión me ha sido encomendada. ¿Cuál, pues, es mi galardón? Que predicando el
evangelio, presente gratuitamente el evangelio de Cristo, para no abusar de mi
derecho en el evangelio. Por lo cual, siendo libre de todos, me he hecho siervo
de todos para ganar a mayor número” (1 Corintios 9. 15-19).
La Escritura es muy clara. De todas maneras, es importante
leer todo el capítulo 9 de 1 Corintios, ya que de este modo tendremos una idea
más completa acerca de la responsabilidad que le compete a cada uno, sean
pastores o rebaño, sean los que toman la ofrenda o los que la practican.
Por otro lado, debemos reconocer que este argumento que
algunos sostienen parcialmente es verdad porque tiene sustento escritural. Sólo
que la ofrenda, si se la entiende como tal, es primeramente para sustento de la
iglesia en general y luego, para los que anuncian el evangelio en particular.
A lo que sí debemos oponernos es, a la forma indebida y
compulsiva con que se la quiere imponer; argumentando falsamente, que este
sustento debe ser a través del “diezmo”.
Además, es necesario destacar que “la ofrenda” es un
privilegio exclusivo de la iglesia y para la iglesia. En primer lugar, para
suplir la necesidad de los santos; en segundo lugar, para la predicación del
evangelio. Dice el Apóstol en 2 Corintios 8. 2-5 refiriéndose a la gracia de
Dios que ha sido dada a las iglesias de Macedonia:
“Que en grande prueba de tribulación, la abundancia de su
gozo y su profunda pobreza abundaron en riquezas de su generosidad. Pues doy
testimonio de que con agrado han dado conforme a sus fuerzas, y aún más allá de
sus fuerzas, pidiéndonos con muchos ruegos que les concediésemos el privilegio
de participar en este servicio para los santos. Y no como lo esperábamos, sino
que a sí mismos se dieron primeramente al Señor, y luego a nosotros por la
voluntad de Dios”.
Obsérvese que El apóstol no habla de “diezmo”; más aún, ni
siquiera lo insinúa.
Además, dio un testimonio ejemplar diciendo que en su espíritu
no estaba el vivir económicamente del evangelio.
La iglesia del Señor
se sostiene por la provisión que Él hace por medio de su gracia, a través de la
ofrenda voluntaria y generosa de sus hijos.
¿QUÉ SE DEBE ENSEÑAR A LA IGLESIA, ¿A
DIEZMAR U OFRENDAR?
Algunos sostienen
que:
Se debe enseñar a la iglesia a ofrendar el diezmo;
inclusive, muchos predican y componen sermones argumentando “bíblicamente” que
la iglesia debe ofrendar, como mínimo, el diezmo.
La Biblia dice:
“Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga
aparte algo, según haya prosperado” (1 Corintios 16. 2)
Conclusión:
Debemos tener la convicción y a su vez enseñar a la iglesia
que unos de los principios eternos es la “OFRENDA”
y no el “DIEZMO”.
Ahora bien, en adelante no nos referiremos más al “DIEZMO”,
sino que nuestra atención se dirigirá a la “OFRENDA” como principio; pues, debe
ser nuestra aspiración descubrir las maravillas de lo que este privilegio
representa. Quiera el Señor que a través de ella encontremos uno de los tantos
medios que el Señor nos concede para que lleguemos a comprender su verdadero
evangelio, EL EVANGELIO DE LA GRACIA SOBERANA; el que trae verdadera salvación.
Hermanos, sí es verdad que hemos sido regenerados, Dios nos
ha dado los recursos necesarios para entender y cumplir sus demandas. Dijo el
Señor:
“Les daré un corazón, y un espíritu nuevo pondré dentro de
ellos; y quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne, y les daré un
corazón de carne, para que anden en mis ordenanzas, y guarden mis decretos y
los cumplan, y me sean por pueblo, y yo sea a ellos por Dios” (Ezequiel 11.
19-20)
“Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de
todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré. Os daré
corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra
carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de
vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis
preceptos, y los pongáis por obra” (Ezequiel 36. 25-27)
¿Qué quiere decir esto?. Nada menos que aquellos que hemos
sido regenerados, y hoy vivimos bajo la Gracia, tenemos la posibilidad de saber
distinguir con certeza lo que es ley, estatutos y ordenanzas. Esto es posible,
porque “Nuestra competencia proviene de Dios, el cual asimismo nos
hizo ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del
espíritu; porque la letra mata, más el espíritu vivifica” (2 Corintios 3. 5-6)
Y, conforme a ese espíritu, estamos capacitados para
diferenciar lo que es estar sujetos a la ley y lo que es ser libres amparados
por la gracia; pues la garantía es que,“ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para
aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo
del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra” (Romanos 7. 6).
Lo que se debe enseñar en la iglesia es a “OFRENDAR”, no como una obligación, sino como algo que
nace de un sentimiento de gratitud hacia aquel que siendo Dios y Señor, se
ofrendó a Sí mismo por nosotros, a fin de que seamos para alabanza de su
gloria.
¿POR DÓNDE SE DEBE EMPEZAR A OFRENDAR?
Algunos sostienen que: Se debe empezar a ofrendar el diezmo de los ingresos; incluyendo,
además, el de los bienes y por último todo aquello que tenga valor monetario.
Luego la “iglesia”, a través del “pastor” o la “organización”, se encargará de
darle destino.
La Biblia dice:
Varias cosas respecto a la ofrenda, el conjunto de todas
ellas nos dará una idea global acerca de cuál sea la voluntad de Dios al
respecto.
Citaré algunas:
* La ofrenda nace de
la relación hombre caído - Dios:
“Y el hombre respondió: La mujer que me diste por compañera
me dio del árbol, y yo comí. Entonces Jehová Dios dijo a la mujer: ¿Qué es lo
que has hecho? Y dijo la mujer: La serpiente me engañó, y comí. Y Jehová Dios
dijo a la serpiente: Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre todas las
bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu pecho andarás, y polvo
comerás todos los días de tu vida. Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y
entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le
herirás en el calcañar” (Génesis 3. 12-15)
“Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de
pieles, y los vistió” (Génesis 3. 21)
“Y aconteció andando el tiempo, que Caín trajo del fruto de
la tierra una ofrenda a Jehová. Y Abel trajo también de los primogénitos de sus
ovejas, de lo más gordo de ellas” (Génesis 4. 3-4)
* No toda ofrenda es
agradable a Dios:
“Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda; pero no
miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya” (Génesis 4. 4-5)
* No cualquiera puede
ofrendar a Dios:
“Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda; pero no
miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya” (Génesis 4. 4-5)
* Dios determinó que
toda ofrenda debe ser voluntaria:
“Jehová habló a Moisés, diciendo: Di a los hijos de Israel
que tomen para mí ofrenda; de todo varón que la diere de su voluntad, de
corazón, tomaréis mi ofrenda” (Éxodo 25. 1)
“Si su ofrenda fuere holocausto vacuno, macho sin defecto lo
ofrecerá; de su voluntad lo ofrecerá a la puerta del tabernáculo de reunión
delante de Jehová” (Levítico 1. 3)
“Jehová habló a Moisés, diciendo: Habla a los hijos de
Israel, y diles: Cuando hayáis entrado en la tierra de vuestra habitación que
yo os doy, y hagáis ofrenda encendida a Jehová, holocausto, o sacrificio, por
especial voto, o de vuestra voluntad, o para ofrecer en vuestras fiestas solemnes
olor grato a Jehová, de vacas o de ovejas;...” (Números 15. 1-3)
* La ofrenda debe ser el resultado del reconocimiento a Su
buena voluntad:
“El hacer tu
voluntad, Dios mío, me ha agradado,
Y tu ley está en medio de mi corazón.
He anunciado justicia en grande congregación;
He aquí, no refrené mis labios,
Jehová, tú lo sabes.
No encubrí tu justicia dentro de mi corazón;
He publicado tu fidelidad y tu salvación;
No oculté tu misericordia y tu verdad en grande asamblea”
(Salmo 40. 8-10)
*La ofrenda comienza
por uno mismo:
“Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en
común todas las cosas; y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a
todos según la necesidad de cada uno” (Hechos 2. 44-45)
“Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios,
que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios,
que es vuestro culto racional” (Romanos 12. 1)
“Asimismo, hermanos, os hacemos saber la gracia de Dios que
se ha dado a las iglesias de Macedonia; que en grande prueba de tribulación, la
abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron en riquezas de su
generosidad. Pues doy testimonio de que con agrado han dado conforme a sus
fuerzas, y aun más allá de sus fuerzas, pidiéndonos con muchos ruegos que les
concediésemos el privilegio de participar en este servicio para los santos. Y
no como lo esperábamos, sino que a sí mismos se dieron primeramente al Señor, y
luego a nosotros por la voluntad de Dios” (2 Corintios 8. 1-5)
* La ofrenda debe ser
completa; pues, sólo somos administradores de sus bienes:
“Jehová es mi pastor;
nada me faltará.
En lugares de delicados pastos me hará descansar;
Junto a aguas de reposo me pastoreará.
Confortará mi alma; Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre”
(Salmo 23.1-3)
“Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no
escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no
nos dará también con él todas las cosas?” (Romanos 8. 31-32.
* La ofrenda
prometida a Dios, debe cumplirse:
“Cuando alguno hiciere voto a Jehová, o hiciere juramento
ligando su alma con obligación, no quebrantará su palabra; hará conforme a todo
lo que salió de su boca” (Números 30. 2)
“Cuando haces voto a Jehová tu Dios, no tardes en pagarlo;
porque ciertamente lo demandará Jehová tu Dios de ti, y sería pecado en ti. Más
cuando te abstengas de prometer, no habrá en ti pecado. Pero lo que hubiere
salido de tus labios, lo guardarás y lo cumplirás, conforme lo prometiste a
Jehová tu Dios, pagando la ofrenda voluntaria que prometiste con tu boca”
(Deuteronomio 23. 21-23)
* La ofrenda no puede
ser indigna:
“Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas
de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar,
y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu
ofrenda” (Mateo 5. 23-24)
* Para qué debe ser
utilizada la ofrenda:
“El que da semilla al que siembra, y pan al que come,
proveerá y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los frutos de vuestra
justicia, para que estéis enriquecidos en todo para toda liberalidad, la cual
produce por medio de nosotros acción de gracias a Dios. Porque la ministración
de este servicio no solamente suple lo que a los santos falta, sino que también
abunda en muchas acciones de gracias a Dios; pues por la experiencia de esta
ministración glorifican a Dios por la obediencia que profesáis al evangelio de
Cristo, y por la liberalidad de vuestra contribución para ellos y para todos;
asimismo en la oración de ellos por vosotros, a quienes aman a causa de la
superabundante gracia de Dios en vosotros” (2 Corintios 9. 10-14)
* Responsabilidad de
los que recogen y viven de la ofrenda:
“Palabra fiel: Si alguno anhela obispado, buena obra desea.
Pero es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer,
sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar; no dado al vino, no
pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no
avaro; que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda
honestidad (pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la
iglesia de Dios?); no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la
condenación del diablo. También es necesario que tenga buen testimonio de los
de afuera, para que no caiga en descrédito y en lazo del diablo” (1 Timoteo 3.
1-7)
* Se debe rendir
cuenta y destino de la ofrenda:
“ Enviamos juntamente con él al hermano cuya alabanza en el
evangelio se oye por todas las iglesias; y no sólo esto, sino que también fue
designado por las iglesias como compañero de nuestra peregrinación para llevar
este donativo, que es administrado por nosotros para gloria del Señor mismo, y
para demostrar vuestra buena voluntad; evitando que nadie nos censure en cuanto
a esta ofrenda abundante que administramos, procurando hacer las cosas
honradamente, no sólo delante del Señor sino también delante de los hombres” (2
Corintios 8. 18-21)
* Responsabilidad de
todo pastor; viva o no de la ofrenda:
“¡Ay de los pastores de Israel, que se apacientan a sí
mismos! ¿No apacientan los pastores a los rebaños? Coméis la grosura, y os
vestís de la lana; la engordada degolláis, mas no apacentáis a las ovejas. No
fortalecisteis las débiles, ni curasteis la enferma; no vendasteis la
perniquebrada, no volvisteis al redil la descarriada, ni buscasteis la perdida,
sino que os habéis enseñoreado de ellas con dureza y con violencia. Y andan
errantes por falta de pastor, y son presa de todas las fieras del campo, y se
han dispersado. Anduvieron perdidas mis ovejas por todos los montes, y en todo
collado alto; y en toda la faz de la tierra fueron esparcidas mis ovejas, y no
hubo quien las buscase, ni quien preguntase por ellas” (Ezequiel 34. 2-6)
“Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que
el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del
Señor, la cual él ganó por su propia sangre. Porque yo sé que después de mi
partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al
rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas
para arrastrar tras sí a los discípulos” (Hechos 20. 28-30)
“Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando
de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino
con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro
cuidado, sino siendo ejemplos de la grey. Y cuando aparezca el Príncipe de los
pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria” (1 Pedro 5.
2-4)
Conclusión:
Un verdadero siervo de Dios, siempre debe presentar
argumentos que se sustenten en las Escrituras; y no manipularla deliberadamente
para que éstas apoyen sus argumentos. Ese acto es adulterar la sana Doctrina y
oponerse al mandamiento santo que dice: “Pero tú habla lo que está de acuerdo
con la sana doctrina”. Esta aclaración es necesaria, porque debemos saber que
para llegar a una conclusión doctrinal correcta de un determinado tema (en este
caso “el diezmo”), es imprescindible su estudio desde todos los aspectos
posibles, pero siempre dentro de su contexto; esta es la única manera de
obtener una correcta interpretación.
Hecha esta explicación, es nuestro deber asumir una posición
responsable respecto al tema; para ello, nos basaremos en los trece puntos
anteriores fundamentados en la Escritura.
Muchos hemos tenido la oportunidad de comprobar cuanta gente
vive angustiada con la carga del diezmo. Prédicas persistentes y sistemáticas
han agobiado sus almas con un peso impuesto que muchas veces no pueden
soportar; pero, si tuvieran en cuenta las palabras del Señor Jesús cuando dijo:
“Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis
verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará
libres” (Juan 8. 31-32) Serían verdaderamente libres.
Cuando se conoce y permanece en su Palabra es cuando se
tiene la libertad que sólo el Señor puede otorgar. La palabra es la espada, es
el arma defensiva y ofensiva que posee el creyente para luchar contra el yugo
que pretenda imponerle: el mundo, satanás y la carne.
Escuchen al Señor
Jesús hablándole a los “religiosos”:
“¡Ay de vosotros también, intérpretes de la ley! porque
cargáis a los hombres con cargas que no pueden llevar, pero vosotros ni aun con
un dedo las tocáis” (Lucas 11. 46)
Ahora, dejemos por un instante la carga del Diezmo y meditemos
el espíritu de estos pasajes que fueron expuestos. Ellos están revelando que lo
que es realmente importante como principio, es la Ofrenda.
Quiera el Señor que a través de Su Palabra –de su sana
interpretación y ejercicio–, podamos encontrar el verdadero camino que nos
conduzca a una relación genuina y madura espiritualmente, con Él.
Para concluir
repasemos:
En el punto uno, la Biblia nos dice que la ofrenda nace como
“único medio” de relación entre Dios y el hombre caído. Esto quiere decir que
el hombre, al haber dado lugar al pecado, perdió la libre comunión con su
Creador; por lo cual, de allí en adelante está imposibilitado para poder
acceder delante de su presencia; y la única forma será por el único medio
posible: la intermediación de ofrendas cruentas.
La ofrenda cruenta -como medio de restablecer una nueva
relación- es una manifestación de amor y gratitud a quién tuvo la misericordia
de otorgar la posibilidad de arrepentimiento por los pecados reconciliando
consigo mismo a todo aquel que invoque Su nombre. El primero que realizó una
ofrenda cruenta fue Dios, quien siendo suficiente en Sí Mismo y sin ninguna
necesidad de servir ni amar al hombre que había pecado contra su divina
Persona, le sacrificó animales para cubrir con pieles su desnudez; pero lo más
importante, es que no sólo le dio una solución para el momento tapando su
vergüenza, el sacrificio de animales tiene un significado espiritual mucho más
profundo; y es derramar sangre “Porque sin derramamiento de sangre no hay
remisión de pecado”. Allí comenzó la primera acción de perdón; sólo que el
derramamiento de sangre de animales cubriría el pecado en forma transitoria
(Hebreos 10). Es así como la Ofrenda es una manifestación de amor; y Dios la
hizo primero. Por eso la Biblia dice:
“En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado
a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación
por nuestros pecados” (1 Juan 4. 10)
Si no has entendido esto, detente; porque éste es el primer
paso que debes dar para tener la seguridad de tu salvación. Con esto quiero
decir que tu salvación se origina en la buena voluntad del Padre que ofrendó a
Su Hijo para ti; y debes comprender también que, Dios no sólo tiene poder para
salvarte, sino que también tiene voluntad de salvarte porque te ama.
No olvides esto,
ofrenda y amor siempre van de la mano.
En los puntos dos y tres podremos apreciar que no toda
ofrenda es agradable a Dios; también, no
todos los que ofrendan son agradables a Su Persona.
¿Qué quiere decir esto? Que las excelencias de Dios exigen
tus excelencias.
Con sus ofrecimientos, Caín y Abel, nos dan un claro ejemplo
acerca de los dos tipos de ofrenda. En primer lugar, debes saber que existen
dos tipos de ofrendas, una es cruenta y las otras no. Desde el principio, el hombre
caído sabía que la relación con Dios sólo era posible restablecerla a través
del sacrificio cruento (La sangre derramada de una víctima inocente, obraba
como expiación por el pecado, haciendo posible la propiciación delante de su
Persona) Es decir, de la misma manera que Dios lo había hecho para con nuestros
primeros padres, Adán y Eva, y conforme a la promesa del sacrificio cruento de
su Hijo para toda la descendencia humana, todos debían obrar de la misma manera
“por cuanto todos pecaron”. Caín lo sabía, y sin embargo ofrendó lo que a él le
pareció; mientras que Abel, ofrendó lo que Dios demandaba conforme a su
voluntad.
Así que, si has de
ofrendar algo a Dios, sea lo que sea, busca que sea conforme a su agrado.
En segundo lugar, debemos conocer su agrado; éste consiste
en que todo hombre que pretenda llegar a Él ha de ser por medio de la ofrenda
de un sacrificio cruento. “Sin derramamiento de sangre no se hace remisión”
(Hebreos 9. 22) Sólo después que hayas ofrecido el sacrificio cruento (expiación
por los pecados), puedes continuar tu relación (comunión) por medio de ofrendas
no cruentas.
Por eso los Patriarcas y todos los hombres que querían
acceder a su presencia, debían hacerlo a través del sacrificio; y estos
sacrificios eran sustitutos, figura, de Aquel que habría de ofrendarse a Sí
Mismo.
Hoy, bajo la gracia, no necesitamos hacer más ofrenda
cruenta por el pecado pues ya lo hizo Cristo y “una vez para siempre,
ofreciéndose a sí mismo”.
Ahora preguntarás, qué tiene que ver el sacrificio de Cristo
con tu ofrenda. Muy sencillo, para hacer una ofrenda a Dios, de cualquier tipo
que sea, debes tener primero la certeza de tu salvación; pues, si
verdaderamente eres salvo, si has aceptado a Cristo como tu Salvador personal,
estás cubierto con la ofrenda cruenta que Dios demanda y el Señor Jesús ya la
realizó por ti. Recién, y sólo entonces, estás habilitado para acceder a la
presencia de Dios con tu ofrenda de gratitud, ofrenda no cruenta. Si no eres
salvo; ni tú, ni tu ofrenda (como la de
Caín) serán agradables a Dios.
Así que cuando dieres tu ofrenda debes tener la seguridad de
tu salvación en Cristo Jesús, una salvación que no depende de ti, sino de Su
suficiencia; por lo cual, no se pierde en ningún momento y es eterna, no lo
dudes.
En el punto cuatro el Señor te revela que cuando dieres una
ofrenda, debe ser voluntaria. Presta atención: siempre y a través de todos los
tiempos, la ofrenda agradable a Dios ha de ser voluntaria; esta es una
condición que Dios ha impuesto al hombre, porque de lo contrario, no sería
ofrenda.
Cuando Dios le reguló el diezmo al pueblo de Israel, lo hizo
sobre lo que el pueblo prometió voluntariamente y no cumplió. ¿Quieres tú
llevar esa carga? Si lo deseas, no pecas; pero debes saber que no estás
obligado.
El punto cinco dice que tu ofrenda, debe ser conforme a la
convicción que tengas y a la gratitud de saber que has recibido un don
inmerecido que tu ni nadie puede comprar.
Ahora, al considerar el punto seis debemos hacer un alto en
la meditación de la ofrenda como principio; para recomendarte, muy
solemnemente, que leas detenidamente todo el libro: “Carta a los Romanos”. Éste
tratado, es el documento más grande sobre la salvación que un creyente no puede
dejar de conocer. Cuando te decidas a hacerlo, pídele a Dios que derrame su
Espíritu sobre ti; y si lo haces, ganarás tres cosas. La primera: Su Espíritu;
cuando el Espíritu Santo venga y ciertamente more en ti, será de una vez y para
siempre (no necesitarás que nadie te lo imponga) La segunda, será tu salvación;
ese mismo Espíritu, al morar en ti, es el que te da la salvación y la vida
eterna conforme a los méritos de Cristo Jesús, no a tus méritos. Y la tercera,
entenderás con claridad meridiana cómo Él la realizó por medio de tu
arrepentimiento de pecado y la fe en Jesucristo.
¿Por qué es importante esta aclaración? Porque cuando hayas
entendido y aceptado esta verdad del Evangelio, comprenderás que la ofrenda
agradable a Dios es, en primer lugar, tu persona. Si tu ofrenda no comienza con
tu persona como está escrito en (Romanos 12. 1-2) que dice:
“Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios,
que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios,
que es vuestro culto racional (espiritual). No os conforméis a este siglo, sino
transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que
comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”
Nada que intentes ofrendar, si no es
primeramente tu persona, sirve delante de Dios.
Dice el Salmista:
“Porque no quieres sacrificio, que yo lo daría;
No quieres holocausto.
Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado;
Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh
Dios” (Salmo 51. 16-17)
El punto siete habla acerca de esa nueva relación que tienes
con Dios por medio de tu salvación. Has nacido a una nueva vida, has sido
regenerado; y si en verdad lo eres.
“Haced, pues, frutos
dignos de arrepentimiento” (Mateo 3. 8)
Tampoco debes olvidar que ahora
“Sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo
adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de
las tinieblas a su luz admirable” (1 Pedro 2. 9)
Es decir, ahora tienes un compromiso con el Señor, eres
parte de su Iglesia; eres un actor, no un espectador de Su obra. El Señor te ha
dotado de dones y beneficios tanto espirituales como materiales. Nada te
faltará, esa es su promesa y ten por seguro que no faltará.
Si llegas a convencerte de esta verdad, podrás comprobar en
lo íntimo, como Dios, cuando nos dio a Su Hijo, también con Él nos dio todas
las cosas que necesitamos, espirituales y materiales; pues, ahora nos ha hecho,
nada menos, que administradores de su Gracia. ¡Qué responsabilidad!.
Sin embargo, esta carga de amor que hemos asumido se alivia,
cuando también nos ha dado a saber que no a todos les confió la misma cantidad
de talentos; no es verdad que la pobreza es siempre el resultado de nuestras
mezquindades para con Él, como se dice.
El Señor, en su Soberanía, no ha dotado a todos de la misma
cantidad de bienes o “talentos”. Lo importante es saber en la intimidad y
delante de Su presencia (no en el registro de la iglesia), cuántos y cuáles son
los dones espirituales y materiales, conque ha dotado a cada uno por su Gracia.
Luego confiemos que Él, viendo en lo secreto nuestro corazón,
hará su justa evaluación de nuestra generosidad.
Con respecto a la
ofrenda de dinero, recuerda que en una oportunidad
“Vino una viuda pobre, y echó dos blancas, o sea un
cuadrante. Entonces (Jesús) llamando a sus discípulos, les dijo: De cierto os digo
que esta viuda pobre echó más que todos los que han echado en el arca; porque
todos han echado de lo que les sobra; pero ésta, de su pobreza echó todo lo que
tenía, todo su sustento” (Marcos 12. 42-44)
El punto ocho nos dice algo más acerca de la ofrenda;
sabemos que es voluntaria y no obligatoria como el diezmo; por consiguiente
debe ser meditada, “Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni
por necesidad, porque Dios ama al dador alegre”.
Ahora bien, lo que propusiste en tu corazón, debes
cumplirlo; debes aprender a asumir tus compromisos, sobre todo si te has
comprometido con el Señor.
El punto nueve dice que, además de voluntaria no puede ser
indigna. Es decir, la ofrenda que no provenga de un alma que esté en una
verdadera comunión con el Señor por medio de una vida consagrada y santa, no
sirve para nada ¿Cómo está tu vida, tienes algún pecado oculto?, ¿Tienes algo
contra tu hermano?. Examínate, porque tu ofrenda por sí misma no es nada
delante de Dios.
Al llegar a este punto donde ha quedado al descubierto que
la ofrenda, tu ofrenda, debe satisfacer determinadas exigencias de parte de
Dios para ser aceptada como tus “excelencias” en servicio y gratitud,
comprenderás que no todas las ofrendas son de su agrado.
Ahora, ¿Te has puesto a pensar, las veces que has ofrendado
sin el conocimiento que tal acto demanda?. Y siendo esto una verdad,
evidentemente muchas de tus “ofrendas” no llegaron al Señor. Entonces, la
pregunta es: ¿quién se quedó con ellas? ¡¡Cuidado!! Debes saber todo esto. Y en
el único lugar en que podrás estar prevenido, es en el rebaño del Buen Pastor
quién nos alertó con estas palabras:
“Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las
ovejas. Mas el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las
ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las
ovejas y las dispersa. Así que el asalariado huye, porque es asalariado, y no
le importan las ovejas. Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías
me conocen, así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida
por las ovejas” (Juan 10.11-15)
Hasta aquí, nos hemos referido a la ofrenda como principio;
pero es importante hacer, por lo menos, una lista de algunos de esos principios
que hemos descubierto y reconocido por medio de la ofrenda, éstos son:
Reconocimiento de Dios, como Señor y
salvador. (Su Soberanía)
Reconocimiento de
que nada es nuestro y que todo es de Él; sólo ofrendamos una parte de todo lo
que nos da para nuestra subsistencia. (Dependencia)
Reconocimiento de
que Él ha provisto la Ofrenda cómo una de las manifestaciones de gratitud para
llegarnos a Él. (Su misericordia)
Reconocimiento de
la naturaleza de la ofrenda como una manifestación de amor en donde Él ofrendó
primero un Salvador; y en eso consiste el amor, en que Él nos amó primero. (Su
amor)
Reconocimiento que
nada nos pertenece (Humildad)
Reconocimiento de
Su prodigalidad (Gratitud)
Reconocimiento de
que la ofrenda aceptable es la un hombre que aspira a ser agradable a Él.
(Consagración)
Reconocimiento de que somos sólo
administradores de su gracia. (Responsabilidad)
Estoy seguro de que conforme a tu espiritualidad, podrás
encontrar muchos principios más que serán de bendición para tu alma.
Asimismo, es importante destacar que la ofrenda involucra y
compromete aún mucho más que el diezmo. Especialmente a quienes la recogen en
el nombre del Señor.
La ofrenda como
principio:
El punto diez, dice en qué debe ser utilizada la ofrenda.
Especialmente, para suplir las necesidades de los santos; es decir, para
asistir al pueblo de Dios en sus necesidades.
Dice la Escritura:
“Así que no había entre ellos ningún necesitado; porque
todos los que poseían heredades o casas, las vendían, y traían el precio de lo
vendido, y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno
según su necesidad.” (Hechos 4. 34-35) Principio de amor fraternal.
Dice también:
“Sino que también abunda en muchas acciones de gracias a
Dios; pues por la experiencia de esta ministración glorifican a Dios por la
obediencia que profesáis al evangelio de Cristo, y por la liberalidad de
vuestra contribución para ellos y para todos” (2 Corintios 9. 12-13). Principio
de la glorificación a Dios por la obediencia al evangelio.
Cuando dice
contribución para todos, también involucra a los que viven del Evangelio:
“Así también ordenó
el Señor a los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio” (1 Corintios
9. 14) Principio de responsabilidad, compromiso, austeridad y sobriedad.
En el punto once se destaca específicamente la
responsabilidad de los que conducen la iglesia del Señor: Ancianos y pastores.
Entre tantas exigencias, dice que “no debe ser codicioso de ganancias
deshonesta” Aquí se pone de manifiesto el principio de honestidad y
generosidad.
En el punto doce se
destaca el principio de transparencia cuando dice:
“Evitando que nadie nos censure en cuanto a esta ofrenda
abundante que administramos, procurando hacer las cosas honradamente, no sólo
delante del Señor sino también delante de los hombres.” (2 Corintios 8. 20-21)
Si bien es cierto que el Señor no dejó reglas estrictas para
la organización de la iglesia local, sí dejó principios de conductas con los
que se puede dar testimonio de transparencia. Por ejemplo, llevar un libro de
asientos donde se registren ingresos y egresos; y a su vez, éstos deben ser
expuestos al público conocimiento en la congregación.
Por último, el asunto que trata el punto trece pone de
manifiesto otro principio a través de la ofrenda, y éste es el principio del
servicio para los que“viven del evangelio”. Los que viven del evangelio, deben
vivir para el evangelio; y vivir para el evangelio, es predicar el evangelio,
ganar almas, pastorear al rebaño, darle alimento espiritual (el que nutre),
fortalecer y consolar al más débil, curar enfermos espirituales (sanidad
espiritual), etc. También quiere decir: andar en medio de la congregación y no
sobre la congregación. Bendita la manada que tienen pastores que no la
“esquilan”, sino que “la alimentan y la guían” hacia el encuentro del Príncipe
de los Pastores.
En síntesis, ésta es
la conclusión a la que hemos arribado con respecto al “DIEZMO” y “LA OFRENDA”,
según la luz que Dios nos ha concedido en su misericordia.
Diezmo: Regulación en cantidad y calidad de determinados
frutos de la tierra que, por mandamiento de la Ley, debía ofrendar Israel.
Ofrenda: Acto voluntario y sublime que Dios estableció
ejercitándolo Él primero; y, mediante su ejemplo, nos enseñó que no es un
principio temporal sino eterno.
Dice la Escritura en 1 Pedro 1. 18-20, 1 Corintios 6. 20, 1
Corintios 4. 1,2, 1 Pedro 4. 10-11
“Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de
vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como
oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin
mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo,
pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros” “habéis sido
comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro
espíritu, los cuales son de Dios” “Así, pues, téngannos los hombres por
servidores de Cristo, y administradores de los misterios de Dios. Ahora bien,
se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel.” “Cada uno
según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos
administradores de la multiforme gracia de Dios. Si alguno habla, hable
conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder
que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien
pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.”
PARA CONCLUIR:
Deseo aprovechar esta oportunidad, y siguiendo el espíritu
de los pasajes anteriores, dejar en vuestra conciencia algo que me aflige
profundamente como siervo de Dios; y es cómo en estos últimos tiempos la
iglesia en general tiende a dividirse profundamente entre “religiosos,
formalistas, tradicionalistas” y “liberales, modernistas, mediáticos”.
Lamentablemente, ambos extremos se han alejado de la verdad
porque olvidan aquella exhortación que invita a todo creyente a contender
ardientemente “por la fe que ha sido una vez dada a los santos” (Judas 1. 3)
Y si consideramos este mandato, con la responsabilidad que
se nos ha demandado, lo primero que descubrimos es el “principio de fidelidad”.
Precisamente con esa fidelidad que debemos sentir en
nuestros corazones, y a fin de compartir esa responsabilidad con quienes
quieran asumir este compromiso, la pregunta es:
¿QUÉ COSAS ORDENÓ EL SEÑOR A SU IGLESIA, Y
PRÁCTICAMENTE NO SE GUARDAN EN LA ACTUALIDAD?
La pregunta es procedente, porque algunos demandan a la
iglesia lo que el Señor Jesús no le pidió; por ejemplo, EL DIEZMO.
Sin embargo, podemos observar que no se guardan ciertas y
determinadas demandas que el Señor sí ordenó a
Su iglesia.
Además, no sólo que no se guardan, sino que aquellos que
tienen la responsabilidad de velar por la pureza de la doctrina, generalmente
consienten ciertas inconductas alegando que los tiempos cambian sin considerar,
que cada uno de esos mandamientos se funda sobre importantes principios
eternos.
Por ejemplo mandó a:
Predicar el Evangelio de la gracia soberana, el “viejo
Evangelio”. (Principio de obediencia):
“Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda
criatura” (Marcos 16. 14)
Predicar que somos inmerecedores de una salvación tan
grande. (Principio de ser veraces)
“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no
de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”
(Efesios 2. 8-9)
Predicar la salvación por medio del arrepentimiento de
pecado y la en Jesucristo. (Principio de fidelidad):
“Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen
las Escrituras; y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo
padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su
nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones,
comenzando desde Jerusalén” (Lucas 24. 45-47)
Predicar la paciencia
y el amor de Dios. (Principio de ejercitar el amor)
“El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por
tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno
perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3. 9)
Instruir a la grey como es debido, por medio del discipulado.
(Apacentar la grey: es principio de responsabilidad, servicio y obediencia):
“Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones,
bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo;
enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado” (Mateo 28. 19-20)
Practicar la Cena del Señor conforme a su importancia, en
tiempo y forma. (Principio de: gratitud, amor, fe, y esperanza):
“Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado:
Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado
gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es
partido; haced esto en memoria de mí. Asimismo tomó también la copa, después de
haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto
todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí. Así, pues, todas las veces
que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis
hasta que él venga” (1ª Corintios 11. 23-26)
“Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la
comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones” (Hechos
2. 42)
Practicar el orden
instituido por Dios.
“Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo
varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo” (1
Corintios 11.3)
... y como
testimonio, manifestarlo en forma práctica en la congregación. (Principio de
obediencia, disciplina al orden instituido):
“Todo varón que ora o profetiza con la cabeza cubierta,
afrenta su cabeza. Pero toda mujer que ora o profetiza con la cabeza
descubierta, afrenta su cabeza” (1 Corintios 11. 4)
“La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. Porque no
permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en
silencio. Porque Adán fue formado primero, después Eva; y Adán no fue engañado,
sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en trasgresión”(1 Timoteo 2.
11-14)
El espíritu de este estudio no ha sido la controversia, sino
la expresión de quien siente un vivo celo por la pureza de la doctrina. Y es
nuestro común deseo, que todos busquemos el crecimiento en la gracia a fin de
que el pueblo de Dios en unidad sea como su Señor y como sus discípulos,
conocidos“por sus dichos y por sus hechos”
Deseo de todo
corazón que estos pensamientos hayan traído alivio a tu alma, y que además,
puedan servir para tu edificación, de manera tal que seas motivado al
“crecimiento en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo”
No hay comentarios:
Publicar un comentario