Los Predicadores de Prosperidad y la Ganancia Financiera
Existe una palabra que se usa mucho en estos
días y que es la muletilla de los predicadores de la prosperidad. Ojalá no la
adopten los de sana doctrina, que es YO DECLARO, ÉL DECLARA, DECLARAMOS, etc,
etc, etc…
Cuidado que toda copia no siempre es buena.
LA
VERDAD BÍBLICA SOBRE RIQUEZAS
Hoy en día en la iglesia es muy común oír a un
predicador hacer referencias a supuestas promesas en la Biblia que prometen a
los creyentes tener prosperidad financiera y económica. Declaraciones como "Dios no desea que
vivamos en pobreza" y "Dios promete bendecirle económicamente si usted
lo honra" etc., dan la impresión que los cristianos deben creer en la
prosperidad material-económica y buscarla en esta tierra. Con frecuencia la
impresión es dada, y a la larga hace a las personas pensar: "Dios desea
que tenga más dinero". Y así entonces,
los creyentes empiezan a orar y pedirle a Dios por más prosperidad financiera e
incluso comienzan a buscar aumentar su condición económica en este mundo. Pero, ¿realmente promete Dios dar a todos los
cristianos en el Nuevo Testamento, abundancia y prosperidad financiera y
económica? ¿Realmente desea el Señor que
no estemos satisfechos si vivimos en pobreza (si ese es nuestro lugar
designado) y que busquemos aumentar nuestra sustancia material?
Las Escrituras son muy claras en cuanto al
tema de la prosperidad económica en el Nuevo Pacto. De hecho, el Señor Jesús hablo más acerca del
dinero que específicamente habló acerca del cielo y el infierno juntos—entonces
no hay absolutamente alguna excusa por la ignorancia de este tema. Simplemente
tenemos que ver lo que la Biblia enseña.
Pero, antes de hacerlo, hay que entender primero que Dios no siempre
obra en la manera que nosotros obramos.
Sus pensamientos están tan por encima de nuestros pensamientos como los
cielos están sobre la tierra (Isaías 55:9). Entonces, Dios puede obrar en maneras que
quizá nosotros no podremos entender con nuestras mentes naturales, y Él puede
hacer cosas que son contrarias a lo que hemos pensado o entendido acerca de Él.
Muchas veces nos aferramos a tradiciones,
formas de pensar o creencias que no son Bíblicas, y cuando hacemos esto, viene
un tiempo cuando Dios, fielmente, nos confronta con la verdad y nos
corrige. Si seremos obedientes al Señor
o no, y si continuaremos caminando con Dios o no, son en gran parte determinados
por cómo respondemos a la corrección que Él nos da. Es importante entender que Él nos corrige, no
porque quiera restregar nuestros errores en la cara, sino porque Él nos ama y
quiere que andemos en la verdad. Cuando
somos confrontados con la Palabra de Dios y nos enseña que estábamos en error
en algún momento, entonces necesitamos humillarnos, arrepentirnos y corregir
nuestra forma de pensar.
Ahora, habiendo dicho esto, es probable que
algunas de las cosas que estás a punto de leer no son lo que te han enseñado o
lo que has creído. Entonces, la pregunta
es: ¿Qué vas a hacer con las verdades que van a ser presentadas? ¿Escrudiñarás la Palabra de Dios con
diligencia y orarás por entendimiento de lo alto y buscarás al Señor en
humildad hasta que la respuesta quede clara?
¿O ignorarás y rechazarás todo lo que vas a leer y continuarás
apegándote a doctrinas y costumbres no Bíblicas? Te ruego en el nombre de Jesucristo que
recibas con humildad la bendita Palabra de verdad y que te mantengas firme en
la Palabra de Dios, la cual es más confiable que los predicadores de la tele,
tus tradiciones o puntos de vista, e incluso tu propia iglesia.
Antes de continuar, es importante que todos
los que van a seguir leyendo esta lección saquen sus Biblias y las tengan a mano. Habrá declaraciones frecuentes en esta
lección que parafrasean o están relacionadas con algún pasaje particular de la
Escritura, y la referencia de la Escritura estará entre paréntesis después de
la declaración. Es importante que cuando
encuentres una declaración con una referencia de Escritura después de ella, la
busques en tu Biblia y que tú mismo la leas.
Esto requiere disciplina y te tomará mucho más tiempo en terminar de
leer esta lección si buscas todas las referencias Bíblicas, pero será mucho más
gratificante y permitirá que recibas el beneficio completo de esta
enseñanza. De hecho, si no tienes tu
Biblia a mano ahora, anda y tráela, y no continúes leyendo esto a menos que la
tengas y estés dispuesto a buscar en ella todas las referencias de Escritura.
Así que continuemos para contestar las
preguntas iniciales que hicimos acerca de la prosperidad financiera, esto es:
¿Es prometida a cada cristiano? ¿Quiere
Dios que vivamos en abundancia material?
¿Promete el Señor aumentar nuestra condición económica si le
servimos? No hay que especular o
razonar; en lugar de eso, hay que ver lo que dice la Palabra de Dios.
LA
PROSPERIDAD FINANCIERA NO ES PECADO EN SI MISMA
Antes de todo, hay que tener algo
absolutamente claro: no es un pecado tener ingresos altos y ser económicamente
próspero en este mundo. Han habido
santos cuyas vidas están registradas para nosotros en la Biblia que fueron
económicamente prósperos y de quienes el Señor se deleitó, e incluso el Señor
era la razón de su prosperidad financiera.
Sus corazones no se apartaron del Señor debido a su prosperidad, sino
más bien, la utilizaron generosamente para glorificar a Su nombre, demostrar Su
amor y servir Sus propósitos. Nunca
cometamos el error de pensar que si alguien tiene altos ingresos está en
pecado. Es fácil juzgar a tales personas
y estar equivocados porque aunque nosotros sabemos que reciben una gran
cantidad de dinero, no siempre sabemos lo que ellos están haciendo con este, al
menos que, por supuesto, veamos que ellos están usándolo para vivir en lujo y
sin moderación alguna en la tierra.
EL AMONTONAR TESOROS PARA LA INDULGENCIA EGOÍSTA ES PECAMINOSO
Así que mientras las Escrituras no condenan
los altos ingresos en sí mismos, sí condenan, enfáticamente, el gasto y la
acumulación egoísta, y el atesoramiento de riquezas terrenales para nosotros;
como dijo Jesús: “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín
corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo,
donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni
hurtan. Porque donde esté vuestro
tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mateo 6:19-21).
Jesús nos mandó a no amontonar “tesoros” en la
tierra, porque si lo hacemos, esto muestra que nuestros corazones no están con
Él en el Cielo. La acumulación de
“tesoros” terrenales demuestra que nuestro afecto está en las cosas de la
tierra y no en las cosas de Dios en el Cielo.
Demuestra que tenemos mentes tan terrenales que no servimos para lo
celestial. Las Escrituras nos mandan
poner nuestros afectos en las cosas de arriba, no en las de la tierra
(Colosenses 3:2). Si en la tierra
acumulamos fortunas para nosotros mismos con el propósito de disfrutarlas en
este mundo entonces estamos en desobediencia. Aún si decimos: “Bueno, yo sé que
tengo muchos bienes acumulados aquí en la tierra, pero mi corazón está
realmente con Jesús en el Cielo”—no importa porque Jesús dijo que nuestro
corazón siempre estará donde esté nuestro tesoro. Si tienes tal tesoro en la tierra, esto
demuestra que tu corazón y afectos están en la tierra y no en el Cielo, y que
amas las cosas de este mundo más que Dios.
Si no fuera así, amarías a Jesús tanto como para obedecerle (Juan 14:15)
y deshacerte de tus tesoros terrenales por causa del Evangelio y te harías
tesoros en el cielo como Él nos mandó (Luc. 12:33), demostrando que tus afectos
están en el cielo (Luc. 12:34). Si
rehúsas deshacerte de tus muchos tesoros terrenales y lujos que no tienen
importancia, esto demuestra que los amas más que las cosas celestiales y
eternas, porque Jesús dijo que no puedes tener ambas cosas.
El Señor continúa y describe estos “tesoros”;
son cosas que la polilla come (como la ruma de ropa atrás en tu ropero que casi
nunca usas), cosas que el orín corrompe (como metales, joyas y coches
elegantes), y cosas que los ladrones minan y hurtan (como objetos de gran
valor). ¿Minan y hurtan los ladrones tu
papel higiénico, comida, ropa y otras necesidades? Normalmente no. Lo que buscan son tesoros, objetos de
extraordinario valor. Entonces, Jesús
nos prohíbe amontonar lujos en la tierra con el propósito de gratificarnos a
nosotros mismos.
Pero esto es exactamente lo que los
predicadores de la prosperidad están haciendo en la tele y por todo el mundo.
Están viviendo vidas extravagantes, viviendo en lujo y para la gratificación
propia, comprando las suites de hoteles más caras, conduciendo los más caros
autos de lujo, viviendo en las más lujosas casas multimillonarias, banqueteando
en las más caras cenas como un estilo de vida.
Tales personas están en clara desobediencia al Señor Jesús y están
practicando el pecado, prostituyéndose y cometiendo adulterio espiritual con
Dios por ser amigos del mundo: “¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es
enemistad contra Dios? Cualquiera, pues,
que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios” (Sant.4:4). No hay término medio y no hay lugar para el
compromiso en el Reino de Dios—o aman a
Dios y aborrecen las atracciones carnales de este mundo, o aborrecen a Dios en
sus corazones (a pesar de lo que digan con los labios) y aman las cosas que
este mundo tiene que ofrecer. Sus
acciones demuestran donde está su corazón, porque “por sus frutos los
conoceréis” (Mat 7:16).
Además, estos famosos predicadores de
prosperidad son ricos por cualquier estándar.
¿Quién se atrevería a decir que no son ricos cuando viven tales estilos
de vida? Ahora escucha lo que el Señor
Jesucristo dijo: “Mas ¡ay de vosotros, ricos! porque ya tenéis vuestro
consuelo.”(Luc. 6:24-26). ¡Lejos de
pronunciarlos bendecidos y favorecidos por Dios, el Señor Jesús pronuncia males
y dolores sobre ellos! Les dice que ya
han recibido su consuelo, que significa “recompensa.” No tienen una recompensa esperándolos en el
Reino de Dios, porque ellos han vivido en lujo en la tierra y han decidido
tener su recompensa en la tierra. Como
describe Santiago: “Ustedes han llevado en este mundo una vida de lujo y de
placer desenfrenado. Lo que han hecho es
engordar para el día de la matanza.” (Santiago 5:5 NVI). Santiago estaba hablando a los ricos en este
mundo que viven en lujo egoísta. En
contraste con esto, él dice en la misma epístola: “Hermanos míos amados, oíd:
¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y
herederos del reino que ha prometido a los que le aman?” (Santiago 2:5). Santiago, como Jesús, claramente reprende a
los que viven en abundancia, lujo, y gratificación propia, mientras él
pronuncia la bendición sobre los pobres y oprimidos.
PARCIALIDAD
HACIA LOS POBRES
En Santiago capítulo 2, el Apóstol reprende a
los que muestran favoritismo hacia los ricos y tratan a los pobres como si no
fueran dignos de respeto y honor. Las
personas que él estaba reprendiendo estaban tratando muy bien a los ricos,
dándoles los mejores asientos, mientras que avergonzaban a los pobres
haciéndoles sentar en el piso. Honraban a los ricos pero avergonzaban a los
pobres, y por esto la Palabra de Dios les reprendía. Sin embargo, esto es precisamente lo que el
“evangelio” moderno de la prosperidad está haciendo—honra a los ricos como si
estuvieran bendecidos por el Señor y avergüenza a los pobres como si no fueran
bendecidos y los trata como si no estuvieran viviendo correctamente o no tienen
suficiente fe para salir de su pobreza.
Es un “evangelio” de parcialidad que se burla de los pobres en decir que
por su propia culpa y falta de fe están en esa pobreza. Este “evangelio” de prosperidad es una
abominación podrida en los ojos del Dios cuya palabra dice: “El que escarnece
al pobre afrenta a su Hacedor” (Proverbios 17:5).
Esto está sucediendo en muchas iglesias hoy en
día. A los miembros pobres y afligidos
no se muestra tanto favor como a los miembros que tienen dinero y son exitosos
en todo. El “evangelio” moderno del
éxito y la prosperidad está avergonzando al pobre y haciéndole pensar que debe
estar en pecado, no porque realmente hay pecado en su vida, pero por su
pobreza. ¡Que acusación contra el pobre!
Y las iglesias grandes y con dinero son vistas
como particularmente bendecidas, mientras las iglesias pequeñas que están
luchando son vistas como no tan bendecidas, e incluso como si no estuvieran
suficientemente en la voluntad de Dios como deberían estar. Sin embargo, el Señor Jesús ve las cosas en
una forma totalmente diferente. En el
libro de Apocalipsis, había siete iglesias que recibieron una palabra profética
de Él. Dos de estas siete iglesias eran
la iglesia de Esmirna, y la iglesia de Laodicea.
La
iglesia de Esmirna fue materialmente pobre, pasando por tribulación severa, y
estaba sufriendo tremendamente, pero oye lo que el Señor les dijo: “Yo conozco
tus obras, y tu tribulación, y tu pobreza (pero tú eres rico)…” (Apocalipsis
2:9). Aunque materialmente pobres, el
Señor los llama “ricos”, eso es, espiritualmente. El no tenía que reprender a esa iglesia por
nada, más bien los elogió y los animó a perseverar. Pero la iglesia de Laodicea era una iglesia
económicamente próspera que tenía tanto dinero en este mundo que no necesitaba
nada, y el Señor les dijo: “Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido,
y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado,
miserable, pobre, ciego y desnudo” (Apoc.3:17).
Aunque ellos parecían ser bendecidos y materialmente prósperos, el Señor
les reprendió y les llamo “pobres” en Sus ojos.
¿Cuántas iglesias hoy en día son materialmente prósperas y tienen
grandes congregaciones pero son tibias y desventuradas en los ojos de Dios?
LOS
PREDICADORES DE PROSPERIDAD VS. LA PALABRA DE DIOS
El mensaje de la Biblia está en contraste
directo con lo que los predicadores de prosperidad están diciendo…
Los predicadores de prosperidad nos dicen que
tenemos que obtener más para nosotros mismos, pero Jesús nos dijo que debíamos
deshacernos de lo que ya tenemos (Lucas 12:33).
¿Quién tiene razón—ellos o el Señor Jesús?
Los predicadores de prosperidad nos dicen que
Dios quiere que seamos ricos, pero el Apóstol Pablo dijo que los que quieren
enriquecerse caen en muchas tentaciones y lazos, y en codicias necias y
dañinas, que hunden a los hombres en la destrucción (1 Timoteo 6:9). ¿Quién tiene razón—los predicadores de
prosperidad o el Apóstol Pablo?
Los predicadores de prosperidad nos dicen que
no debemos estar contentos con lo que tenemos, sino que debemos ordenar a Dios
que nos dé más, pero la Biblia nos manda a estar contentos con lo que tenemos
(Hebreos 13:5). ¿Quién tiene razón—ellos
o la Palabra de Dios?
Los predicadores de prosperidad nos dicen que
Dios quiere que tengamos lo mejor que este mundo nos ofrece, pero el Apóstol
Juan nos dijo que si vivimos como el mundo y amamos las cosas del mundo ni
siquiera somos salvos (1 Juan 2:15).
¿Quién tiene razón? ¿A quién
debemos creer, a ellos o al Apóstol Juan?
Los predicadores de prosperidad están
levantándose en frente de audiencias mundiales y jactándose de cuanto oro y
plata tienen, pero el Apóstol Pedro tuvo que decirle a un pobre mendigo que él
ni siquiera tenía dinero para darle (Hechos 3:6). Pedro no estaba mintiendo. ¡Él realmente no tenía dinero! ¿Quién tiene razón—los predicadores de
prosperidad o el Apóstol Pedro?
Los predicadores de prosperidad se han
levantado en medio de la Iglesia y han usado las cosas de Dios para acumular
más ganancias financieras para ellos mismos, pero cuando Jesús entro a la casa
de Dios Él hizo lo opuesto, se hizo un látigo de cuerdas y echó fuera a todos
los que estaban allí para hacer dinero (Marcos 11:15). ¿Ha cambiado su mente el
Señor? ¡Nunca! ¡Él es el mismo ayer, hoy y siempre!
Los predicadores de prosperidad nos dicen que
Dios quiere que seamos ricos, prósperos, y sin ninguna necesidad, pero el Señor
Jesús dijo que tales personas le hacen querer vomitar (Apocalipsis
3:16-17).
Los predicadores de prosperidad nos dicen que
debemos servirles y contribuir a sus ministerios, pero el Señor Jesús vino a
servirnos y darnos todo lo que tenía (Marcos 10:45).
Los predicadores de prosperidad nos dicen que
debemos dar a sus ministerios y a cambio seremos extraordinariamente bendecidos
por Dios, pero cuando un hombre en la Biblia trató de dar dinero al Apóstol
Pedro para recibir la bendición del Espíritu Santo, el Apóstol lo reprendió y
condenó (Hechos 8:18-23).
Los predicadores de prosperidad nos dicen que
merecen tener dinero por la gran unción que tienen y que nosotros debemos dárselo,
pero el hombre de Dios Elías ni siquiera quería aceptar una ofrenda de un
hombre sanado bajo su ministerio; y más aún, cuando su siervo fue y recibió el
dinero sin la aprobación del profeta, Elías lo reprendió y el Señor maldijo a
él y sus descendientes para siempre (2 Reyes 5).
Los predicadores de prosperidad nos dicen que
el mundo debe amarnos por nuestra prosperidad y que debe desear ser como
nosotros, pero el Señor Jesús pronunció penas espantosas sobre las personas de
quienes el mundo habla bien (Lucas 6:26).
Los predicadores de prosperidad nos dicen que
Jesús vino a darnos vida abundante y que esto significa que debemos abundar en
las cosas materiales que poseemos, pero el Señor Jesús dijo que esta vida
abundante es la Vida Eterna y esa vida no consiste en las cosas materiales que
un hombre posee (Juan 10:10, Lucas 12:15).
¿Debemos creer a estos prominentes predicadores adinerados que viven en
abundancia, o al manso y humilde Señor Jesús?
Los predicadores de prosperidad nos dicen que
debemos usar a Dios para conseguir dinero, que Dios quiere que tengamos más
dinero, pero Jesús dijo que no podemos servir a Dios y a el Mammón (Mateo
6:24). El Señor dijo que o amaremos a
las riquezas y aborreceremos a Dios, o seguiremos a Dios y aborreceremos a las
riquezas, pero no podrá haber neutralidad, y no podemos aspirar ambos.
¿Entonces debemos creerles mientras sirven a Dios y a las riquezas a la vez
(demostrado por sus estilos de vida extravagantes y lujosos), o debemos creer a
Jesús que menospreció los bienes del mundo para agradar al Padre en todas las
cosas?
Los predicadores de prosperidad nos dicen que
Abraham fue rico y por esto, nosotros debemos ser ricos también. Nos dicen que, según Gálatas 3:14, debemos
recibir la “bendición de Abraham,” y por tanto, ya que Abraham fue rico y
bendecido, nosotros lo debemos ser también.
Sin embargo, las Escrituras nos dicen claramente que la “bendición de
Abraham” no es tener riquezas terrenales: ¡es la vida eterna! “Para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham
alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del
Espíritu.” La bendición de Abraham es la promesa del Espíritu Santo por cual
somos adoptados en la familia de Dios y somos salvos. Es un retorcimiento descarado de las Escrituras
tomar esto y convertirlo en una promesa de prosperidad y riquezas
terrenales.
Además, Abraham fue próspero en esta
tierra. Eso es obvio. Pero eso no significa que cada cristiano debe
ser así también. Dios tenía un plan para
formar una gran nación de Abraham, y era necesario que tuviese abundancia para
poder cumplir la promesa de Dios de hacer una gran nación de él, una nación a
través de la cual el Mesías, Cristo Jesús, vendría para salvar a la humanidad
del pecado. Es evidente que Dios no
tiene la intención de formar una gran y enorme nación terrenal usando a cada
cristiano; entonces no es necesario darles tantos bienes materiales. Y más aún, tenemos que recordar que Abraham
ni siquiera estaba buscando las riquezas terrenales porque él no estaba
buscando nada de este mundo, sino “esperaba la ciudad que tiene fundamentos,
cuyo arquitecto y constructor es Dios” (Hebreos 11:10).
Abraham demostró que estaba dispuesto a dejar
todo lo de este mundo para ganar la aprobación de Dios. Él no sólo menospreció las riquezas por amor
a Dios, sino también a su propio hijo Isaac, demostrado por el hecho que lo
ofreció en el altar (Génesis 22).
Abraham era un santo hombre de Dios que buscó la aprobación de Dios sin
importar el costo, y menospreció todo lo que el mundo tenía que ofrecer para
poder heredar la ciudad celestial de Dios en el siglo venidero.
Los predicadores de prosperidad nos dicen que
Salomón fue rico y próspero, entonces nosotros lo debemos ser también. Pero esto es totalmente erróneo, porque
Salomón estaba en clara desobediencia a la Ley de Dios que mandaba que el rey
de Israel no amontonase mucha plata y oro para sí mismo (Deuteronomio
17:15-20). Salomón desobedeció hasta tal
punto, que en su palacio la plata no fue considerada como nada más que cambio
de bolsillo en comparación (2 Crónicas 9:20).
Salomón también tomó muchas esposas para sí mismo, de hecho más de 900,
lo cual era una clara transgresión del mandamiento de Dios. Su corazón se apartó del Señor e incluso
edificó altares paganos a dioses falsos en Israel (Nehemías 13:26, 1 Reyes
11:1-8). Salomón se descarrió y por un
tiempo él estaba en rebeldía contra el Señor, buscando la felicidad en las
cosas de este mundo en lugar que en Dios—esto es exactamente lo que nos dice el
libro de Eclesiastés. ¿Entonces por qué
rayos quisiéramos establecer a Salomón como un ejemplo que la Iglesia
siga? ¿Nos atreveremos a aspirar cosas
terrenales como él y apartar nuestros corazones del Dios Vivo? Gracias a Dios, Salomón aprendió la lección
de ser obediente en el temor de Dios (Eclesiastés 12:12-14). ¡Que nosotros aprendamos lo mismo por su
ejemplo y no caigamos en el mismo error!
VERDADEROS
EJEMPLOS DEL ANTIGUO TESTAMENTO
¿Y qué del ejemplo de Moisés? Moisés era un hombre que como bebé fue
adoptado por la hija de Faraón y que, a través de su vida, fue criado con todos
los lujos y las riquezas de Egipto. Como
el hijo de la hija de Faraón, él iba a recibir muchas riquezas como un heredero
legal del patrimonio familiar en el reino.
Moisés podía haber tenido todo lo que el mundo tenía que ofrecer en
cuanto a riquezas y éxito. Sin embargo,
las Escrituras nos dicen que Moisés menospreció las riquezas y placeres de
Egipto para conocer al Señor:
“Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó
llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el
pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado, teniendo por
mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque
tenía puesta la mirada en el galardón” (Heb. 11:24-26).
¿Cuán fácil hubiera sido para Moisés quedarse
en Egipto y decir: “Yo amo al Señor y voy a seguirle y ser una luz donde Él me
ha puesto”? Sin embargo, él no hizo
ninguna excusa, el rehusó rendirse al menor compromiso, y dejó todo para poder
ser identificado con el verdadero pueblo de Dios. Él consideró una mayor bendición el sufrir
oprobio y aflicción por Cristo más que todos los tesoros que Egipto ofrecía,
porque sabía que si dejaba todos sus tesoros terrenales tendría tesoro en el
Cielo, entonces estaba dispuesto a dejar todo con gozo mientras miraba a la
gran recompensa que le esperaba en el Reino de Dios. ¡Aprendamos del ejemplo de este hombre de
Dios extraordinario e imitemos su fe!
Y no solo imitemos la fe de Moisés, sino la fe
de todos los verdaderos hombres de Dios y los profetas del Señor que “fueron
atormentados, no aceptando el rescate, a fin de obtener mejor resurrección.
Otros experimentaron vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y cárceles.
Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada;
anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres,
angustiados, maltratados; de los cuales el mundo no era digno; errando por los
desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra. Y
todos éstos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo
prometido” (Heb. 11:35-39). ¡La
descripción en la Palabra de Dios que nos cuenta lo que experimentaron, suena
como todo menos prosperidad! De hecho
suena como lo opuesto—parece que a menudo eran pobres, afligidos, maltratados,
abusados, sufriendo, menospreciados, y puestos a prueba, y la razón era porque
el mundo no era digno de ellos. Por lo
tanto, el mundo los odiaba, y ellos también odiaban al sistema del mundo. Estos no son ejemplos extremos o raros,
porque las Escrituras nos dicen que somos llamados a imitar la fe y ejemplo de
ellos y seguir su forma de vivir. El
Señor Jesús aún dijo a todos los que le seguirían: “Si fuerais del mundo, el
mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del
mundo, por eso el mundo os aborrece” (Juan 15:19). Y la Palabra de Dios igualmente nos promete
que “es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de
Dios” (Hec.14:22). ¡Esto suena como todo
menos que la linda, feliz “vida abundante” que la mayoría de los predicadores
modernos de prosperidad nos dicen que tenemos que tener!
UNA
PALABRA SOBRE LA LEY
Los predicadores de la prosperidad con
frecuencia citan promesas del Antiguo Testamento y de la Ley de Moisés (como
los que se encuentran en Deuteronomio 28).
Pero se necesita recordar que a pesar de cuan próspero o rico fue un
santo en el Antiguo Pacto, no es igual con cada creyente bajo el Nuevo
Pacto. Es peligroso tomar una escritura
fuera de contexto. Las bendiciones y las
maldiciones de la Ley no se aplican en la misma forma a los creyentes bajo el
Nuevo Pacto. No podemos mezclar el
Antiguo Pacto con el Nuevo, el vino viejo con el vino nuevo (Mateo 9:17). El Nuevo Testamento nos dice que ya no
estamos bajo la Ley (Gálatas 3:10, 4:21).
Nos enseña que hemos “muerto a la Ley” (Romanos 7:4) y que la Ley
“perece” (2 Corintios 3:11). También
deja en claro que el Antiguo Pacto es viejo, se envejece y “está próximo a
desaparecer” (Hebreos 8:13). Es contra
la enseñanza de la Palabra de Dios, contra el Nuevo Pacto, bajo cual
actualmente vivimos, el escoger bendiciones y maldiciones del Antiguo Pacto y
aplicarlas a los creyentes en Cristo bajo el Nuevo. Ya no estamos bajo el Antiguo Pacto, y nada
de ello se vincula con el creyente en Jesús del Nuevo Pacto que es justificado
libremente por la gracia (Romanos 3:24)
Esto no significa que la Ley no es importante,
porque es todavía la Palabra de Dios, que permanece para siempre (1 Pedro
1:25), y tiene muchas practicas aplicaciones, sombras de las cosas venideras
(Hebreos 10:1), e instrucciones para nuestro aprendizaje (1 Corintios
14:34). Y no significa que podemos vivir
en libertinaje porque no estamos bajo la Ley.
Al contrario, vivimos en libertad sobre el señorío del pecado a causa de
que no estamos bajo la Ley (Rom.6:14).
El corazón de Dios se encuentra en la Antigua Ley, la cual los creyentes
en el Señor Jesús cumplen en su verdadero significado espiritual y propósito de
la Ley que consiste en amar a Dios y a los demás, y en ese sentido la Ley es
cumplida por los que creen en Cristo (Romanos 13:10). Sin embargo, no podemos
tomar promesas abstractas de prosperidad terrenal de la Ley y aplicarlas en la
misma forma a creyentes en el Nuevo Pacto, porque si vamos a tomar algunas
partes de la Ley entonces tenemos que tomarla toda y rendir perfecta obediencia
a ella (Gálatas 3:10). No podemos tomar
las cosas de la Ley que nos gusten e ignorar las que no nos gusten. Pero esto es exactamente lo que los
predicadores de prosperidad hacen. Ellos
toman promesas de prosperidad terrenal para Israel en el Antiguo Pacto y los
tuercen para que parezcan ser promesas para la Iglesia en el Nuevo Pacto, pero
ignoran todas las otras cosas escritas en la Ley y todos los requisitos de
obediencia perfecta y absoluta.
EL
NUEVO PACTO NO PROMETE PROSPERIDAD TERRENAL A TODOS
En el Nuevo Pacto, no existe ninguna promesa
que se aplique a cada individuo en la iglesia prometiéndoles prosperidad
económica y terrenal. El Nuevo Pacto no contiene promesas para aumentar
económicamente a cada creyente y hacerles materialmente prósperos con una
abundancia de dinero o valor material. No obstante, hay numerosas promesas que
nos dicen que si estamos, verdaderamente, viviendo en la voluntad de Dios,
honrándolo, poniéndolo primero en nuestras vidas, y caminando en obediencia y
amor en el Señor Jesús, Dios va a proveer nuestras necesidades materiales. Y hay promesas que dicen que si somos
generosos con nuestros bienes materiales y nuestro dinero y damos a los que
necesitan que Dios se va asegurar en proveernos y recompensarnos (por ejemplo,
en 2 Cor.9:6).
Jesús dijo: “Mas buscad primeramente el reino
de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” pero, en el
contexto, él explicó que son “estas cosas” que Dios añadirá a nosotros—
“alimento” y “vestido” (ve Mateo 6:25-33).
Dios promete suplir todo lo que nos “falta” según sus riquezas en
gloria, y no lo que “queremos” o “deseamos” (Filipenses 4:19). Jesús tenía nuestras necesidades básicas en
mente cuando prometió que Dios nos proveerá.
El torcer esto y convertirlo en una promesa para la prosperidad
económica es, para hablar claramente, adulterar la Palabra de Dios.
ALGUNAS
ESCRITURAS EXAMINADAS
Hay un gran número de pasajes tomados fuera de
contexto que a menudo son dados por los predicadores de prosperidad para
“confirmar” las doctrinas que tratan de usar para “probar” que Dios quiere que
todos los cristianos sean ricos. Si bien
no tenemos el tiempo ni el espacio para tratar con todos, miremos brevemente a
algunos:
“Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor
Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que
vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos” (2 Cor. 8:9). Los predicadores de prosperidad nos dicen que
esto está diciendo que Jesús fue materialmente rico en el Cielo, pero vino a
esta tierra y se hizo pobre, y nos redimió de tener que sufrir de la pobreza,
para que ahora podamos ser económicamente ricos. ¿Pero es esto realmente lo que el texto está
enseñando? No puede ser porque sino
estaría contradiciendo el resto de las enseñanzas en el Nuevo Testamento acerca
de este tema. Si el Apóstol Pablo estaba
diciendo que tenemos que ser material y económicamente ricos, entonces él
fracasó miserablemente en practicar lo que predicaba. Pablo mismo era un hombre sumamente pobre en
cuanto a lo material (Él mismo dijo que ni siquiera tenía el alimento o
vestimento adecuado muchas veces, y que además no tenía hogar; ve 1 Cor.
4:11). Si Pablo quería decir que
nosotros deberíamos ser económicamente prósperos, ¿por qué Jesús se hizo pobre,
por qué él no era rico? ¿Por qué era tan
pobre? ¿Y por que sufrió tanto (como Él
dice después en 2 Cor. 11:23-28)?
Y si Dios quiere que seamos materialmente
ricos, entonces ¿por qué los otros Apóstoles vivieron estilos de vida tan
pobres y humildes, como la historia de la Iglesia lo documenta? Aún en el libro
de Hechos el Apóstol Pedro dijo al pobre mendigo: “No tengo plata ni oro” (Hechos
3:6). De toda la gente, los Apóstoles de
Jesucristo estaban en la perfecta voluntad de Dios— ¿entonces por qué no se
enriquecieron si Dios lo había prometido?
¿Estaban viviendo vidas derrotadas fuera de la voluntad de Dios porque
vivían en pobreza? ¿Quién se atreverá
decir tal cosa? Sin embargo, esto es
exactamente lo que estos predicadores de prosperidad están diciendo, no
directamente, pero lo hacen al decir que es la voluntad de Dios que todos los
creyentes sean económicamente prósperos.
¡Esto significa que si alguien no está prosperando económicamente, no
está en la perfecta voluntad de Dios!
En 2 Corintios 8:9 (citado arriba), el Apóstol
Pablo esta relacionando lo físico con lo espiritual. Él menciona las riquezas materiales de Jesús
y las glorias del Cielo, y dice que Él dejo todo eso para humillarse y
convertirse materialmente pobre, para que a través de su pobreza y sufrimiento
pudiéramos ser ricos espiritualmente. Si
esto no es lo que él quería decir, entonces se contradice totalmente, ya que él
era muy pobre, y además nos da a entender, claramente, que solo algunos son
designados a ser ricos (1 Tim.6:17). Mas
esto debe ser lo que él quería decir, porque va de acuerdo con el resto de lo
que la Biblia enseña. (Y la Biblia sí
habla de las riquezas materiales y espirituales en una misma frase, como en
Apocalipsis 2:9 donde habla primero de las riquezas materiales y luego de las
riquezas espirituales en la misma oración, así como también en 2 Corintios
8:9). Entonces, Dios está preocupado con
nuestra prosperidad espiritual, no con nuestra prosperidad material. Dios quiere que seamos espiritualmente ricos
hacia Él, abundando en buenos frutos que glorifiquen Su nombre. Esto no puede ser tomado como una promesa que
garantice las riquezas terrenales para cada creyente.
Otra Escritura favorita, a menudo usada por
los predicadores de prosperidad, es 3 Juan 2: “Amado, yo deseo que tú seas
prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma.”
Los predicadores de prosperidad citan esto y dicen: “Ven, el Apóstol Juan dice
que él desea que en todas las cosas prosperemos material y económicamente y que
tengamos salud, como prospera nuestra alma.” Ellos dicen que esta es una
promesa para cada creyente que podemos ser económicamente prósperos si solo lo creemos y declaramos por
fe. ¡Pero no hay que ser tan ingenuos!
Acordémonos que la Palabra de Dios tiene que ser leída e interpretada en su
contexto. Esto es algo que los
predicadores de prosperidad fallan en hacer. Entonces, examinemos este
versículo en su contexto.
En primer lugar, esta no es una declaración de
una promesa absoluta de Dios; sino un deseo del Apóstol Juan. Él dijo: “Amado, yo deseo…” Es la declaración
de un deseo. Juan no está prometiendo a
cada persona a la cual está escribiendo que Dios si los prosperará, él
simplemente está declarando que él desea que prospere. Si tomamos esta declaración como una promesa
segura de Dios estamos tomándola más allá de su significado literal y claro.
En segundo lugar, tenemos que tomar en
consideración a quien el Apóstol Juan está escribiendo. Obviamente, no está escribiendo esto a cada
persona que dice ser cristiana. Él está
escribiendo esto a un hombre llamado Gayo, un amado hermano en la Iglesia. En esta corta epístola, nos muestra algunos
rasgos loables de Gayo: es un amigo íntimo que ha sido personalmente
recomendado por un Apóstol de Jesucristo como un hermano en el Señor y Juan
alude a ser su padre espiritual en Cristo (vers.1, 4). Él está caminando en obediencia total a la
verdad del Evangelio (vers.3-4), es fiel en servir, ser hospitalario y dar
generosamente a los hermanos, desconocidos, especialmente a misioneros
(vers.5-8). Gayo no era cualquier
supuesto “cristiano”, era un hermano fiel que aprendía del Apóstol Juan, estaba
caminando en amor y obediencia en santidad y verdad, y se desvivía por mostrar
generosidad y amor a los misioneros viajantes.
Gayo era un hombre que estaba ocupado en la obra del Señor.
Por lo tanto, podemos suponer que mientras
Gayo gozaba de buena salud, estaba bien y era próspero en todas las cosas, la
obra del Señor continuaría a través de él, y los hermanos desconocidos y
misioneros seguirían siendo ministrados.
¿Por qué no quisiera alguien que un hermano tan fiel prospere en todo?
¡Mientras que prospere, estaría ayudando generosamente a la obra de Dios! Entonces el Apóstol Juan deseaba que Gayo
prospere y tenga salud porque Juan sabía que mientras lo hacía, los misioneros
iban a ser apoyados. Juan en ninguna
manera deseaba que Gayo prospere para que pudiese acumular los lujos y placeres
de este mundo— ¡la única razón por la que él declara que deseaba que Gayo
prospere en todo era porque escuchó que Gayo estaba ayudando generosamente a
los misioneros!
DIOS SÍ
PROSPERA A ALGUNOS EN LA IGLESIA
Esto nos lleva a otro punto. Aunque Dios no
promete que cada cristiano prospere económicamente, es evidente que Dios si
escoge esto para algunos de sus hijos.
Como Gayo, Dios escoge confiar a algunos de sus hijos una prosperidad
material. Pero la razón por la que lo
hace es, otra vez, no para que acumulen tesoros en la tierra, o para que usen
lo que Dios les ha dado para egoístamente mejorar su nivel de vida y vivir en
lujo, sino para que ellos, como Gayo, puedan usar lo que Dios les ha dado para ayudar
a otros y contribuir a la obra del Señor.
Y por eso, el Apóstol Pablo dijo al joven
predicador Timoteo: “A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni
pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios
vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos. Que hagan bien, que sean ricos en buenas
obras, dadivosos, generosos; atesorando para sí buen fundamento para lo por
venir, que echen mano de la vida eterna” (1 Tim.6:17-19). Pablo no le dice que
reprenda a los que son ricos sólo porque son ricos, ya que no es un pecado en
sí mismo ser rico, pero él le dice a Timoteo que les mande a no ser orgullosos
por sus riquezas, a no confiar en sus riquezas, sino que sean ricos en buenas
obras, dando generosamente. Esta es la
razón por la cual Dios escoge a prosperar económicamente a algunos en la
Iglesia—para que puedan ser generosos con lo que tienen y ayudar a los pobres,
las viudas y huérfanos, para que den a los necesitados, y financiar a los
obreros del Evangelio y misioneros.
La esencia del segundo más grande mandamiento
es esta: amar a nuestro prójimo como nosotros (Mat.22:39). Los que son económicamente prósperos en la
Iglesia, por la voluntad soberana de Dios, son llamados a mostrar con su dinero
y bienes materiales que aman a sus prójimos como a sí mismos. Lo que hacen con su dinero demuestra cuanto
aman a sus prójimos. Si están viviendo
en lujo excesivo y costoso más allá de lo que es razonable según el estándar de
vida promedio, y ven que otros hermanos o misioneros tienen necesidad pero no
les dan, entonces eso prueba que ellos se aman más a sí mismos que a otros.
“Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y
cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? Hijitos míos, no amemos de palabra ni de
lengua, sino de hecho y en verdad” (1 Juan 3:17-18).
De hecho, de los que vienen a Cristo y se
convierten, aquellos que poseen cosas del mundo que son extravagantes y
excesivamente lujosas son mandados a vender sus abundancias y distribuirlas
entre los pobres y necesitados en la Iglesia.
Esto es exactamente lo que el Señor le dijo al hombre rico (Mar.
10:17-25) y a todos los discípulos (Luc.12:33).
Si rehusaban deshacerse de las cosas extravagantes de este mundo por
Cristo, entonces no eran dignos de ser seguidores de Jesús (Luc.14:33). El no querer dejar los lujos extravagantes y
abundancia demuestra que aman a las cosas de este mundo, ya que no quieren
deshacerse de tales cosas por amor a Cristo. “No améis al mundo, ni las cosas que están en
el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él” (1 Juan
2:15). Esto no significa que Dios quiera
que vivamos sin que nuestras necesidades sean suplidas, porque Dios sí promete
suplirlas, lo que pasa es que el Señor quiere que obedezcamos la verdad en amor
y que demos a los hermanos que verdaderamente están en necesidad de nuestra
abundancia, para que haya igualdad entre los hermanos (2 Cor.8:14) y amor
evidente mostrado a todos los santos (Luc.10:30-36).
EL
DINERO ES LA IDEA DE DIOS
Es verdad que Jesús con frecuencia hablaba del
dinero y las cosas materiales, pero lo que los predicadores de prosperidad no
te van a decir es que cuando Él hablaba de este tema casi siempre hablaba en
contra de ello, esto es, en contra de desear estas cosas en cualquier forma,
porque el Señor Jesús sabía que la “raíz de todos los males es el amor al
dinero” (1 Tim.6:10). Él sabía que el
dinero compite por el corazón y los afectos y la devoción del hombre en una
forma que ninguna otra cosa lo hace y, debido a eso, Él advirtió constantemente
que era una trampa lista para atrapar el alma de cualquier hombre en cualquier
momento. Él sabía que el deseo por el
dinero y las cosas materiales causaría que muchos de Sus supuestos seguidores
tropiecen y caigan y, al final, pierdan sus almas.
¿Entonces significa esto que Jesús aborrece el
dinero en sí mismo? No. El dinero fue la idea de Dios. Él es el que creó el mundo y todo dentro de
ello y decretó que el sistema monetario opere en esta tierra. Por lo tanto sí, el dinero es Su idea. ¿Entonces por qué lo decretó? Por esta razón: para probar los corazones de
los hombres y especialmente los corazones de Su pueblo. Dios nos da dinero para probarnos y ver si
vamos a estar dedicados al dinero o dedicados e Él. Dios puede dar a algunos creyentes una
abundancia de dinero, no para que sean egoístas y lo gasten todo en sí mismos,
pero para que por la forma que gasten su dinero puedan mostrar al mundo que
Dios es su Dios y no el dinero. El
diseño de Dios es que tengamos la oportunidad de magnificarlo por usar lo que
Él nos ha dado en una forma que glorifica Su nombre y demuestre Su amor. Entonces, querido cristiano— ¿Muestras tú al
mundo por la forma que gastas tu dinero que Dios tiene el primer lugar de
devoción en tu vida? ¿O muestras que lo
de mayor importancia en tu vida eres tú y tus comodidades y deseos egoístas?
LA
AVARICIA ES IDOLATRÍA
La Palabra de Dios está llena de advertencias
contra la avaricia [o codicia] en el Antiguo y el Nuevo Testamento; sin
embargo, a pesar de estas advertencias claras, muchos de los que dicen ser
“cristianos” viven estilos de vida que no pueden ser definidos de ninguna otra
manera, salvo “codiciosos.” De hecho,
aunque ellos no digan que son codiciosos, muchos de ellos admitirán
abiertamente que sí lo son por la misma definición de la palabra. La palabra “codiciar” significa literalmente
“desear o apetecer una cosa.” Significa
lo mismo en Hebreo y Griego, los idiomas que fueron usados para escribir el
Antiguo y el Nuevo Testamento. Entonces,
cuando uno que profesa ser cristiano ve un coche bonito pasando por la calle y
expresa su deseo de tener uno para sí mismo, está codiciando. Cuando uno que
profesa ser cristiano dice que quiere más dinero o cosas materiales para
almacenar para sí mismo o su familia, y verdaderamente desea tales cosas en su
corazón, entonces está codiciando.
Codiciar algo, significa que lo deseamos
tener. Esto insinúa que no estamos
contentos con lo que tenemos, que no estamos completamente satisfechos con el
Señor y lo que Él nos ha dado, y que necesitamos algo más para
satisfacernos. Por lo tanto, viendo la
definición de este término, vemos que muchos de nosotros en la Iglesia somos
culpables de codiciar—en querer un mejor auto, una casa mejor, una cuenta de
banco más grande, en querer aumentar nuestro valor económico. Esto es en verdad un pecado en los ojos de
Dios, y no es cualquier pecado, sino uno extremadamente peligroso. La Palabra de Dios nos manda a poner a muerte
este pecado y nos da unas advertencias solemnes contra ello:
“Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros:
fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es
idolatría; cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de
desobediencia” (Col.3:5-6). Aquí el
pecado de la codicia(avaricia) está agrupado en el mismo nivel que la
fornicación, la lascivia y el practicar inmoralidad. Somos ordenados a matar
cualquier deseo codicioso que encontremos en nosotros. Esta “ira” es la destrucción y el castigo
eterno en el Infierno. Así de serio es
el pecado de la codicia en los ojos de Dios.
No importa si alguien dice que es “cristiano”, no importa si alguien es
un predicador, no importa si tienen un ministerio grande con mucha gente; si
tienen un corazón codicioso van a experimentar la ira de un Dios Santo contra
este pecado. Dios aborrece la codicia
tanto como aborrece la fornicación y el homicidio.
Y nota que las Escrituras dicen: “…y avaricia,
que es idolatría.” Llama la avaricia “idolatría”. Esto es específicamente significante porque
la idolatría es un pecado que Dios en particular aborrece. El Señor nos dice que Él es un Dios celoso y
que no compartirá Su gloria con nada y nadie.
Él exige nuestra entera y absoluta devoción y lo provocamos a celos
cuando deseamos algo en lugar que Él.
Los que desean aumentar su valor económico y ansían las cosas de este
mundo son idólatras ante los ojos de Dios.
Muchos cristianos admiran a estos famosos predicadores con grandes ministerios
que están viviendo en lujo y en extravagante opulencia, que dicen abiertamente
que quieren más dinero y constantemente piden dinero al público. Muchos cristianos los miran como grandes
hombres de Dios, pero el verdadero Dios del Cielo los mira como idólatras
provocándole a celos por promover y aferrarse a las riquezas.
Una Escritura particularmente informativa
acerca de este tema se encuentra en Hebreos 13:5: “Sean vuestras costumbres sin
avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé,
ni te dejaré.” Esto nos manda a tener
nuestra conducta libre del deseo para el dinero o cosas materiales y, al
contrario, nos manda a estar “contentos con lo que tenéis.” En otras palabras, o somos uno o el otro; o
somos contentos con lo que tenemos, o somos avaros. No hay una posición intermedia, no podemos
servir a Dios y las riquezas. Solo
podemos estar contentos en Jesús, y en el amor de Dios, porque el Señor nos ha
prometido nunca dejarnos o desampararnos.
Nuestra satisfacción, gozo, placer y felicidad deben estar solamente en
Él y no en las cosas de este mundo. Dios
no quiere que estemos miserables en nuestra pobreza (si Él ha designado esto
para nosotros); ¡en lugar, Él quiere que nos gloriemos y gocemos en esto
porque, aunque tengamos poco o mucho, estamos contentos con conocerle!
¡De hecho, esto fue escrito a los cristianos
hebreos que recién habían sufrido la pérdida de sus bienes materiales! El autor de esta carta les dice: “…el despojo
de vuestros bienes sufristeis con gozo, sabiendo que tenéis en vosotros una
mejor y perdurable herencia en los cielos” (Heb.10:34). Ellos podían sufrir la pérdida de todas las
cosas y tomarlo con gozo sin codiciar, sabiendo que tenían una posesión más
grande en el Cielo esperándolos, siendo contentos con el amor de Cristo en sus
corazones.
El Apóstol Pablo escribió a los corintios,
diciendo: “Más bien os escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose
hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o
ladrón; con el tal ni aun comáis. Porque ¿qué razón tendría yo para juzgar a
los que están fuera? ¿No juzgáis vosotros a los que están dentro?” (1
Cor.5:11-12). El nos dice claramente que
no debemos tener compañerismo con uno que profesa ser cristiano que es codicioso. Es un pecado tan serio que excluye a uno de
poder congregarse con la Iglesia.
Observemos esto y diremos que debe haber
alguna forma de reconocer si alguien es codicioso. Debe haber una base legal para juzgar (tomar
un juicio justo basado en el fruto evidente en la vida de alguno, comparándola
con lo que dice la Palabra de Dios).
Obviamente, somos llamados a reconocer aquellos en la Iglesia que desean
tener más dinero o ingresos económicos—que constantemente desean más, que están
viviendo vidas extravagantes con abundantes riquezas—y advertirles duramente
con la Palabra de Dios, y si no se arrepienten, debemos terminar nuestro
compañerismo con ellos. ¿Por qué no se
practica esto en la Iglesia hoy en día?
¿Por qué aprueban el pecado de la avaricia e incluso lo promueven desde
el púlpito con numerosas solicitudes a la gente que den, den y den? ¡Lejos de ser expulsada de la Iglesia, la
avaricia es a menudo promovida en la Iglesia!
Estos predicadores de prosperidad dicen que
son los verdaderos siervos de Dios.
¿Pero a que “dios” sirven? Solo
porque dicen que sirven al Señor e invocan el nombre de Jesús no significa que
verdaderamente han sido enviados por Dios.
“Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de
luz. Así que, no es extraño si también
sus ministros se disfrazan como ministros de justicia; cuyo fin será conforme a
sus obras” (2 Cor.11:14-15).
En Éxodo 32, los hijos de Israel tomaron todo
su oro e hicieron un ídolo. Hicieron un
becerro de oro para ellos mismos y dijeron: “Este es tu dios, Israel, que te ha
sacado de la tierra de Egipto.” Hasta lo llamaron “Jehová” (Exo.32:5). Pero a pesar de que lo llamaron “Jehová” y lo
adoraron como el dios que les libró de Egipto, solo era un ídolo y el furor de
Dios se encendió contra ellos. Esto es
exactamente lo que está sucediendo en una gran parte de la Iglesia hoy en día.
Los predicadores de prosperidad y los líderes engañados han tomado el dinero y
el oro y han formado un dios para sí mismos y sus congregaciones, y han clamado
por todo el mundo: “¡Este es tu dios, Iglesia!
Dicen que sirven al Dios verdadero, “Jehová”, pero en realidad sirven a
un ídolo de oro y materialismo. Están
sirviendo a otro dios, el dios de las riquezas.
Ellos sirven a “otro Jesús” y tienen “otro espíritu” y predican “otro
evangelio”, y justo como el Apóstol Pablo dijo, la gente los recibe bien (2
Cor.11:4).
EL
ORIGEN DEL EVANGELIO DE LA PROSPERIDAD
¿Si la Palabra de Dios no enseña este mensaje
moderno de la prosperidad económica y del vivir cómodo y abundante, entonces de
donde vino este mensaje? Bueno, podemos
decir que tiene dos orígenes: uno es sobrenatural; el otro es natural.
El origen sobrenatural de las doctrinas de la
prosperidad económica viene de las profundidades del Infierno. Es una “doctrina
de demonios” enviada para engañar al pueblo de Dios con el fin de alejar sus
corazones de la devoción entera hacia el Señor y hacerles poner sus afectos en
las cosas terrenales, sofocando su espiritualidad y causando que se prostituyan
con ídolos de avaricia. Fue diseñada por
las huestes del Infierno para ser un tropiezo y traer reproche sobre la
Iglesia, porque cuando muchos de los incrédulos ven a predicadores promoviendo
las doctrinas de prosperidad y las ideas de la abundancia terrenal, les causa a
alejarse de la Iglesia e incluso blasfemar el camino de la verdad (2
Ped.2:1-2). Está diseñada para plantar semillas de avaricia en los corazones de
las personas que están buscando a Dios, y a través de la avaricia condenar sus
almas, porque ningún avaro heredará el Reino de Dios (1 Cor.6:9-10). Este es un truco perfecto de las huestes de
Satanás, porque es tan engañoso y sutil.
El pecado de la avaricia puede estar escondido en las profundidades del
corazón de una persona, aún si no son materialmente ricos en esta tierra. Y alguien puede estar entregado a la codicia
sin saberlo, tratando de servir a Dios y las riquezas al mismo tiempo, estando
bajo la ira de Dios aún mientras profesan amarle.
El origen natural de las doctrinas de la
prosperidad económica viene de la mitad de los 1900s. El origen principal puede ser atribuido a un
predicador famoso llamado Kenneth Hagin (fundador del Instituto Bíblico Rhema
que aún hoy sigue promoviendo esta doctrina).
Él fue el primero en popularizar la doctrina y fue unas de las razones
principales que esta doctrina se propagó por todo el mundo, debido a que él
estaba en una posición muy influyente dentro la iglesia carismática. Él afirmaba tener revelación especial de Dios
en este tema, y muchos otros temas también—incluso diciendo cosas tan heréticas
como que Jesús sufrió en el Infierno y que ahí fue torturado por Satanás. Kenneth Hagin fue un “padre espiritual” a
otros predicadores famosos que más adelante tendrían unos de los más grandes
ministerios de la tele en el mundo. Él
enseñó a estos predicadores las doctrinas de la prosperidad, y ellos
sucesivamente se pondrían delante de enormes audiencias y por la televisión
difundirían la idea que Dios quiere que estemos económicamente prósperos y
ricos.
Estos predicadores todavía están en la
televisión cristiana promoviendo estas doctrinas y una gran parte del mundo los
admira porque tienen ministerios grandes y supuestamente “exitosos.” Ahora,
donde haya satélites transmitiendo la televisión cristiana a las casas de
cristianos y pastores, puedes casi suponer que alguien en ese hogar cree en las
doctrinas de la prosperidad. A través de
los medios de estos predicadores muy influyentes y de la emisión internacional
en la tele, estas falsas doctrinas se han difundido por todo el mundo e
infiltrado mucho de la iglesia. Es
interesante notar que, en lugares en el mundo donde no hay programas cristianos
en la tele, no encontrarás ningún cristiano que cree en las doctrinas de prosperidad;
esto muestra que los que creen en esto lo reciben de la tele y de los
predicadores apóstatas y no de la Palabra de Dios.
Es interesante notar también que antes de que
el proponente principal de estas enseñanzas, Kenneth Hagin, falleciera, se
arrepintió públicamente de promover tanto las doctrinas de prosperidad. Escribió un libro en sus últimos días en el
cual abiertamente reconoció su error en promover la prosperidad económica al
nivel que lo hizo. Mando copias a los predicadores que él había discipulado que
todavía estaban enseñado esto en la tele, y les dijo que había estado
equivocado y que ellos tomaron su mensaje a un extremo y cayeron en las trampas
de la avaricia y necesitaban dejar de hacer esto. Desafortunadamente, ellos no le hicieron
caso, y todavía están en la tele promoviendo tales falsas doctrinas. Cuídense de los canales “cristianos” de la
tele—son los más grandes promotores de falsas doctrinas en la faz del mundo,
hay tantas falsas enseñanzas sobre el dinero y prosperidad que es mejor no
verlos.
También, necesitamos reconocer que nadie
creyó, inventó ni promovió las doctrinas de la prosperidad económica hasta el
Siglo 20. ¡Esto significa que esta
doctrina estaba ausente por casi 2.000 años de historia cristiana! Por casi 2.000 años, ha habido muchos hombres
de Dios y predicadores y maestros en la Iglesia que escribieron comentarios
extensivos y predicaron innumerables sermones; sin embargo, no hay siquiera un
rastro de evidencia que ellos jamás creyeron ni mencionaron tales doctrinas. No existían en la Iglesia. Y podemos decir con toda seguridad que si no
se ha encontrado una doctrina o práctica en la Iglesia por 2.000 años, es una
“nueva cosa” y por lo tanto debe ser falso, porque no habrá una “nueva cosa” en
la Iglesia ya que el canon de la Escritura esta completo y el Libro de Dios es
un libro cerrado. Todas las doctrinas ya
están establecidas en la Palabra completada (2 Tes.2:15, Apoc.22:18-19). Habrán revelaciones y profecías continuas en
la Iglesia en cuanto a las cosas temporales (como una palabra acerca de la
voluntad de Dios para un individuo, una advertencia en una visión o un sueño,
comprensión sobrenatural de misterios divinos confirmados por la Palabra de
Dios como acerca de los eventos de los últimos tiempos y como específicamente
ocurrirán, etc.) pero las doctrinas de la Escritura son completas y enteras y
nunca habrá nada que se añada o se quite de ellas. Si no se puede encontrar la
doctrina en 2.000 años de la Iglesia cristiana, entonces tiene que ser falso.
Además, hay volúmenes y volúmenes de obras de
los líderes en la Iglesia temprana de los 2dos y 3ros Siglos. Ellos fueron
pastores y predicadores de la Iglesia primitiva que fueron ancianos durante los
tiempos inmediatos siguiendo lo que está registrado en el Nuevo Testamento (sus
obras se encuentran en los volúmenes de los “Padres Ante-Nicenos”). Estos líderes de la Iglesia temprana en
realidad hablan bastante acerca de la prosperidad económica, pero nunca en una
manera favorable. Hablaron de la
abundancia económica en la vida de un cristiano, no tanto como una bendición,
sino como un lazo. Ellos lo vieron más como una trampa que una bendición porque
los que tienen una abundancia de finanzas y valor económico en este mundo se
encuentran en muchas más tentaciones a amar al mundo y vivir en el placer
egoísta que aquellos que no tienen tanto.
Aquellos que tienen mucho se encuentran en muchas tentaciones a acumular
tesoros en esta tierra para sí mismos, a vivir egoístamente y en comodidad, y
encuentran más difícil negarse a sí mismos, tomar sus cruces, y seguir a Jesús
en el camino angosto de la adversidad porque tienen tanta tentación a disfrutar
de sus bienes en lugar de renunciarlos como Jesús nos mandó (Luc.14:33) y
disfrutar solamente de Dios.
LA
VERDADERA PROSPERIDAD NO ES DE ESTE MUNDO
Mientras el Nuevo Testamento de nuestro Señor
Jesucristo no promete prosperidad terrenal y la abundancia económica a cada
persona que es salvo, ¡si promueve la prosperidad celestial y la abundancia
espiritual a cada creyente! “Bendito sea
el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición
espiritual en los lugares celestiales en Cristo” (Ef.1:3). Esto es mucho mejor que las meras riquezas
temporales y materiales en la tierra.
Nuestras vidas se están gastando en esta tierra y pronto se
acabarán. Estaremos en la eternidad
donde sólo lo que es eterno permanecerá.
Lo verdaderamente importante son las riquezas eternas. Debemos enfocarnos en recibir, no la
prosperidad terrenal, sino la celestial, acumular tesoros en el Cielo, y ser
ricos en todas las cosas espirituales en Cristo Jesús. “Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare
todo el mundo, y perdiere su alma?” (Mar.8:36).
NECESITA
HABER ARREPENTIMIENTO DONDE EL ERROR HA SIDO PROMOVIDO
Si tú, querido hermano, eres culpable de buscar
las cosas de la tierra, sabes lo que tienes que hacer. Algunos pastores que han promovido estas
doctrinas en sus iglesias necesitan arrepentirse y renunciar sus falsas
doctrinas en frente de sus congregaciones y empezar enseñando la verdad. Algunos que fueron entregados a la avaricia
necesitan confesar sus pecados y bajarse de sus posiciones de liderazgo porque
es una descalificación que un Anciano en la Iglesia sea “codicioso de torpes
ganancias” (1 Tim.3:3). Tendrán que
pagar un costo alto y requiere mucha humildad confesar sus errores
públicamente, pero el Señor les recompensará si lo hacen. Viene un tiempo cuando tienes que contar el
costo, y determinar si vas a obedecer al Señor y poner las cosas bien, o si vas
a rebelarte y aferrarte a tus tradiciones y dogmas y rechazar la Palabra de
Dios, y al final ser rechazado por el Señor mismo. ¿Entonces cuál será? ¡Escoge hoy día a quién vas a servir, a Dios
o las riquezas! ¡No puedes servir a
ambos!
APÁRTATE
DE LOS FALSOS MAESTROS
El Apóstol Pablo llama las falsas enseñanzas
de los predicadores de prosperidad “disputas necias de hombres corruptos de
entendimiento y privados de la verdad, que toman la piedad como fuente de
ganancia; apártate de los tales” (1 Tim 6:5).
Pablo dice que estos hombres toman
la piedad como fuente de ganancia.
Ellos dicen que mientras más piadoso seas, más es la ganancia que vas a
obtener. Dicen que si verdaderamente tienes fe y eres piadoso, serás próspero
económicamente. ¡Pero esto es necio y corrupto según el Apóstol! ¡Y las Escrituras nos mandan a apartarnos de
tales predicadores! ¿Te has alejado de
estos falsos maestros? ¿O sigues
escuchando sus enseñanzas y absorbiendo sus divagaciones impías que tuercen y
adulteran las Escrituras? ¿Obedecerás la
Palabra de Dios y saldrás “de en medio de ellos” (2 Cor. 6:17)?
El Apóstol continúa: “Pero gran ganancia es la
piedad acompañada de contentamiento; porque nada hemos traído a este mundo, y
sin duda nada podremos sacar. Así que,
teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. Porque los que quieren enriquecerse caen en
tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los
hombres en destrucción y perdición” (1 Tim. 6:6-9). Somos llamados a estar contentos con nuestra
situación, aún si no tenemos nada menos que la ropa que tenemos puesta y el
alimento necesario para comer. Pero lo
que quieren enriquecerse se apartan de la fe y caen en tentación y muchas
codicias necias y se hunden en la destrucción.
Ni siquiera dice que son ricos; dice que solamente desean ser
ricos. Sin embargo estos predicadores de
prosperidad admiten abiertamente que quieren más, que desean tener más
abundantes finanzas y posesiones terrenales. Verdaderamente, por la admisión, por
sus propias palabras, son privados de la verdad.
El Apóstol Pedro nos advirtió de los falsos
maestros en los últimos tiempos: “Pero hubo también falsos profetas entre el
pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán
encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató,
atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina. Y muchos seguirán sus disoluciones, por causa
de los cuales el camino de la verdad será blasfemado, y por avaricia harán
mercadería de vosotros con palabras fingidas. Sobre los tales ya de largo
tiempo la condenación no se tarda, y su perdición no se duerme.” (2 Ped.2:1-3).
Examinemos lo que él está diciendo, un
versículo a la vez, comparándolo con los predicadores de prosperidad que se han
infiltrado en la Iglesia:
Pedro dice que hubo falsos profetas en los
antiguos tiempos, y que habrá falsos maestros entre nosotros. Entonces por esta
declaración necesitamos prestar atención y reconocer que hay falsos maestros
entre nosotros. Pedro dijo claramente
que lo habrían, entonces significa lo hay.
Por lo tanto, tenemos que entender que las Escrituras nos prometen que
están con nosotros y nos advierten que necesitamos reconocerlos para no ser
engañados por su astucia.
Pedro dice que ellos encubiertamente
introducen herejías destructoras, negando el Señor. Ya hemos visto que este
“evangelio” de avaricia y prosperidad es una herejía destructiva debido a que
hace que las personas codicien las cosas terrenales en sus corazones y provoca
el celo de Dios, y las Escrituras dicen que el pecado de la avaricia es uno que
condenará y excluirá a una persona del Reino de Dios. Esta herejía del “evangelio” de avaricia ha
entrado secretamente dentro de la Iglesia porque viene disfrazado como algo
bueno, vestido con terminología bíblica y Escrituras citadas fuera de
contexto. Está encubierto porque el
error es oculto a los ojos de la mayoría de las personas; no reconocen que es
una herejía y encubiertamente los engaña.
Estos falsos maestros no niegan al Señor en decir claramente: “Yo niego
al Señor”—eso sería muy obvio. Ellos
niegan al Señor por negar Sus verdaderas enseñanzas y por enseñar cosas que son
contrarias a las que Él enseñaba. Al negar Su verdad, lo están negando a Él con
sus enseñanzas y prácticas. Aunque
profesan servirle con sus labios sus corazones están lejos de Él. Profesan amar al Señor con sus palabras pero
lo niegan en sus corazones por amar las cosas de este mundo.
Pedro dice que muchos seguirán sus
disoluciones y por causa de ellos, las personas blasfemarán el camino de
verdad. ¿No estamos viendo esto cumplido
ante nuestros ojos? No hay pocos que
siguen a estos predicadores de prosperidad, sino muchos— ¡multitudes sobre
multitudes de personas! Y por sus
divagaciones constantes que dicen que debemos ser ricos o económicamente prósperos,
los que no son cristianos blasfeman el cristianismo y dicen: “Solo quieren
dinero.”
Pedro dice que estos falsos maestros, en su
avaricia, nos explotarán y harán mercadería de nosotros con palabras
fingidas. Esto es exactamente lo que los
predicadores de prosperidad están haciendo.
Son motivados por avaricia y un deseo de tener más dinero, y con esta
motivación hacen solicitud tras solicitud para que sus audiencias les den más
donaciones. Predican sermones enteros
acerca de por qué debemos dar más dinero a sus ministerios. ¡Ellos ven a las personas en sus
congregaciones como mercadería y dan grandes discursos acerca de por qué deben
darles más dinero! Inventan truco tras
truco para tratar de motivar a las personas que les den. ¡Es el colmo del engaño!
¡Por último, Pedro dice que su perdición no se
duerme! Si aquellos que están usando las
cosas de Dios para la ganancia financiera, y que están explotando el pueblo de
Dios con discursos ingeniosos y palabras engañosas— ¡si estas personas no confiesan
su pecado, se arrepienten, y permiten que la sangre de Jesús les limpie de toda
avaricia, sin duda serán consumidos por la maldición del mismo hoyo de donde
vienen sus falsas doctrinas! El Apóstol
Pedro no está jugando con la falsa doctrina y la herejía, e incluso habla con
un lenguaje inconfundible y severo contra estas cosas porque sabía que iban a
engañar a muchas personas sinceras.
El profeta Isaías dijo: “Sus atalayas son
ciegos, todos ellos ignorantes; todos ellos perros mudos, no pueden ladrar;
soñolientos, echados, aman el dormir. Y
esos perros comilones son insaciables; y los pastores mismos no saben entender;
todos ellos siguen sus propios caminos, cada uno busca su propio provecho, cada
uno por su lado.” (Isa.56:10-11). Este
es el estado de estas iglesias donde los predicadores de prosperidad están
pastoreando. Son tan ciegos e ignorantes
que no pueden ver que el peligro se acerca ni reconocer los trucos sutiles del
enemigo para engañar a la gente. Estos
predicadores son perros mudos que no pueden ladrar; no dan ninguna advertencia
que viene el peligro, no predican contra el pecado, advirtiendo a la gente que
huya de la ira venidera. Raras veces
predican acerca del Juicio o del Infierno.
En lugar, están en un sueño espiritual y ellos mismos no están
preparados para la venida del Señor. Les
encanta dormir, les encanta su comodidad, prosperidad y vidas lujosas. Son perros comilones que nunca pueden tener
suficiente mientras constantemente explotan a la gente para que contribuyan más
y más a sus ministerios, acumulando más tesoros en la tierra y aumentando sus
estilos de vida lujosos con más abundancia en el transcurso del tiempo. Ellos son pastores que no pueden entender las
verdaderas cosas de Dios y que no están buscando el bienestar de las almas
del rebaño al cual están predicando,
sino que buscan constantemente sus propios intereses y ganancias egoístas.
Esto es algo grave y terrible en la Iglesia
moderna. Esto debe causar, por temor a
Dios, que nos apartemos de aquellos que están pervirtiendo los caminos de
verdad. Nos debe romper el corazón, y
movernos a orar y esforzarnos a librar a nuestros hermanos de este engaño de
los últimos tiempos. No nos atreveremos
a comprometer nuestra postura contra este “evangelio” de avaricia cuando las
Escrituras están tan claramente contra ello.
Si lo hacemos, entonces nosotros también estamos en peligro de ser
engañados, porque si fallamos en recibir y actuar según la luz que nos ha sido
dada, aún lo que tenemos nos será quitado (Luc.8:18).
HABLEMOS
LA VERDAD EN AMOR
No debemos hablar contra los falsos maestros
con un espíritu malicioso; debe ser a través de un amor genuino por el Cuerpo
de Cristo y para la verdad y la gloria de Dios.
La Palabra de Dios nos manda a contender “ardientemente por la fe que ha
sido una vez dada a los santos” (Jud.3).
Necesitamos amar a nuestros hermanos y hermanas tanto como para
advertirles del peligro en que ellos están si están aceptando estas falsas
doctrinas. ¿Si no les advertimos, como
podemos decir que los amamos? ¿Amarás
las almas de sinceros hombres y mujeres tanto como para tomar una postura firme
contra estas falsas doctrinas y alejarte de sentarte bajo predicadores que
promueven tales cosas? ¿Apagarás los
programas de la tele donde estos
predicadores están promoviendo sus doctrinas heréticas? ¿Y amarás a las personas tanto como para ir a
ellos en humildad, con la Palabra de Dios como tu autoridad, y mostrarles el
error de promover la ganancia financiera en el nombre de Cristo?
Puede traer una espada entre tus relaciones
con las personas, puede traer una espada entre tú y tu iglesia, o tú y tu
pastor— ¡pero nunca comprometamos la verdad por el bien de tratar de preservar
la supuesta unidad! La unidad genuina está
basada en la verdad y nunca comprometerá la verdad en una doctrina esencial a
fin de preservar una paz falsa. Jesús
dijo: “No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para
traer paz, sino espada. Porque he venido
para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y
a la nuera contra su suegra; y los enemigos del hombre serán los de su
casa. El que ama a padre o madre más que
a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de
mí; y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí.” (Mat.
10:34-38).
¿Tomarás la espada de la verdad, que es la
Palabra de Dios, y lucharás en amor contra estos demonios que se han infiltrado
en la Iglesia? No siendo contencioso, ni
teniendo un espíritu vengador, sino en verdadero y sincero amor y compasión
corregir lo que es falso y dejar los resultados al Señor. No necesitamos preocuparnos de que si nos
hacen caso o no, porque sólo somos llamados a ser fieles a la verdad. El Señor tiene el resto en sus manos. Hay que confiar en Él, obedecerle, y “limpiar la levadura entre nosotros” (1
Cor.5:7).
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