NAVIDAD, MITOS Y REALIDADES.
1) Orígenes Histórico-Etimológicos:
En el uso corriente del latín
"DIES NATALIS", de donde proviene nuestra voz "Navidad",
era la expresión empleada para designar el día y el aniversario del nacimiento
de una persona. Correspondería, pues, a nuestro "día de nacimiento" y
"cumpleaños".
Ahora bien, en el contexto de
la corte del Imperio designaba el día y el aniversario de la glorificación del
emperador, de la elevación a la púrpura y de su apoteosis.
Desde una perspectiva cultural-popular
se empleaba para designar la fiesta de los seguidores del dios Mitra en honor
del Nacimiento del Sol, en el 25 de Diciembre, con el sobrenombre de "DIES
NATALIS SOLIS INVICTI", es decir, el "Día del Nacimiento del Sol
Invencible".
Su fecha correspondía
aproximadamente al solsticio hienal, el día más corto del año, y simbolizaba la
victoria de la luz sobre las tinieblas.
Ya desde antes de la
introducción del culto a Mitra, los emperadores romanos habían ordenado
construir templos dedicados al "Invictus".
La fecha del 25 de Diciembre
era cuando se encendían hogueras destinadas a ayudar al sol a elevarse en su
curso sobre el horizonte.
Remontándonos a la mitología
griega, Zeus tuvo orgías sexuales con sus concubinas y éstas fueron empreñadas
el 25 de Marzo, de manera que los dioses y demiurgos de la mitología griega
nacieron hacia el día del solsticio invernal.
Los Seleúcidas y los
Ptolomeos celebraban el solsticio igualmente con orgías sexuales. Y en esa
fecha los Sirios y los Seleúcidas fueron vencidos por los judíos en tiempos de
los Macabeos, hacia el 175 a.C., expulsando al sanguinario Antioco Epifanes IV.
En el Imperio Romano, y en
torno a la fecha del solsticio, se celebraban festividades denominadas
"SATURNALIA" y "CALENDAS". Como su nombre indica la
"SATURNALIA" eran las celebraciones en honor del dios Saturno,
protector de las labores agrícolas. Los Romanos creían que cuando Saturno
estuvo al control de la tierra, ésta había sido un verdadero paraíso poblado de
árboles de los que fluía la miel, y ríos de leche y néctar. Nadie tenía, pues,
necesidad de trabajar por cuanto los manjares brotaban espontáneamente.
Las fiestas saturnales
duraban siete días y comenzaban el 17 de Diciembre. La legislación romana no
permitía que nadie trabajara durante aquellos días, con excepción de los
panaderos y los cocineros. Las diferencias entre los nobles y los plebeyos, los
libres y los esclavos, desaparecían durante aquella semana de desenfreno.
La fiesta de las
"CALENDAS" se celebraba en el primer día de Enero, nuestro Año Nuevo,
como una especie de prolongación de la "SATURNALIA". Se
intercambiaban regalos y ofrendas de plantas verdes con las que se decoraban
los hogares. De aquí nos llegan las tradicionales ornamentaciones navideñas con
acebo, hiedra y muérdago.
A partir de estas fechas del
solsticio los días son más largos, con más número de horas de sol, lo que ayuda
al crecimiento del fruto de la tierra y la abundancia de las cosechas.
De ahí se desprende que el
primer uso de la expresión "DIES NATALIS" entre los primeros
cristianos de Roma no fuera para designar el Día del Nacimiento de Jesucristo,
sino para referirse al día del bautismo de los conversos a la fe de Cristo,
como figura de su muerte a la vida vieja y el nacimiento para la eternidad.
Bastante tiempo después se aplicaría esta expresión a la conmemoración del
nacimiento de nuestro Señor Jesucristo.
Entre los antiguos pueblos de
Escandinavia, las actuales naciones de Noruega, Suecia y Dinamarca, también se
celebraba el solsticio invernal. Su festividad se denominaba "Yule".
Pero para los pueblos del norte se trataba de un tiempo de temor asociado a
historias de espíritus malignos que aprovechaban la debilidad solar para
acercarse a la tierra.
Por esta razón los pueblos
escandinavos prendían hogueras para ayudar al sol y ahuyentar a los espíritus
inmundos. Ese era el momento que el dios Odín aprovechaba para cabalgar por el
cielo sobre su caballo de ocho patas para repartir regalos a quienes le
obedecían. De ahí que algunos antropólogos y etnólogos crean poder ver en Odín
un antecedente de Santa Claus.
2) Orígenes Cristianos:
Los Evangelios no nos aportan
el dato del día exacto del nacimiento de Jesús de Nazaret. Por difícil que
pueda resultarnos a nosotros de entender lo que aparentemente parece ser un
olvido inexcusable, la fecha del día del nacimiento no tenía importancia para
los antiguos hebreos. Por consiguiente, se nos habla del tiempo aproximado del
acontecimiento, relacionándolo con eventos históricos:
Así vemos que el evangelista
Mateo nos dice que "Jesús nació en Belén de Judea en días del rey
Herodes...". (Mateo 2:1). Y según Lucas, el nacimiento ocurre en el tiempo
en que Augusto César promulgó un edicto de empadronamiento: "Aconteció en
aquellos días, que se promulgó un edicto por parte de Augusto César, que todo
el mundo fuese empadronado. Este primer censo se hizo siendo Cirenio gobernador
de Siria." (Lucas 2:1).
Siguiendo criterios de
naturaleza simbólica, más que científica, se ha pretendido calcular la fecha
exacta del nacimiento de Jesucristo. Es comprensible que ya los primeros
cristianos gentiles quisieran celebrar el cumpleaños de Jesús. De hecho, el
primer dato histórico de una celebración navideña nos llega del calendario
litúrgico filocaliano del año 354 d.C., donde se dice que "el 25 de
Diciembre nació Cristo en Belén de Judea". Es evidente, pues, que la
Navidad, al igual que la Fiesta de la Epifanía -Proclamación- ya se celebraban
entre los cristianos de Roma hacia la primera mitad del siglo IV después de
Cristo.
Todo apunta hacia el intento
por parte de los cristianos gentiles de substituir o reemplazar la fiesta
pagana en honor del sol por la celebración del nacimiento de Jesucristo.
Por otra parte, era fácil
relacionar la fiesta de naturaleza simbólico-astronómica con ciertas
expresiones bíblicas, como es el caso de Malaquías 4:2, donde el nacimiento del
Mesías se presenta así:
"Mas a vosotros los que
teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá
salvación."
¿Y qué decir de las propias
palabras testimoniales del Evangelio según Juan?
"En él -el Verbo- estaba
la vida, y la vida era la luz de los hombres." (Juan 1:4).
También el propio Señor Jesús
se expresa en esos términos mesiánicos:
"Y esta es la
condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas
que la luz, porque sus obras eran malas." (Juan 3:19).
"Otra vez Jesús les
habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en
tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida." (Juan 8:12).
"Entre tanto que estoy
en el mundo, luz soy del mundo." (Juan 9:5).
"Entonces Jesús les
dijo: Aún por un poco está la luz entre vosotros; andad entre tanto que tenéis
luz, para que no os sorprendan las tinieblas; porque el que anda en tinieblas,
no sabe a donde va." (Juan 12:35).
"Yo, la luz, he venido
al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas."
(Juan 12:46).
Durante el siglo IV de
nuestra era se extiende la celebración de la Fiesta de la Natividad de
Jesucristo en el 25 de Diciembre. Incluso de época tan temprana nos llegan
testimonios de la costumbre del intercambio de los regalos y las
felicitaciones, probablemente inspirada también en la práctica romana en el
primer día del año, llamada "ESTRENAS", de donde nos llega nuestro
verbo "estrenar" y el sustantivo "estreno".
Pero no pensemos que todas
las iglesias la aceptaron con facilidad. Tiene que pasar un siglo para que
pueda admitirse casi universalmente.
Es en las liturgias de las
iglesias orientales donde podemos hallar los primeros estratos de la formación
de la celebración, siempre relacionada con los símbolos de la iluminación, del
fuego, de la victoria de la luz sobre la oscuridad, reemplazando tradiciones
folklóricas pre-cristianas.
Su antigüedad queda
evidenciada por el hecho de que algunas de las iglesias orientales sigan
celebrando el nacimiento de Jesucristo en el día 6 de Enero, por cuanto hubo un
tiempo en que NAVIDAD y EPIFANÍA -del griego "EPIFANEIA",
"MANIFESTACIÓN"- eran una misma celebración.
3) Liturgia y Folklore Navideños:
Dondequiera que vayamos vamos
a encontrarnos con liturgias encaminadas a que la fiesta no sea un mero
recordatorio del suceso histórico del nacimiento de Cristo Jesús, sino que
todos los elementos litúrgico-pastorales, tanto de oriente como de occidente,
resaltan el hecho de que el nacimiento del Mesías está ordenado a la Redención,
a la Pascua y a la Parusía. De ahí que los antiguos se expresaran en términos
de "memoria-misterio". Recordemos aquí las palabras del apóstol
Pablo:
"Para que sean
consolados sus corazones, unidos en amor, hasta alcanzar todas las riquezas de
pleno entendimiento, a fin de conocer el misterio de Dios el Padre, y de
Cristo." (Colosenses 2:2).
"Orando también al mismo
tiempo por nosotros, para que el Señor nos abra puerta para la palabra, a fin de
dar a conocer el misterio de Cristo." (Colosenses 4:3).
Desde el siglo V encontramos
la más variopinta colección de costumbres folklóricas navideñas, todas ellas
creadoras del ambiente festivo y a la vez íntimo, familiar y entrañable.
Nos han llegado canciones
populares e himnos elaborados inspirados en la historia del nacimiento de
Jesucristo. Del siglo XIII nos llegan los "belenes" o
"misterios", junto con los cantos que conocemos como
"villancicos", muchos de ellos propagados por los discípulos de Francisco
de Asís.
Algo semejante ocurre en
desde el siglo XVI en los países nórdicos, donde el árbol decorado con
luminarias simboliza la gracia alcanzada por la Encarnación del Verbo, por la
muerte del Mesías en el "árbol de la cruz", en contraposición con el
"árbol de la ciencia del bien y del mal" en el paraíso, y por la
figura del "árbol de la vida", tanto en el paraíso como en la Nueva
Jerusalem. En este caso, lo que se reemplaza o substituye es el culto a los
árboles existente ya entre los druidas.
Se dice que fue Winfrido,
quien después sería conocido como San Bonifacio, el que dio un sentido
cristiano por primera vez a un árbol de Navidad. Esto acontecía en lo que
actualmente es Alemania. Un día se encontró en el corazón de un bosque a un
grupo de paganos que en torno a un gran roble se disponían a hacer un
sacrificio cruel al dios Thor, el dios del trueno. La leyenda cuenta que un
fuerte viento partió el roble secular en dos mitades. Al caer al suelo, cada
parte quedó a un lado de un pequeño abeto que no sufrió ningún daño. Winfrido
les explicó a los paganos que aquel era el árbol de Cristo, y símbolo de la
vida eterna, por su hoja perenne, así como de esperanza y de paz. Winfrido les
animó a aquellos paganos a celebrar el nacimiento de Cristo en sus hogares en
torno a un abeto joven, y que bajo sus ramas no volvieran a realizarse
sacrificios crueles, sino actos de amor y bondad.
Con el paso del tiempo, las
bayas del bosque se convertirían en las bolas multicolores con que actualmente
se decoran los árboles navideños.
La festividad romana de
"ESTRENAS", a la que ya nos hemos referido, daría lugar a la creación
folklórica de los "Reyes Magos" en el mundo latino antiguo -sólo se
conserva con decreciente arraigo en España- y la figura del moderno Santa Claus.
Respecto a los "Reyes
Magos", conviene tener presente que el testimonio del texto evangélico no
habla para nada de "reyes" ni de que fueran "tres". Sólo
Mateo nos da esta referencia:
"Cuando Jesús nació en
Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalem unos
magos, diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su
estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle." (Mateo 2:1-2).
El término griego
"MÁGOI", transliterado "Magos", puede inducirnos fácilmente
al error. Se trata de una traducción de equivalencia lingüística, no semántica,
pues los denominados en griego "MÁGOI" eran los filósofos y
sacerdotes persas, de la religión de Zoroastro. Las versiones inglesas de la
Biblia vierten este término por "wise men", es decir, "hombres
sabios", con lo que evitan el fácil malentendido.
En cuanto al folklore
nórdico, aquí nos encontramos bajo el aspecto de un gnomo al buen Nicolás,
obispo de la iglesia naciente, natural, como el apóstol Pablo, de la actual Turquía.
Nicolás nació hace más de mil seiscientos años. Su vida fue ejemplar, y provocó
un gran cariño y admiración de parte de sus fieles. Los relatos de sus buenas
acciones y milagros son muy numerosos. Después de su muerte se dio su nombre a
muchas iglesias y ciudades, y la nación de Rusia le nombró su patrón. También
los artistas le pintaron, generalmente revestido con su atuendo episcopal. Esta
vestimenta iría deformándose en el curso de la historia hasta convertirse en el
gnomo al que anteriormente aludíamos. La cristiandad de aquella época le otorgó
un día para recordarle: El 6 de Diciembre.
La celebración y su costumbre
de dar regalos a los niños se extendió por todo el norte de Europa, hasta
llegar a nuestra vecina Francia, donde ya hace más de ochocientos años se
obsequiaba a los pequeños con nueces y naranjas españolas.
Así es como vemos extenderse
la figura de Nicolás bajo las designaciones inglesas de "Father
Christmas", la francesa de "Pere Noël", y la escandinavia
"Yuleman".
Los primeros colonos europeos
llegaron al norte de América -actualmente los Estados Unidos- hace unos
trescientos cincuenta años, y entre ellos llegaron inmigrantes holandeses que
llevaban en la proa de sus barcos mascarones con la imagen de San Nicolás, a
quien consideraban protector de los marinos.
Los niños holandeses llamaban
a San Nicolás "SINTER KLAAS" y después "SINTA CLAES", de
donde procede la designación moderna de "SANTA CLAUS". En la noche
del 5 al 6 de Diciembre recibían los regalos que tradicionalmente se les enseñaba
que San Nicolás traía en un cesto, mientras cabalgaba sobre un borriquillo
blanco. Hace poco más de doscientos años la fecha del 6 de Diciembre se cambió
por la más generalizada del 25 de Diciembre.
La transformación del San
Nicolás episcopal en un gnomo del bosque aconteció en los Estados Unidos de
América. Hace unos doscientos años el escritor Washington Irving -autor de
"Los Cuentos de la Alhambra", el primer autor norteamericano que
escribió acerca de España- hizo una detallada descripción de las visitas de San
Nicolás en un libro titulado "Knisckerbocker's History of New York"
("La Historia de Nueva York de Knickerbocker"). En esta obra
Washington Irving relataba cómo San Nicolás volaba sobre los tejados de la
ciudad, soltaba sus regalos por las chimeneas, y misteriosamente llenaba los
calcetines y las medias puestas a secar sobre las chimeneas con regalos para
todos. En el cuento de Washington Irving el bueno de San Nicolás era un
hombrecillo con sobrero que fumaba su pipa.
Unos sesenta años después de
que apareciera este relato, Clement C. Moore dio algunos detalles más sobre San
Nicolás en un poema titulado "A Visit from Saint Nicholas" ("Una
Visita de San Nicolás"). Moore escribió su poema para su hija Charity, que
tenía a la sazón seis años de edad. En el poema de Moore aparece por primera
vez la mención de San Nicolás que vuela a bordo de un trineo tirado por ocho
diminutos renos. Moore les dio nombre a todos ellos: Dasher, Dancer, Prancer,
Vixen, Comet, Cupid, Donder y Blitzen.
La descripción que Moore hace
de San Nicolás cambia completamente su imagen. Ya no es el alto y delgado
obispo, sino que es como un gnomo regordete vestido de pieles, pero continúa
fumando su pipa, quizás una reminiscencia holandesa. El poema de Moore tuvo un
gran éxito. Muchos periódicos lo reprodujeron repetidas veces. También inspiró
a muchos artistas que dibujaron sus diversas versiones de San Nicolás.
Otro paso más en la evolución
de San Nicolás se debe a la artista Mrs. Caroline H. Butler. Hace unos ciento
sesenta años incluyó en sus ilustraciones de San Nicolás a un grupo de gnomos
que trabajaban a las ordenes del buen Nicolás dedicados a la fabricación de
juguetes para todos los niños del mundo.
Unos cincuenta años después,
el Santa Claus que todos conocemos hoy apareció en los dibujos de Thomas Nast.
Ahora Santa Claus era un anciano regordete y risueño, con una poblada barba y
cabellera blancas. Sus vestidos y sombrero estaban guarnecidos con pieles, y se
ceñía con un ancho cinturón de hebilla. Durante más de veinte años, la revista
"Harper's Weekly" publicó un dibujo de Thomas Nast en blanco y negro
en su número de Diciembre.
Después de dejar la revista
"Harper's Weekly" Thomas Nast ilustró bastantes libros infantiles en
los que por primera vez aparecía Santa Claus vestido de rojo, viviendo en el
Polo Norte, desde donde observaba con su enorme anteojo a los niños de todo el
mundo, para preparar sus juguetes en base a su comportamiento.
La última adición del
fenómeno Santa Claus es el reno Rudolf, con su nariz roja, incorporado hace
unos sesenta años por el escritor Robert L. Mays.
4) Bautismo, Natividad y Epifanía:
Los cristianos de los tres
primeros siglos ignoraron nuestra fiesta de Navidad del 25 de Diciembre.
Lo que podemos afirmar es que
el nacimiento de Jesús no pudo acontecer en el mes de Diciembre, por cuanto en
Palestina los pastores vivían en el campo entre los meses Marzo-Abril a finales
de Octubre. Por lo tanto, podemos pensar tanto en la primavera, como en el
verano o en el otoño.
A falta de indicaciones más
exactas, algunos cristianos en el curso de la historia trataron de calcular la
fecha del nacimiento de Jesucristo. Uno de los cómputos más curiosos nos llega
de Cipriano, uno de los Padres de la Iglesia, o al menos a él se le atribuye, y
está fechado en el año 243. En este cálculo se afirma que Jesús nació el día 28
de Marzo. El autor se basa en el texto del capítulo 1 de Génesis, versículo 4:
"Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las
tinieblas." De este texto se induce que la luz y las tinieblas formaban
dos partes iguales. Por lo tanto, la Creación del universo debió ocurrir en una
fecha en la que el día y la noche tuvieron la misma duración.
Comoquiera que el calendario romano fijaba ese
día, el equinoccio de primavera, en el 25 de Marzo, ese tenía que haber sido el
primer día de la Creación; y si el Señor, según el mismo relato de Génesis,
había creado el sol en el día cuarto, es decir, el 28 de Marzo, entonces el
Mesías, nuestro "Sol de Justicia" según Malaquías 4:2, debía
necesariamente haber nacido el 28 de Marzo. Hemos de reconocer que al autor de
este cómputo pudiera faltarle rigor, pero no imaginación.
Sabemos por Clemente de
Alejandría que los discípulos de Basílides -un gnóstico que vivió en Alejandría
en el siglo II- celebraban en el 6 de Enero el bautismo de Cristo. Como el
resto de los gnósticos, estos seguidores de Basílides creían que Jesús fue
hecho Hijo de Dios en su bautismo. Esto es lo que ellos llamaban en griego
EPIFANEIA, "manifestación". De ahí el nombre de "Epifanía"
para referirse originalmente al bautismo de Jesús. No hablaban del nacimiento
de Jesús, sino más bien de su "manifestación", por cuanto para los
gnósticos el nacimiento de Cristo no desempeñaba un papel importante.
Ahora bien, ¿por qué celebraban
esta fiesta del bautismo de Jesús en el día 6 de Enero? Probablemente porque en
el Imperio se celebraba ese día una fiesta en honor a Dionisio, celebración
relacionada con el nacimiento de Eón, y que se dedicaba también a Osiris. En
Alejandría se decía que en la noche del 6 de Enero las aguas del río Nilo
adquirían poderes milagrosos. Probablemente por eso fue que los gnósticos de
Alejandría escogieron esa fecha para celebrar el bautismo de Jesús.
Ahora bien, ¿qué tiene todo
esto en común con la Navidad? Pues, sencillamente, la Iglesia Oriental tomó
muchas festividades de los paganos y de los herejes, como la que nos ocupa, y
con el paso del tiempo los dos acontecimientos, el nacimiento y el bautismo
fueron fundiéndose en una sola celebración. De manera que el nacimiento se unió
al bautismo: La noche del 5 al 6 para celebrar el nacimiento de Jesús, y el día
6 de Enero para la conmemoración de su bautismo o manifestación.
Aquí conviene recordar el
descubrimiento en Egipto de una hoja de papiro de principios del siglo IV
correspondiente a una liturgia responsorial que pertenece a la celebración del
nacimiento de Cristo. Esta la más antigua liturgia navideña conocida, y es una
prueba innegable de que en la noche del 5 al 6 de Enero se celebraba el nacimiento,
bautismo y manifestación de Jesucristo. A la lectura del relato del nacimiento
de Jesús en Belén y de la huida a Egipto, el coro respondía:
Nacido en Belén.
Educado en Nazaret.
Vivió en Galilea.
Después el oficiante leía el
relato de la visitación de los magos, según el Evangelio de Mateo, y el coro
respondía:
Hemos visto una señal en el
cielo,
La estrella de luz.
A continuación, se leía el
relato del nacimiento de Jesús según el capítulo 2 del Evangelio de Lucas, y el
coro respondía:
Los pastores apacentando sus
rebaños en los campos
se maravillaron, cayeron de
rodillas y cantaron:
¡Gloria al Padre!
¡Aleluya!
¡Gloria al Hijo y al Espíritu
Santo!
¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya!
En Siria fue Efrén, otro de
los Padres de la Iglesia, que vivió en el siglo IV, nos ha permitido conocer
algo más de la fiesta. ("De Nativitate Sermones", publicados por
Petrus Mobarek (Benedictus), v. Usenner, citado por Oscar Cullmann,
"Estudios de Teología Bíblica", Ediciones Stvdivm, 1973, Madrid,
España). Llama a la fiesta del 6 de Enero la más sublime de todas las
festividades cristianas. Cuenta que en ese día estaban las casas decoradas con
coronas vegetales, probablemente el más antiguo antecedente conocido de la
corona de Adviento y del árbol de Navidad. Efrén relata la alegría de la
fiesta, los cantos de los niños y de los adultos. En un himno compuesto por el
propio Efrén podemos apreciar los diversos elementos de la fiesta:
La creación entera lo
proclama,
Los magos lo proclaman,
La estrella lo proclama:
¡Mirad, he aquí al Hijo del
Rey!
Los cielos se abren,
Las aguas del Jordán espuman,
La paloma aparece:
¡He aquí a mi Hijo amado!
Los elementos del nacimiento
y del bautismo están en este himno íntimamente vinculados desde la perspectiva
de la manifestación.
Ahora bien, ¿en qué momento y
por qué razón se separó la fiesta del nacimiento de la Epifanía? La opinión más
generalizada entre los eruditos es que esta separación aconteció entre los años
325 y 354, es decir, después de que la fiesta de la Epifanía ya hubiera llegado
de Oriente a Roma. La celebración en Roma del nacimiento de Cristo en el 25 de
Diciembre está atestiguada desde el año 336 según la cronografía de Filocalus,
aunque lo más probable es que se celebrara incluso antes bajo Constantino el
Grande.
Según el profesor U.
Holzmeister, la festividad del 25 de Diciembre podría incluso remontarse hasta
el reinado del emperador Aureliano (270-275). Este erudito se basa en el Sermón
202 de Agustín de Hipona, quien reprocha a los donatistas el que no celebren la
fiesta del 6 de Enero. De esto se deduce que en el 311, al separarse los
donatistas de la Iglesia, tendrían la costumbre de celebrar la fiesta del 25 de
Diciembre, que, por consiguiente, habría sido conocida en la Iglesia desde ese
momento, e incluso anteriormente, a parir del emperador Aureliano, ferviente
adorador del sol.
Aquí conviene tener presente
que en el Concilio de Nicea (año 325), la Iglesia condenó formalmente la
doctrina que negaba que Dios se hubiera hecho carne en Cristo, frente a los que
afirmaban que Jesucristo había sido adoptado por Dios como Hijo en su bautismo.
Así podemos explicar que la Iglesia tratara de separar la fiesta del nacimiento
de Jesús de la Epifanía. A tal efecto le vino muy bien la fecha del 25 de
Diciembre, pues como ya hemos visto, en esa época se celebraban en todo el
Imperio Romano, y muy particularmente en la religión de Mitra, fiestas
dedicadas al sol, y muy especialmente en el día 25 de Diciembre, fecha del
solsticio.
Nos ha llegado un sermón
atribuido a Ambrosio en el cual se confrontan la fiesta pagana y la cristiana.
En él leemos así: "¡Cristo es nuestro nuevo sol!" (Sermón VI, Migne
P.L.T. 17, 614).
También Agustín de Hipona
hace referencia a la fiesta pagana del 25 de Diciembre, cuando exhorta a los
cristianos a no adorar ya en ese día al sol, como hacen los paganos, sino a
Aquel que lo ha creado. También el papa León Magno reprende la creencia de
quienes celebran la fiesta del nacimiento del sol en vez del nacimiento de
Cristo.
Es evidente que el emperador
Constantino el Grande trató, en su sincretismo, de fundir el culto solar al
culto a Cristo. Constantino sabía que el cristianismo le permitiría realizar
una mejor unificación de todos los elementos del Imperio, fundamentalmente en
base a la universalidad de su mensaje. Conviene aquí tener presente que
Constantino el Grande fue un adorador de Mitra durante toda su vida, y que
renunció a su paganismo en el momento de su bautismo, que, curiosamente, tuvo
lugar sólo en su lecho de muerte.
Todo parece indicar que
Constantino pretendió solamente introducir elementos cristianos en el paganismo
para su reforma y vitalidad, así como para solidificar las bases del estado
imperial. Es cierto que abolió los oráculos paganos, los sacrificios y cultos
groseros, como la prostitución sagrada, pero no dejó de favorecer el culto al
sol durante toda su vida. Él mismo mandó construir dos estatuas que le
representaban envuelto por los rayos del sol, con una inscripción en su
pedestal que decía así: "A Constantino, resplandeciente como Helios".
Así fue como la fiesta del
nacimiento de Cristo quedó separada de la celebración de su bautismo, pero
también es cierto que a partir de entonces la celebración del nacimiento de
Cristo quedó muy marcada por los elementos de la festividad pagana, hasta nuestros
días.
5) Universalidad del 25 de Diciembre:
Roma procuró separar la
fiesta de la Navidad de la celebración de la Epifanía por cuestiones
teológicas, como ya hemos visto, desde la segunda mitad del siglo IV, pero no
fue una tarea fácil, ya que muchas de las Iglesias de Oriente mantuvieron -y
mantienen hasta el día de hoy- la doctrina del nacimiento de Jesucristo en la
noche entre el 5 y el 6 de Enero.
En Antioquía lo logró en el
386, mediante la predicación convincente de Juan Crisóstomo.
En Constantinopla se
introdujo en el 379 por la predicación de Gregorio Nacianceno.
Algunos sectores de Egipto
aceptaron la fecha del 25 de Diciembre en el 431.
Pero el lugar donde más
resistencia se produjo fue en Jerusalem. Allí predicó en favor de la nueva
fecha el elocuente Jerónimo, pero no logró los resultados deseados, sino la
división de criterios. Sólo hay constancia del cese de la división en favor del
25 de Diciembre a partir de la segunda mitad del siglo VI.
Sólo una Iglesia, la de los
Armenios, se resistió al cambio, y hasta el día de hoy celebran el nacimiento
de nuestro Señor Jesucristo en el día 6 de Enero.
6) ¿Podemos saber verdaderamente cuándo nación Jesús
de Nazaret?
Definitivamente, no pudo ser
en el mes de Diciembre porque ese tiempo es frío y los pastores no están a la
intemperie, sino que mantienen sus rebaños en apriscos y corrales.
Por consiguiente, la
presencia de los pastores y el ganado en los campos de Belén de Judá es un dato
indicativo de que no debió ser durante el invierno.
Lo más probable es que Jesús
naciera durante el tiempo de la fiesta de los Tabernáculos (hebreo
"SUKKOT", del singular "SUKKÁ", que es "cabaña",
"tienda de camapaña" o cualquier tipo de vivienda temnporal). Las
razones para pensar de este modo son dos y de gran peso:
Primeramente, todos los
mesones estaban repletos (Ver Lucas 2:1-7), lo que nos hace pensar que no se
trataba sólo de la llegada de mucho personal por causa del censo, sino también
por coincidir con una celebración grande, como es el caso de "SUKKOT",
una de las tres fiestas de peregrinaje ("Tabernáculos",
"Pascua" y "Pentecostés").
En segundo lugar, parece como
si este dato nos fuera dado en forma de clave en un texto del Evangelio según
San Juan, donde leemos así:
"Y aquel Verbo fue hecho
carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito
del Padre), lleno de gracia y de verdad." (Juan 1:14).
Ahora bien, el texto original
griego nos dice que "Aquel Verbo "SKÉNOSEN" entre
nosotros". El verbo "habitar" es el griego "SKENÓO",
cuyo substantivo es SKENÉ", "tienda de campaña",
"habitación", "choza", "enramada",
"tabernáculo" y "templo". El argumento no puede estar más
claro: El evangelista no nos estaría, en este caso, diciendo solamente que el
Verbo -que es Dios- vino para estar entre nosotros en un templo de carne, sino
que su venida fue temporal, que levantó su "tienda de campaña" entre
nosostros, sino que también nos estaría dando la clave de su nacimiento en los
días de la fiesta de las Cabañas o Tabernáculos.
Entonces, la vida de Jesús
sería el cumplimiento del sentido trascendente de las fiestas solemnes de Dios
para su pueblo: En los Tabernáculos ("Sukkot") se daría la
Encarnación; en la Pascua ("Pésaj"), el Sacrifico Redentor; y en
Pentecostés ("Shavuot", "Fiesta de las Semanas"), el
derramamiento del Espíritu Santo.
7) Conclusiones histórico-teológicas:
Primeramente, que ni el 6 de
Enero ni el 25 de Diciembre son fechas exactas desde el punto de vista
histórico.
Segundo, que los cristianos
no debemos caer en la trampa de celebrar una fecha, sino un acontecimiento; no
un momento histórico, sino la realidad de la manifestación de Jesucristo, el
Redentor, en esta tierra: Dios se ha hecho hombre en Jesucristo y ha bajado
hasta nosotros.
Tercero, que el nacimiento de
Jesús en Belén de Judá no fue su origen, sino su Encarnación:
"En el principio era el
Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios... Y aquel Verbo fue
hecho carne, y habitó entre nosotros..." (Juan 1:1, 14)).
En Navidad, pues, los
cristianos estamos bíblica y teológicamente convencidos de lo que estamos
celebrando: El evento de la Encarnación; esto es, Dios haciéndose hombre, no un
hombre haciéndose un "dios"; como está escrito:
"Y se dirá en aquel día:
He aquí, éste es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará; éste es Jehová
a quien hemos esperado, nos gozaremos y nos alegraremos en su salvación."
(Isaías 25:9). Si leyéramos el original hebreo, diríamos: "Nos gozaremos y
nos alegraremos en su "Yeshúa".
"Jehová mismo vendrá y
nos salvará." (Isaías 33:22). Dice Jesús: "Mis ovejas oyen voz, y yo
las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni
nadie las arrebatará de mi mano." (Juan 10:27-28).
"Decid a los de corazón
apocado: Esforzaos, no temáis; he aquí que vuestro Dios viene con retribución,
con pago; Dios mismo vendrá, y os salvará." (Isaías 35:4). Dice Jesús:
"Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida... He aquí yo
vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su
obra. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el
último." (Apocalipsis 2:10; 22:12-13).
"Yo, yo Jehová, y fuera
de mí no hay quien salve." (Isaías 43:11). "Este Jesús es la piedra
reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del
ángulo. Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el
cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos." (Hechos 4:11-12).
Cuarto, que la importancia de
la Encarnación ha de ser vista desde la muerte y resurrección de Cristo, y no
al revés.
Quinto, que nuestra
celebración del nacimiento de Cristo no procede de la fiesta de Mitra, el
"Sol Invicto", fijada en el 25 de Diciembre por cuestiones
eminentemente socio-políticas, como creemos haber mostrado, pues su celebración
en el 6 de Enero era anterior.
Sexto, que no debe
ruborizarnos reconocer que las fechas del 6 de Enero y del 25 de Diciembre
fueran fiestas paganas. El propósito de Constantino el Grande por sincretizar
el culto solar con el cristianismo puede ser censurable, pero, al final y a la
postre, el "Sol Invicto" ha sido vencido por el pobre carpintero de
Nazaret. "Al fin y al cabo, toda la revelación de Dios en la naturaleza
está subordinada a su revelación en el acto de amor de Cristo." ( Oscar
Cullmann, op. cit.).
Vamos a concluir citando un
pasaje tomado del sermón navideño atribuido a Ambrosio, en el que leemos así:
"No sin razón el pueblo
llama a este día santo del nacimiento del Señor "el sol nuevo", y
afirma con toda claridad que judíos y paganos se encuentran igualmente aludidos
en esta expresión. Nosotros la mantendremos de buen grado, porque con la
aparición del Salvador se renueva no solamente la salvación de la humanidad,
sino también la claridad del sol... Efectivamente, si el sol en la pasión de
Cristo se oscureció, es necesario que en su nacimiento resplandezca más
brillante que de costumbre." (Ambrosio, "Sermón VI, Migne P.L.T. 17,
614, citado por Oscar Cullmann, op. cit.).
Nosotros, los cristianos, NO
celebramos que Jesús nació en Navidad, sino que en Navidad celebramos que JESÚS
NACIÓ. Y si tú que me escuchas invitas a Jesucristo a tu corazón, hoy, este día
y cada día, será verdaderamente Navidad para ti.
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